“Tomar a un enemigo implacable, por un hombre con el cual se puede hablar, haber dejado extinguir un instante la llama del odio y del desprecio al enemigo, es este el primer paso hacia la decadencia moral del revolucionario”. (Ossip Piatnitzky, “Rompiendo la Noche”)
Vamos a transcribir unas líneas extractadas de lo declarado por el actual dueño del Partido morena, Andrés Manuel López Obrador (AMLO), a mediados del mes de febrero. Artículo publicado en la revista Proceso, que como es sabido, es un fiel portavoz de la socialdemocracia de derecha, en general, y de AMLO-morena en particular. Es Proceso un fiel apuntador de la izquierda burguesa.
“El dirigente nacional de Morena, Andrés Manuel López Obrador, dio la bienvenida a líderes del PRD y de otros paridos, así como a diputados federales que aprobaron ‘el gasolinazo’, si se arrepienten y se suman a su proyecto…Sí, son bienvenidos…Sobre los diputados federales de otros partidos que aprobaron el gasolinazo, el ex jefe de gobierno de la Ciudad de México dijo que tienen las puertas abiertas en Morena…Claro, nunca es tarde, vamos juntos, pueden decir: me equivoqué, he actuado mal, pero me propongo a partir de hoy sumarme a esta causa. Yo creo en el perdón, soy creyente de eso, tenemos que aprender a perdonar, puntualizó”. Proceso, No. 2102. 16 de febrero de 2017.
¿Qué es esto? ¿Estamos frente a un político o a un párroco? No. Estamos frente a un miserable charlatán. Predica, López Obrador, que su partido Morena es la esperanza de México, y surge la pregunta: ¿Puede ser la esperanza de un país una organización que admite en sus filas a reconocidos criminales? ¿Puede ser la esperanza de México un partido que está repleto (sobre todo su dirigencia) de probados asesinos y de reaccionarios saltimbanquis?
Y no solo perdona AMLO a declarados rufianes, sino que los ha apoyado con energía para que se apoltronen, a unos, como gobernadores (como Graco Ramírez en Morelos, Arturo Núñez en Tabasco, Gabino Cue en Oaxaca, etcétera), y a otros como diputados, senadores, etcétera.
Ahora vayamos un poco más atrás. Escuchemos algo del discurso que pronunció el 11 de agosto de 2016, en Acapulco, Guerrero, ante un auditorio de lo más selecto de la reacción burguesa del país: “Les decimos a los integrantes del grupo en el poder que, a pesar del gran daño que le han causado al pueblo y a la nación, no les guardamos ningún rencor y les aseguramos que, ante su posible derrota en 2018, no habrá represalias o persecución para nadie…Declaramos esta amnistía anticipada porque lo que se necesita es justicia, no venganza. No odiamos a nadie”. Ahí tenemos al clérigo, López Obrador, que ama a todo el mundo. Un San Francisco de Asís del siglo XXI que besa y abraza tanto a burgueses explotadores como a esclavos proletarios.
Desde el púlpito, López Obrador, como auténtico sacerdote pueblerino arenga a sus feligreses: “Hermanos, hay que perdonar a quienes se descarriaron y ofendieron al pueblo, abrámosle la puerta a los arrepentidos”.
Qué más pruebas “de amor” quieren los oligarcas en el poder.
Veamos algo más: Hace tiempo el multimillonario regiomontano Alfonso Romo declaró: “Los empresarios ya no le temen a López Obrador, para un 80 por ciento del sector empresarial no genera miedo…Las condiciones están dadas para ganar las elecciones presidenciales de 2018”. (Ciro Gómez Leyva, Radio Fórmula, 7 de febrero de 2017).
¿Será posible creer que los todopoderosos financieros internacionales y sus testaferros le tengan miedo a un politicastro que habla repetidamente de amor, de no violencia, de pacifismo, de perdón para reconocidos criminales?
¿Le podrán temer los oligarcas en el poder a un simplón que alaba al ejército, a esa fiera sanguinaria que protege a los opresores?
Para el Estado burgués, ni ayer ni hoy AMLO ha representado un peligro. Si en 2006 y después en 2012, la burguesía no le reconoció el triunfo fue debido a que no lo consideró conveniente, en esos momentos, debido a la situación reinante, no porque le temiera al charlatán de marras.
Testimonio irrefutable de lo anteriormente dicho han sido las nulas convocatorias a sus seguidores tanto en 2006 como en 2012 para luchar contra la usurpación. Al contrario, López Obrador le ha servido a la burguesía porque al igual que Cuauhtémoc Cárdenas ha sofocado la indignación popular despertada tras los escandalosos fraudes electorales. ¿Qué burgués podría temer a alguien que apaga con eficacia y prontitud las llamas que amenazan con convertirse en un colosal incendio?
Un demagogo que predica moralismo burgués y al que solo le falta la sotana monacal no representa peligro alguno para el Estado capitalista. Al contrario, le sirve mucho.
AMLO, Ricardo Salinas Pliego, Manuel Bartlett Díaz y compinches se frotan las manos pensando que el fruto maduro caerá en sus manos en 2018. Pero, dice el refrán popular que “del plato a la boca a veces se cae la sopa”.
Bien, es verdad que la maquinaria propagandística de la reacción burguesa favorece, actualmente a López Obrador y compañía. Tan solo hay que echarle una mirada a las encuestas para darse cuenta del favoritismo existente de tales “encuestas”.
No hay que olvidar que tal situación existió en 2006 y 2012, sobre todo en 2006, y sin embargo, al final se aplicó la voluntad de la gran burguesía, imponiendo al pigmeo panista Felipe Calderón y después de igual manera en 2012 al sátrapa Enrique Peña Nieto.
El que AMLO sea puntero en las dizque encuestas y que sea entrevistado y encumbrado, con mucha frecuencia, por las cajas de resonancia de la reacción burguesa, no significa nada. Todo eso es un grotesco y decadente espectáculo circense. Nada más.
Javier Antuna
Tijuana, B.C.