Qué difícil sostener una película que en tono casi de farsa por cerca de dos horas y veintitantos minutos trata de mantener la acción de un grupo heroico de inteligencia al que todo mundo quiere eliminar. Lástima que Matthew Vaughn no triunfó en el intento y, aunque esta secuela al éxito de 2014 tiene sus momentos, los buenos ratos no bastan para sostener tanto el largometraje.
Claro, el elenco ayuda, con Channing Tatum, Halle Berry y Jeff Bridges como los Statesman, o bien, la contraparte de los británicos que conocimos en la primera entrega de esta serie basada en un servicio secreto inglés llamado Kingsman, con Colin Firth a la cabeza.
La razón por la cual los integrantes de Kingsman y Statesman se unen es el ataque de Poppy (Julianne Moore), la despiadada villana que comienza su ofensiva destruyendo la sede de los británicos.
Sabemos que el chiste será ver cómo al final ambos conjuntos terminan salvando el mundo… otra vez. Sin embargo, se supone que en el camino todo debe ser divertido, fundamentalmente porque los personajes que llevan el mando son Tequila (Channing), Whiskey (Bridges), y no olvidemos a Ginger Ale (Berry).
El detalle es que la violencia no se justifica, la comicidad está casi siempre muy forzada y la trama en sí garantiza pocas emociones, excepto en lo que respecta a la suerte de Harry Hart (Firth), de la que poco debe hablarse aquí.
Lástima, pues, de haber puesto bien la mesa con la primera cinta, pero aquí lo que se ve es un guion que, aunque ambicioso, está sumamente desorganizado. Pensemos en el tiempo -y la paciencia- que debemos invertirle al largometraje para recibir pocas escenas buenas a cambio. Apenas un espectador muy generoso, o que, de plano, no tiene nada que hacer. *
Punto final.- Esperemos que todo salga bien con “Blade Runner 2049”.