Baja California tiene que estar al pendiente.
Ya he escrito sobre el Tlcan en las páginas de ZETA, para expresar mi optimismo sobre el hecho de que, a pesar de la retórica de Trump, la realidad política y económica moderará sus ataques sobre este acuerdo que ha sido el fundamento de la relación política de los Estados Unidos, Canadá y México, por una generación. Aunque el Tlcan parece ser un acuerdo económico entre estos tres países, fundamentalmente es un acuerdo político que toca todos los aspectos de la relación entre Estados Unidos y México. Esto se debe a que, si tenemos buenas relaciones económicas, las relaciones políticas también son mejores. Esto incluye la manera en que el gobierno mexicano interactúa con migrantes de Centroamérica, hasta la manera en la cual la Ciudad de México habla sobre el destino de narcotraficantes, como “El Chapo”.
Ningunas ciudades mexicanas han sido más impactadas por el Tlcan, durante el último cuarto de siglo, que las ciudades de Tijuana y Mexicali. Antes del Tlcan, estos pueblos eran soñolientos destinos para turistas gringos y ciudades de paso para migrantes mexicanos de camino a California. Desde que se firmó el Tlcan, estas ciudades se han convertido en fuerzas motrices industriales, áreas de alto crecimiento y centros de progreso mexicanos.
Aquí, en la región fronteriza, siendo grandes beneficiadas económicas bajo el Tlcan; queremos pensar de este tratado como una ganancia. Es fácil para nosotros hacerlo, sabemos que el comercio entre Estados Unidos y México ha evolucionado bajo el Tlcan y que la producción de este tratado se ha ido expandiendo de manera igual en Estados Unidos y México, aunque críticos expresan lo contrario. Objetivamente, es un hecho que el cierre de antiguas fábricas en el Mid-West estadounidense fue acompañado por mejores empleos en California y otras regiones que se vieron beneficiadas por el Tlcan. Pero tenemos que recordar que en áreas de Estados Unidos, que tenían maquiladoras antiguas y plantas de producción ineficientes, el Tlcan fue la gota que derramó el vaso, en cuanto al cierre de estos sitios de producción. En paralelo, en muchos casos, las empresas que cerraron sus plantas abrieron nuevas alrededor de Tijuana y Mexicali, impulsando el crecimiento en Baja California.
Políticamente –y el Tlcan es muy político– es un hecho que muchos de los empleados en estas plantas cerradas, como consecuencia de los cambios de producción y el permiso del Tlcan para obtener manufactura mexicana, no recibieron mejores empleos en California; otras personas sintieron los beneficios del acuerdo. Por ende, los que perdieron, vieron el Tlcan como una derrota para los empleos americanos y para los trabajadores estadounidenses ordinarios. Fueron estas personas las que propulsaron a Trump hasta la Casa Blanca, en la sorprendente elección de noviembre del año pasado.
¿Por qué esto importa hoy? El 16 de agosto empezaron pláticas en Washington con la delegación estadounidense, liderada por el representante de Comercio EE.UU., Robert Lighthizer; la delegación canadiense, con su secretaria del Exterior, Chrystia Freeland; y México, por el secretario de Economía, Ildefonso Guajardo. Los bajacalifornianos tienen que estar muy al pendiente de estas pláticas. No existe otro evento político o económico en la agenda de la administración de Trump que tenga tanta importancia para los residentes de esta región fronteriza, como el resultado de estas pláticas. Nuestro vecino al norte, ha enfatizado su deseo para que el país “compre estadounidense”, de modo que requiere que los gobiernos, las empresas y las personas en Estados Unidos tengan que comprar estadounidense y pueden excluir legalmente productos mexicanos y canadienses. Pero es un tema complicado y los canadienses y mexicanos tienen mucha probabilidad de ganar frente a los esfuerzos estadounidenses de cambiar el Tlcan.
Como lo he mencionado antes, una cosa sigue siendo clara: desde que empezó en enero, Trump ha estado aprendiendo que lo que prometió a sus electores durante la campaña electoral, no es necesariamente lo que los sabios, economistas y la comunidad empresarial de Washington, apoyarían ahora que tiene el puesto de Presidente. Esta semana, en Baja California, tenemos que esperar que la razón gane en Washington y que el Tlcan salga aceptable, a pesar de las promesas de Trump en su campaña y su retórica mal planteada.
Andrew S.E. Erickson es un orgulloso ex residente de Tijuana, ex diplomático de los Estados Unidos, con Maestría del Colegio Nacional de Guerra, y un fuerte creyente de la importancia de las buenas relaciones entre mexicanos y estadounidenses.