A cuatro décadas de que inició su carrera, la directora y guionista asegura recuperó el control de sus proyectos gracias a que se adaptó a las nuevas tecnologías y métodos de trabajo. Esta semana presentó en París “Tesoros”, una historia sobre piratas protagonizada por un grupo de niños
El andar de María Novaro en el cine ha sido exitoso nacional e internacionalmente, pero tener casi una treintena de premios por su filmografía no ha traído consigo aires de grandeza. Prueba de ello fue su última visita a la ciudad como parte del Tijuana Film and Food Festival, en el que encabezó un panel de mujeres cineastas y moderaría otro con directores nacidos en la región, del que solo escuchó la parte final tras haber modificado su vuelo por problemas de salud.
Seguía débil y le sumó el cansancio del vuelo, pero desistir de su visita a Baja California no fue una opción. Escucharía a dos de sus ex alumnos -David Pablos y Gilberto Penilla- del Centro de Capacitación Cinematográfica (CCC), y ubicaría a los demás, así que viajó y se dirigió al Centro Cultural Tijuana. Una vez que llegó, avanzó sin protagonismo alguno por la Sala “Federico Campbell”, ubicó una silla, se sentó y puso atención.
Su plan estaba resultando, aunque no fue por mucho, ya que pronto le pidieron sumarse a la conversación. No se negó, pero tampoco cambió su actitud de sentirse parte del público y, para no estropear la dinámica, prefirió no hablar hasta ser guiada por sus compañeros en el rumbo del tema. Esa pequeña estampa describe perfecto la forma de ser de María Novaro, una cineasta que a pesar de su experiencia, no busca los reflectores y siempre está atenta a escuchar a los demás para aprender de ellos y renovarse.
En entrevista con ZETA, habló de cómo en ese proceso se alió de las tecnologías actuales para recuperar el control de sus proyectos:
“La libertad creativa es la lucha de toda mi vida. Cuando empecé con ‘Lola’ (1989) y con ‘Danzón’ (1991) tenía cierta libertad creativa porque no se imaginaban quién era y de dónde había salido, como que tuve un cierto espacio para trabajar, pero después no lo tuve durante ciertos años. Ahora la he recuperado y creo que es gracias a las tecnologías, las nuevas formas de hacer películas y a que ahora yo las produzco, dirijo y edito. Obviamente yo tengo el corte final, sé que es algo que ya no me volvería a pasar (no tenerlo), pero eso lo permiten mucho las nuevas tecnologías y las nuevas maneras de armar grupos para trabajar”.
— ¿Te dieron un nuevo empuje esas otras dinámicas?
“Me revitalizó muchísimo trabajar como maestra de cine en el CCC, el contacto con ello me empezó a abrir la idea de filmar de otras maneras. De ser más libre y tener más control de lo que estaba haciendo”.
— ¿Cómo influyó eso en tu proceso de escritura?
“Creo que escribo con más facilidad. Escribo además sin tener un guión completamente terminado porque creo mucho y he aprendido mucho a afinarlo y a seguir construyendo mi relato cuando estoy filmando. He aprendido que dentro de las muchas formas en las que se puede hacer una película a mí me funciona escribir un guion de trabajo como punto de partida y permitir que ese guión vaya cambiando conforme voy filmando y también filmar tanto material que pueda tener una reescritura en la misma edición. Darle o probar diferentes formas al propio relato, entonces el cine se escribe no solo cuando se escribe el guion; se escribe también cuando estás filmando y aun editando, porque esa es una forma de escritura también”.
— La dirección y los guiones eran tu fuerte, pero ahora haces todo…
“Así son los jóvenes de ahora y está muy bien hacerlo porque tienes control de todo cuando antes no se podía, era imposible, ahora sí se puede hacer y eres mucho más autor. Ya también edito y he descubierto diferentes estilos de edición, entonces estoy muy feliz porque también produzco”.
— ¿Cómo te sientes de ser referente de las cineastas en el país?
“Ya son cuatro décadas de esto y mi trabajo me costó a mí y a mis otras pocas colegas que habíamos en aquel entonces. Me tocó que para mi primera película me recibiera un tipo diciéndome: ¿qué les ha dado a ustedes las viejas por querer hacer cine? Iba a hacer mi primera película y el tipo del sindicato de cine, STPC, me dijo eso cuando fui con él e intenté negociar el apoyo del sindicato. Yo estaba jovencita y recuerdo que me puse roja, pero roja, y pensé: ‘este cabrón, con ellos no voy a trabajar y voy a seguir haciendo cine’ y he seguido. Creo que ahora sí somos muchas más, pero seguimos picando piedra”.
— Y sigues dándonos miradas femeninas…
“Eso es más interesante que el hecho de que uno como mujer filme, porque eso solo se va al anecdotario de si te dijeron y te vieron, o no sé qué. Lo realmente importante para mí era proponer una mirada diferente, una mirada que no había en el cine mexicano, por ejemplo, hablar de una madre desde el punto de vista de una madre y no como lo proponía el viejo cine mexicano. Eso es lo interesante, proponer miradas, proponer formas de abordar los asuntos”.
— Entonces, ¿cuáles propuestas faltan por abordar?
“A México le sigue faltando brutalmente el cine indígena, que desde otras perspectivas se hable también de nuestros problemas. Se está haciendo mucho y Tijuana es la prueba de que se descentralice (el cine), pero falta que las voces sean de todos los lugares de la República, que se cuenten las historias con diferentes perspectivas porque somos diferentes y eso sigue faltando. En términos de mujer creo que sí soy una de las pioneras de pelear por eso y defenderlo a capa y espada”.
— ¿Tienes pensado volver a filmar en Baja California?
“Desde el avión venía pensando en cómo aquí es tan bonita la luz. Fui muy feliz filmando aquí, aprendí muchísimo, disfruté muchísimo, hice muy buenos amigos, fue un proceso maravilloso. Ya después fue muy doloroso que no controlé la película (“El Jardín del Edén”), digamos que legalmente no tuve la posibilidad de hacerlo y le dieron la edición que quisieron, pero eso no quita la enorme felicidad que me dio. Además, creo que también filmé en Tijuana cuando se tenía que hablar de Tijuana porque la gente tenía nada más un estereotipo espantoso en la cabeza y no conocían la ciudad, no sabían lo que era la locura y la diversidad de esta ciudad, yo contribuí a que eso se viera, incluso con algunos colegas tijuanenses que los llevé a conocer cosas que no conocían de su propia ciudad porque yo era más pata de perro. Yo creo que sí (regresaré), pero ahora la que tiene un proyecto que quiere venir a filmar, no a Tijuana, pero sí a Ensenada, es mi hija Lucero, tiene un proyecto de largometraje que quiere hacer aquí en Ensenada y antes ha hecho dos cortos muy bonitos. Yo la traje a ella de chiquita, ella sale en ‘El Jardín del Edén’ y vivió conmigo aquí en Tijuana. Quiere venir a filmar en Ensenada, a ver si se nos hace”.
Mientras produce para otras personas tratando de impulsar proyectos que valen la pena, pues cree que esa también es parte de su labor obligada como cineasta, además de asesorar historias, María Novaro, quien dice ser una gran impulsora del cine mexicano, se esfuerza en encontrarle una distribuidora nacional a “Tesoros”, película que a principios de año debutó en el Festival Internacional de Cine de Berlín y que esta semana presentó en París, Francia, como parte del Festival Viva México.
“Es una película familiar, muy amable para niños y demás, pero yo creo que es una película totalmente política porque la hice para que nos acordemos quiénes somos en estos momentos difíciles y para que los niños sientan que hay fuerza para reapropiarnos de nuestro propio país. Su forma de trabajo se parece mucho al documental porque recopilo mucho material y doy un armado posterior, pero es una historia de ficción que podría tener diferentes formas. A lo mejor soy cobarde y no me atrevería a hacer una película violenta, porque por alguna razón no me he atrevido, pero esta película la hice con el interés de que los niños mexicanos la vean, reflexionen y entiendan cómo tienen elementos para reapropiarse del país que estamos perdiendo”, finalizó sobre la trama rodada en Barra de Potosí, en la que un grupo de niños se unen en búsqueda de un tesoro.