El autor tijuanense ganó el Premio Bellas Artes para Obra Publicada, con su libro “La lámpara hacia abajo”, coeditado en 2016 por la Secretaría de Cultura y Ediciones Sin Nombre. “Creo fervientemente que el tema del poema es la poesía”, expresó a ZETA
Una de las figuras poéticas de origen norteño es indudablemente el escritor bajacaliforniano Luis Cortés Bargalló (Tijuana, 1952), distinguido el 7 de noviembre con el Premio Iberoamericano Bellas Artes de Poesía Carlos Pellicer 2017.
Concedido por la Secretaría de Cultura, por medio del Instituto Nacional de Bellas Artes y Literatura (INBA) y el Gobierno del Estado de Tabasco, a través del Instituto Estatal de Cultura, el Premio Iberoamericano Bellas Artes de Poesía Carlos Pellicer para Obra Publicada tuvo como jurado a Jorge Esquinca, Myriam Moscona y Efraín Bartolomé, quien decidió conceder la distinción a Luis Cortés Bargalló por “La lámpara hacia abajo”, poemario editado en 2006 por Ediciones Sin Nombre y la Dirección General de Publicaciones.
“La verdad es que me cae de perlas; en realidad yo no he estado a la persecución de premios, de hecho, te podría decir que es la primera vez que tengo un premio de esta naturaleza”, fueron las primeras impresiones de Luis Cortés Bargalló en entrevista con Semanario ZETA.
El lenguaje y su condición de cuerpo
Antes de adentrarse en los pormenores de su poemario ganador, Luis Cortés Bargalló manifestó a este Semanario que “todo lo que está en este libro, aunque podría decirte que en los demás también, son cosas que llevan muchísimo tiempo en la cabeza, son cosas que he tenido que esperar a tener los instrumentos para poderlas hacer, por eso publico muy poco; y a veces por eso cuando publico, publico libros un tanto voluminosos, digamos que mis últimos dos libros sumarían más de 300 páginas”.
En forma de lenguaje, el cuerpo habita en “La lámpara hacia abajo”. Dividido en cinco extremidades, el poemario está integrado por “Aras”, “Nocturnos”, “Borradores, garabatos o mohines”, “Esta marca de agua” y “Más desnudos”, donde el cuerpo es acechado constantemente por el lenguaje.
—A propósito de que inicias el poemario con tres epígrafes sobre el cuerpo, de José Carlos Becerra, Pier Paolo Pasolini y Rafael Cadenas, ¿podrías hablarnos un poco más de dónde viene el título “La lámpara hacia abajo”, en relación con el cuerpo?
“Hay una parte de los Evangelios que dice: ‘La lámpara del cuerpo son los ojos…’. Aquí estoy tratando de que el lenguaje mismo quede evidenciado su condición de cuerpo. El lenguaje se enferma, el lenguaje se atrofia, el lenguaje se transforma igual que el cuerpo, deja alguna selva, regenera otras, pero además de eso, también tiene las funciones del cuerpo, las sensaciones de un cuerpo.
“El lenguaje, como construcción artificial, pareciera por otro lado estar opuesto a toda la vida corporal, y yo lo que he tratado aquí es de acercar la posibilidad de que esto que está puesto en palabras, pueda ser sentido como una entidad corporal; creo que si hay un tema que unifica todo el libro es el cuerpo, por eso le puse esos epígrafes”.
Del proceso de creación o antes de las palabras
A propósito de su Premio Iberoamericano Bellas Artes de Poesía Carlos Pellicer, Luis Cortés Bargalló confesó a Semanario ZETA algunos secretos del origen de “La lámpara hacia abajo” y por ende, del proceso de creación poética en su obra que no necesariamente empieza con palabras.
“En este momento como que de alguna manera, aunque no lo doy por hecho ni me siento confiado tampoco, pero tengo una impresión de que puedo empezar a despertar todo eso que lleva años y años conmigo, ¿de qué forma se conserva cerca de mí?, bueno, tengo por ahí algún apunte, normalmente voy haciendo algunos registros a mano que los voy dejando ahí como si fuera un vivero, un semillero, a veces es nada más una palabra, y lo dejo ahí; y con cierta frecuencia reviso qué hay ahí y si en ese momento siento resonancia, entonces ya lo que tenga anotado ahí lo paso a la computadora y me pongo a trabajar.
“Para mí resulta muy importante ver qué forma tiene ese embrión, y una vez que me doy cuenta y por las aproximaciones que hago, va ganando la cantidad de palabras que se suman; me gusta llegar al punto en donde tengo la impresión de que el poema me está diciendo qué necesita; entonces, en ese momento yo me pongo al servicio del poema, porque sé que finalmente el resultado va a ser algo que estaba allí, que no puede ser puesto en palabras, algo que su desarrollo en realidad ya no depende completamente de mí, una forma de estar fuera de mí mismo.
“Entonces, ése es el procedimiento que sigo para trabajar, de alguna manera yo estoy dependiendo de eso, en eso interviene poco el acto volitivo, la expresión de un deseo, de una voluntad, si acaso lo que se expresa es deseo, tiene que ver más con eso, con la pulsión misma del deseo; acaso sería una cuestión erótica también. Me gusta tener lo que me está diciendo, quizá sea una manera un tanto esotérica de trabajar un poema”.
“El tema del poema es la poesía”
En la entrevista con este Semanario, Luis Cortés Bargalló abundó cómo nace un poema más allá del tema, donde el ritmo puede ser también el embrión de lo que podría ser poesía:
“Yo atiendo también a una pulsión rítmica que en mí es incontrolable, y que en un momento dado tanta vehemencia puede dar al traste con los poemas, ya me ha pasado; pero necesito que tengan por lo menos ese primer estado de pulsión rítmica muy fuerte y muchas veces después ya sé dónde poner el amortiguador, ya sé dónde hacer incluso que suene mal, hacer incluso que un texto que podía estar bien escrito, porque su contenido lo exige, quede mal escrito apropósito; de ahí que muchas veces también aparezcan con la necesidad de algún neologismo, de algún juego de palabras inventadas, pero que tienen sentido etimológico, en fin, ese tipo de situaciones”.
Aunque no está descartado el tópico o argumento como germen para un poema o poemario temático, el escritor bajacaliforniano reconoció su “sufrimiento”:
“Por supuesto, también hay poemas que surgen de temas que me resulta urgente expresar, tratar, incluir; y con esos textos batallo muchísimo, se me hace muy difícil y penoso escribirlos, sufro mucho cuando los hago, me demandan muchísimo, los pongo de lejos, los pongo de cerca, les cambio la perspectiva, para ver por dónde irme con ellos; obviamente sí hay textos que digo: ‘yo quiero escribir sobre esto’; de ahí que, por ejemplo, me resulte muy difícil pensar en un libro que tenga un desarrollo argumental o un libro que tenga una coherencia temática.
“De alguna manera lo que estoy tratando es de que mis poemas sean un sensor de la materia poética; entonces, van entrando los temas que tú quieras, los tratamientos que tú quieras, pero la unidad que tienen para mí es ésa; creo fervientemente que el tema del poema es la poesía, la poesía que hay no solo en el poema, la poesía sobre todo la que provocó el poema; y devolverle a esa poesía una dimensión verbal que a mí me parece que la señala o nos permite ver algo de la poesía que hay ahí.
“Ahora, hay otras partes que pueden llegar a parecer que se trata de discursos experimentales, pero en realidad yo no estoy experimentando nada; yo experimenté cuando estuve en la secundaria haciendo ejercicios de métrica, y después eso perdió todo sentido para mí, se me hacían repetitivos, se me hacía que no me estaba dando lo que yo necesitaba; y de alguna manera, cada vez que escribo un poema no hago un ejercicio, no lo puedo considerar como un ejercicio, lo tengo que hacer con una idea muy romántica por absoluta necesidad; de ahí también que me resulte muy difícil el asunto de decir: ‘ahora voy a hacer una serie de poemas sobre el pintor Nicolás Staël y eso va a ser mi línea a seguir’; así son todos los libros que ganan los premios literarios últimamente, todos son así: temáticos, ‘ahora voy a hablar de esto’, y no se salen del tema para nada; de alguna manera yo descreo de la idea de que la poesía sea literatura, es que es mucho más; decía Westphalen de la poesía de Vallejo: ‘es que la poesía de Vallejo no es un trabajo artístico, es una fuerza de la naturaleza’”.
La búsqueda
Al tratarse de un poemario misceláneo, abunda por supuesto una diversidad de formas y ritmos, prosas o cadencias, temáticas y vertientes, propuestos por la pluma de Luis Cortés Bargalló.
— ¿Cómo ha sido tu búsqueda formal desde tus primeros poemarios como “Terrario” de 1979 o “El circo silencioso” de 1985, hasta llegar a “La lámpara hacia abajo”?
“De alguna manera, perdona la falta de modestia, hasta mis sesenta y tantos años empiezo a sentirme más cómodo con las formas que he encontrado; siempre sentí cierta incomodidad, siempre la escritura de poesía es necesariamente una búsqueda formal, estás pidiéndole a las formas que te digan más de lo que supuestamente pueden decir; bueno, para eso es la forma, una forma esencialmente tiene esa plasticidad, puede expresar lo que quieres decir y lo que no quieres decir, puede callar lo que debes callar.
“A mí me interesa mucho el estado formal en el que se encuentra ahorita mi trabajo porque conviven, por algo le puse a un libro ‘Al margen indomable’ (1996), una serie de formas que tienen distinta cantidad de energía y algunas creo yo que se desplazan por sí mismas y otras hay que irlas ayudando; algunas, te digo, están mal escritas, yo lo sé, y lo he dejado así porque así he de sentir su estado más primigenio, más elemental, quería expresar esa elementalidad, desde eso hasta pensamientos que podrían ser señalados como sofisticados; siento yo que es un estado como de explosión formal.
“Respecto a los primeros libros: en ‘El circo silencioso’, yo estaba muy interesado en lo que quería decir, y me sentía muy obligado a dominar la forma y pocas veces en los textos le estoy dando chance de que la forma me domine a mí; eso de que cuando la forma te domina es algo que aprendí de la música: ahí tienes que entregarte completamente a esa fuerza, y realmente todos los grandes músicos lo han sabido, a pesar del enorme control técnico que debe tener un compositor, todos los grandes compositores han sido llevados más allá de sí mismos por su propia concepción de la forma; entonces, siento que por eso fue para mí muy importante escribir ‘Al margen indomable’, que ése sí es un libro temático, no se sale de esa zona, y hacerlo en prosa, ahí tenía montones de remates, montones de frases que eran muy líricas, y entonces yo reflexionaba: ‘esto es un poema en prosa, bájale la espuma, esto no va a funcionar así’.
“Entonces, como que ahí entré como en un falso minimalismo, digo falso minimalismo porque, cuando veo el resultado, sigue habiendo exuberancia, el minimalismo está en otro lugar, está en no estar buscando falsos lirismos; de hecho hay una parte ahí donde digo que lo único que me quedó de un paisaje después de una tormenta, era basura lírica; ese texto (‘Al margen indomable’), siento yo que me ayudó a poner todo en su lugar para de ahí empezar con ‘Filos de un haz y envés’ (2007), y ahí haber vuelto abrir el grifo y llegar hasta donde estoy ahorita”.
“La poesía es un hambre de realidad”
“La lámpara hacia abajo” es también como una multitud de voces errantes; así llega el momento de hablar del “yo poético” con el poeta bajacaliforniano:
—“…asido voy de lenguas…”, “un poema me está soñando”, se lee en algunas partes del poemario. Más allá de que algunos poemas están escritos en primera persona, ¿quién habla en el poema? ¿No necesariamente es Luis Cortés Bargalló?
“De hecho, estoy convencido de que no es así porque si fuera así, yo me estaría haciendo preguntas de carácter ontológico que nunca me hago en un poema, porque en primer lugar, es un tipo de investigación donde ya tiré la toalla; ‘conócete a ti mismo’ decía el viejo adagio; finalmente creo yo que el poema por lo menos no es un dispositivo para eso.
“Y por supuesto que todas las primeras personas que van apareciendo, incluso las segundas personas, no son más que una necesidad que sí es producto de establecer una forma de conocimiento, pero es la necesidad de saber que en esa realidad que se está constituyendo en el poema estás ahí, hay alguien ahí, hay ahí un sujeto, ese sujeto no lo identifico con ese yo con el que me despierto todos los días, sino con alguien que tiene la posibilidad y la capacidad de estar ahí en ese momento, y experimentarlo de manera subjetiva, tal y como nosotros experimentamos toda la realidad.
“Siempre que voy a un desarrollo argumental, en realidad lo que quiero determinar en ese desarrollo es una metáfora; entonces, si hay un personaje que se mueve, ese personaje es un agente para construir una metáfora, una metáfora que por supuesto yo no conocía antes de escribir el poema y al dejar que se condujera por donde tenía que ir, termina produciendo una metáfora o si acaso una alegoría, digamos una metáfora compuesta por una serie de pequeñas metáforas que van conduciendo a una lectura general o una atmósfera general.
“Muchas veces me interesan las atmósferas también, me interesa todo eso que en su primera impresión no está hecho de palabras y en donde las palabras reflejan también físicamente esa condición, que las palabras puedan absorber esa necesidad de expresión que hay en la realidad; la expresión hambre de realidad me gusta porque yo siento que de alguna manera la poesía es un hambre de realidad”.