Maddie es una chica de 18 años de edad que no ha vivido casi nada. Al menos no en carne propia. Y todo a causa de una severa inmunodeficiencia que la tiene literalmente entre cuatro paredes.
Hija de una doctora (Anika Noni Rose), la adolescente tiene alergia a todo lo que se encuentra en el exterior, por lo tanto, ha crecido en su residencia de Los Ángeles apenas acompañada por su enfermera -papel que interpreta Ana de la Reguera-.
Las cosas parecen ir tediosamente bien hasta que aparece Olly (Nick Robinson), el vecino con quien Maddie empieza a chatear. Y el resto de la película ya se lo saben. El joven representa para la protagonista una puerta que ella desea abrir, pero sabe muy bien cuáles son las fatales consecuencias.
Basada en una típica novela para adolescentes escrita por Nicola Yoon, es una película de esas que aparecen en el verano, entre todas las cintas de acción, dibujos animados y superhéroes, elaboradas para atraer a los muchachos que están de vacaciones. Nada más.
Bajo la dirección de Stella Meghie, la historia no tiene mucho a donde ir aunque, como punto a favor, habría que anotarse la química que hay entre Robinson y Amadla Stenberg, la actriz que interpreta a Maddie.
El problema principal es que resulta difícil creer que la premisa y las subtramas tampoco funcionan, ah, porque el galán tiene un padre mala onda, es decir, Olly también debe tener su tragedia personal, claro.
Sin embargo, es complicado ponerse en el lugar de este par de personajes simple y sencillamente porque la vida de Maddie es un hueso duro de roer, un cuento, una ficción que nunca deja de sentirse como tal.
El resultado es un filme acartonado, a lo sumo predecible, actuado hasta donde se pudo, fácil, barato y muy fácil de olvidar. En otras palabras, no busquen en este título el equivalente a “The Breakfast Club”. Nada, pero nada que ver. *
Punto final.- ¡La Mujer Maravilla! A ver cómo le va con el estreno.