Hoy día el mundo está obsesionado con el terrorismo. El 22 de mayo en Manchester, Inglaterra, 23 niños y adultos fueron masacrados en un concierto de Ariana Grande por un asesino islamista. El 3 de junio en Londres, 8 personas fueron asesinadas en otro ataque terrorista islamista que tenía como objetivo turistas y residentes. El 6 de junio, doce iranís musulmanes fueron asesinados por islamistas cuyo objetivo fue el Parlamento Iraní –ataque notable por el hecho que Irán es un país que patrocina el terrorismo en el mundo.
Los estadounidenses se preguntan dónde ocurrirá el siguiente ataque terrorista. Los bajacalifornianos no piensan en el terrorismo y piensan como las políticas estadounidenses impactarán sus vidas diarias. Se preocupan por los cruces fronterizos; el futuro del TLCAN y la posibilidad que los Estados Unidos del Sr. Trump será menos amistoso. Los mexicanos regresan a vivir en Baja California, cerca de sus familias en los Estados Unidos. Otros son deportados y deben enfrentar los retos de una familia dividida por la frontera, sin la posibilidad de cruzar entre los dos países.
Pero existen otros entre los deportados. Uno de los grupos más tristes son los adictos y enfermos que terminan viviendo a lado del río de Tijuana porque no tienen a dónde ir. A veces esta gente parece ser el símbolo más presente de los deportados, simplemente porque erran sin rumbo por Tijuana.
Mientras unos ven estas almas perdidas como símbolos de deportados, hay otra perspectiva. Son los símbolos visibles de la explosión del uso de drogas en los Estados Unidos. Es importante verlos así, y no solo clasificarlos como símbolos de la deportación. Estos adictos son la evidencia en carne y hueso, de la catástrofe de la crisis de los opioides en los Estados Unidos. La drogadicción se encuentra a niveles nunca vistos antes en los Estados Unidos, el mercado de drogas ilegales más grandes del mundo. Desafortunadamente, los cárteles mexicanos tienen una ventaja enorme para suministrar el mercado norteamericano con heroína: Ninguna pared puede detenerlos, ni podría parar la violencia que genera el narcotráfico en Baja California.
Considere el aumento desmesurado de muertes debidas a sobredosis de drogas en los Estados Unidos para entender las guerras que agitan las ciudades mexicanas. Un estudio del The New York Times publicado el 6 de junio, indica que las muertes por sobredosis de drogas en 2016 han superado los 59 mil individuos, una cifra récord para Estados Unidos. La sobredosis de drogas ahora es la mayor causa de muerte para la población menor de 50 años. No la violencia con armas. No los accidentes de automóviles, ni el VIH o el cáncer. Sobredosis.
Aunque el gobierno no haya publicado los datos oficiales para el 2016, el The New York Times documentó aumentos en muertes por sobredosis en toda la costa este de los Estados Unidos, literalmente de Maine hasta Florida. En Ohio, las muertes por sobredosis aumentaron 25% entre 2015 y 2016. Solo en el condado de Summit, unas 312 personas murieron por sobredosis en 2016 (en tres ocasiones el condado hubo de traer tráileres con refrigeración para guardar los cuerpos). Hoy, más personas en los Estados Unidos usan heroína o analgésicos de receta, que los que fuman tabaco. Con el abuso viene la demanda, y ésta ha aumentado el uso de la “súper droga” Fentanyl, sintética y muy popular entre adictos, rentable para dealers. Según expertos, vez mezclada con otras drogas y vendida en formas menos puras, Fentanyl puede ser 20 veces más rentable que la heroína, y 40 veces más potente.
El cultivo de amapola mexicana ha aumentado para responder a la demanda estadounidense. La producción creció 160 % entre el 2013 y 2014, con otro aumento del 64% el siguiente año. Según datos del 2016 de la Agencia Antidrogas Estadounidense (DEA, por sus siglas en inglés), la captura de heroína en los Estados Unidos aumentó 80% en los últimos cinco años, de 3 mil 733 kilos en 2011 a 6 mil 722 en 2015. El mercado estadounidense se ve suministrado por México. Ningún muro fronterizo puede parar la demanda.
Como cualquier buen economista diría, el poder del mercado –estadounidense para drogas ilícitas– es más fuerte que cualquier intento del gobierno para pararlo. Sigue siendo una pregunta ver hasta qué punto los cárteles mexicanos podrán controlar el mercado de Fentanyl. Pero el punto es este: mientras la demanda de drogas ilícitas sigue creciendo en Estados Unidos, Baja California pagará un precio muy alto a través del terrorismo diario de violencia en la calle; la guerra de las drogas e inseguridad porque los cárteles pelean para satisfacer los mercados del norte.
Andrew S.E. Erickson es un orgulloso ex residente de Tijuana, ex diplomático de los Estados Unidos, con Maestría del Colegio Nacional de Guerra, y un fuerte creyente de la importancia de las buenas relaciones entre mexicanos y estadounidenses