La violencia y el racismo arraigados en el seno de la sociedad norteamericana, quedan expuestos de manera muy visceral en esta película de Kathryn Bigelow, ya famosa por su habilidad para exponer la crudeza de situaciones históricas, como vimos en “The Hurt Locker” y “Zero Dark Thirty”, sin ornamentos ni endulzantes.
Ahora la mirada de esta directora está en casa, justamente en Detroit, donde el Motel Algiers fue el escenario de un triple homicidio de cantantes afroamericanos, en medio de la revuelta de 1967.
Mientras las calles de la ciudad ardían con las protestas de la comunidad negra, los miembros del desconocido grupo The Dramatics se ven forzados a cancelar su presentación y hallan refugio en el citado motel, donde pronto encuentran compañía. Desafortunadamente, entre ellos está Carl (Jason Mitchell), quien por jugar con un rifle de municiones, llama la atención de la Policía comandada por Krauss (Will Poulter), un racista manifiesto en busca de un supuesto gatillero. Ya se podrán imaginar la brutalidad consecuente.
El resto de estas escenas es la recreación del caos que alimenta la tensión extrema a lo largo de más de dos horas que dura este poderoso largometraje. Esto es, pues, el horror que nadie inventó, lo que se vivió en una ciudad como Detroit, que ocupa el décimo lugar de las urbes más pobladas por afroamericanos en Estados Unidos.
Aunque en ningún momento Bigelow -quien escribió el guion junto con Mark Boal- se atreve a concluir qué fue lo que realmente sucedió en el Motel Algiers, sí logra plantear un cuestionamiento muy verosímil sobre el fatal desencuentro entre negros y blancos, y lo más importante, es que nos hace entender que este no es un problema superado.
La sensación que esto provoca es de frustración y enojo, ya que la película nunca termina de concluir, tal como debe ser. Solo nos quedamos con unas actuaciones en verdad estupendas, sobre todo de Anthony Mackie y John Boyega, este último muy lejos del personaje de Finn en la saga “Star Wars”, y una historia que al no resolverse en su momento, tiende a repetirse.
Cualquier crítica nada sutil por parte de Kathryn Bigelow al país vecino en la era de Donald Trump no es mera coincidencia. Por fortuna esta directora siempre parece saber cómo hacer buen cine, y “Detroit” no es la excepción. ****
Punto final.- Por nada del mundo se pierdan “Baby Driver”.