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miércoles, febrero 21, 2024
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Templo cívico México: su pasado, presente y futuro (Octava y última parte)

Tres años de lucha sangrienta, entre conservadores, encabezada por Miguel Miramón y el Gobierno liberal, culminaron en 1860, en las Leyes de Reforma. Las fuerzas liberales triunfaron con la batalla de Calpulalpan, del Estado de Tlaxcala, México. En ellas fueron vencidos Miramón, Márquez y el Ejército virreinal. El Presidente conservador y los principales cabecillas de ese partido huyeron del país: Las tropas liberales entraron a México el 25 de diciembre de 1860, y el Gobierno de Juárez retornó a la capital el 11 de enero de 1861, iniciándose una nueva etapa en la vida del país; el gobierno expulsa a varios diplomáticos y a diversos dignatarios de la Iglesia.

Juárez sale de resolver un gran problema nacional con los conservadores y el clero, pero entra a otro, tanto o más delicado, con las potencias europeas: la Ley Moratoria de pagos a los países extranjeros sirvió de pretexto a la firma de la convención de Londres, que resuelve intervenir en México; España e Inglaterra, llegan a un arreglo con Juárez, y Francia decide desembarcar sus tropas y atacar a México. Juárez nombra jefe del Ejército al General Ignacio Zaragoza, quien se cubre de gloria en la batalla del 5 de mayo, que rechaza a los franceses que atacan a Puebla.


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Ante la eminencia de un nuevo y más vigoroso ataque y la muerte de Zaragoza, Juárez reorganizó su Gobierno. Los defensores de Puebla y el gobierno se ven en la necesidad de salir de la capital hacia San Luis Potosí y finalmente a Chihuahua. Cuando los ejércitos franceses, auxiliados por los imperialistas mexicanos dominan la mayor parte del país, el Presidente Juárez se refugia en Paso del Norte (ahora Ciudad Juárez). Después de una lucha prolongada y sangrienta, entre conservadores y liberales, vino la victoria, con la caída y la toma de Querétaro y el fusilamiento de Maximiliano.

Juárez nació el 21 de marzo de 1806, en un pobre jacal de una pequeña aldea de San Pablo Guelatao, Oaxaca. A los tres años quedó huérfano de padres y al poco tiempo de abuelos. A los cinco años de haberse dedicado a cuidar abejas, decidió marchar, descalzo y sin hablar español, a una distancia de catorce leguas (57 kilómetros), hasta llegar a la casa de la familia Maza, donde su hermana servía de cocinera y hacer el aseo. Luego tuvo la suerte de conocer al Señor Antonio Salanueva, que era impresor, quien lo orientó a trabajar y para que aprendiera a leer y escribir y se formara como mexicano grande luchando con la vida y por la vida, por la democracia, la libertad, la justicia y la dignidad republicana; y lo logró.

Juárez fue el forjador del Estado mexicano, que forjó iniciativas y reformas. Político ejemplar. Su lenguaje era la acción, la verdad, la obligación y el deber. Austero y serio, nunca se le vio en público reír; le dolía mucho ver y comprender la pobreza y sufrimiento de su raza y de su patria, las cuales, a base de constancia y dedicación, siempre defendió y luchó por ellos.


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La nueva reelección de Juárez, en 1871, provocó mayores enemigos y la rebelión de la Noria, donde importantes e ilustres liberales y republicanos, como Porfirio Díaz, Donato Guerra y otros muchos, se lanzaron contra Juárez.

La muerte de la señora Margarita Maza de Juárez atenuó la discordia y la división de los liberales que pronto aumentó. Pero a la muerte repentina del ilustre patricio, ocurrida el 18 de julio de 1872, dio fin a tantas luchas. Juárez pasa a la historia como caudillo triunfante, como héroe victorioso.

A lo largo de sus 66 años de vida, Juárez con su esfuerzo, su educación y su lucha, se elevó de una humilde cuna, hasta alcanzar las más altas dignidades de la República, e inclusive los más tenaces adversarios y enemigos que tuvo, hicieron un merecido elogio del gran oaxaqueño.

El maestro Justo Sierra escribió en su libro “Juárez, su Obra y su Tiempo”, que dedicó a la generación y juventud que llega, a los jueces del mañana, a los que muy pronto serán testigos de nuestras luchas, de nuestros triunfos discutidos y de nuestros desmayos. Ellos, a través de la historia, nos pedirán cuenta de nuestras obras de hoy. El nombre Benito Juárez se vincula indisolublemente a las mejores luchas del pueblo mexicano por su libertad, y logra descolonizar a la nación y fue el creador de un nuevo país regido por leyes.

Sebastián Lerdo de Tejada asumió la presidencia como interino a la muerte de Benito Juárez, “El Benemérito de las Américas”, ya que había sido nombrado Presidente de la Suprema Corte de Justicia y por imperativo de ley a presidir al país, pero inmediatamente convocó a elecciones extraordinarias, y como era candidato único, obtuvo una bastante mayoría de votos que le permitió declararse electo por el pueblo y no por las facciones, a las que decía no deberles nada; presidió al país entre 1872 a 1876.

Entre sus méritos, Lerdo tuvo el de haber permitido una libertad de presa sin límites. Elevó a rango constitucional las Leyes de Reforma, y expulsó a las monjas que seguían alojadas en unos cuantos conventos. Estas medidas servían muy poco en el terreno práctico, pero era una respuesta a la animadversión con que el clero y los conservadores veían a Lerdo. El gobierno carecía de dinero para pagar las pensiones de los mutilados en la guerra, pero logrando reducir gastos pudo aprobar una partida para erigir la Rotonda de los Hombres Ilustres.

En el terreno político, Lerdo puso fin al régimen unicamaral creando el Senado, el cual servía de contrapeso a los turbulentos diputados y, con su facultad para declarar desaparecidos los poderes de los estados, que permitía mantener en un puño a los gobernadores.

 

Vicente Zavala

Tijuana, B.C.

Autor(a)

Carlos Sánchez
Carlos Sánchez
Carlos Sánchez Carlos Sánchez CarlosSanchez 36 carlos@zetatijuana.com
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