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sábado, febrero 24, 2024
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Transmilenio

En Colombia sucedió igual a Tijuana, con una diferencia: Decisión

 


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Calcule: entre 25 a 50 niños en una guardería. Luego, kínder, mínimo 50 a 200. Enseguida, 600 promedio para primaria, con dos salones por grado. Imagine a todos esos pequeños, parte de familias clasemediera-alta. Significaría que madre o padre de cada uno, los llevaría en su auto. La suma más conservadora, serían 600 vehículos. Restándole más o menos 250 escolares, cuyos padres no tienen carro o alguna vecina se llevó a varios. Entones en Tijuana estarían circulando al mismo tiempo, más de medio millar, solo para transportar asistentes a tres escuelas. Multiplique esos 600 vehículos por 100 planteles. Ya son 60 mil.

A la misma hora, miles de universitarios salen de su casa. Mayormente en auto propio. Aparte, se treparían a su carrito incontables empleados. También numerosos ejecutivos. Cientos de burócratas. Las “colas” enormes rumbo a la Línea Internacional, con miles a trabajar en Estados Unidos. La cifra de vehículos en circulación crece. Luego sucede casi todos los días: numerosas damas en su auto, van a cierto restaurante para asistir a su desayuno semanal, baby shower o cumpleaños. Un auto por cada dama. Atiborran el estacionamiento, pero ya participaron atascando la circulación. También es común diariamente: empresarios o amigos a cafetear. Reuniones de clubes. Asisten también reporteros y fotógrafos. Vehículos para cada uno. Por eso hay lugares donde aparcar en la zona céntrica de la ciudad. Los estacionamientos, casi siempre están repletos, como en los centros comerciales. De los autos que ahí arriban, la mitad transportan a familias o parejas para asistir al cine. Pero el resto llegan solamente con el conductor. Luego lo increíble: taxis inundan los principales bulevares y avenidas. No es un secreto cómo existen dos y hasta tres luciendo el mismo número. O circulando amparados en copias de idéntica promoción ante juzgados. Igual pasa con tanta “calafia”. Total, cada día son más los vehículos en circulación. No hay medidas ni tope. De paso, los domingos por la tarde y noche, es común el espectáculo: autobuses antiguos con sobrecupo. Sucios y destartalados. Por eso el transporte público es incómodo, inseguro y costoso. Duplica las tarifas del interior de la República. Los autobuses usados en cualquier ciudad son infinitamente mejores a los que “prestan servicio” en Tijuana. Así, una grandiosa mezcla de vehículos.

Las “vías rápidas”, llamadas así al momento de ser inauguraras, ya dejaron de serlo. Los bulevares tienen tránsito lento. Circular por el centro es problemático. Va desde riesgo de accidentes, hasta corajina por conducir. Quebradero de cabeza para peatones. Total, un embrollo urbano. Costoso. Provoca enorme contaminación. La vida del pavimento es más corta. Esa necesidad de “bachear”, impide en ocasiones asfaltar calles en zonas alejadas del centro. Todo esto obliga a comisionar numerosos policías para vigilar el tránsito. En las llamadas “horas pico”, un desastre.


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El recién saliente Ayuntamiento de Tijuana, promovió lo que llamó Ruta Troncal. Provocó más descontentos políticos, que en realidad justificados. La gran equivocación fueron las famosas “boyas”. Exageradas hasta convertirlas en peligro. Pero el propósito era bueno: hay ciudades mexicanas donde este sistema funciona con efectividad. Las llamas Ruta de Circunvalación o Perimetrales. Varios estados del centro del país las tienen. Autobuses pintados con el amarillo característico de los taxis. Mercedes Benz. Cómodos, amplios y con tarifas más bajas que las impuestas en Tijuana. No tienen “paraderos”, como se planeó y dejó a medias en la frontera. Pero sí un horario fijo y lugares para ascenso y descenso de pasaje. Recién leí un amplio artículo escrito por Angélica Enciso, en La Jornada del Distrito Federal. Vivió la experiencia en Colombia. Igual que en Tijuana, se pretendió instalar un sistema de trenes. Así quería el ex alcalde Francisco Vega. Empezaron a construirlo. Ni a medias llegó. Salió carísimo. Los ciudadanos pagaron y quedaron desilusionados. En realidad, el proyecto era faraónico. Pero en Colombia, hace diez años llegó un Alcalde con decisión. Antanas Mokus, descendiente de griegos. “Plasmó su sello en una ciudad caótica en su transporte y en su forma de vida. Había un gran número de vendedores ambulantes, transporte desordenado y poco control sobre los automóviles que se estacionaban sobre las banquetas”, escribió el periodista. “Todo empezó con una revolución cultural, con la promoción del respeto a los peatones y del uso de la bicicleta”. Luego se inició lo que llamaron Transmilenio. Un proyecto parecido a la Ruta Troncal de Tijuana. Autobuses especiales para circular en carriles de izquierda y con paradas iguales al metro. De inmediato se vio. El costo de operación era muchas veces menor que construir un tranvía, pero 100 veces más efectivo.

Naturalmente, en Santa Fe de Bogotá como en Tijuana, los transportistas se opusieron. Realizaron bloqueos y protestas, manifestaciones en Palacio. La Jornada relata que “…los transportistas son un gremio poderoso, con gran influencia política y cuando son tocados reaccionan por todos lados”. Pero la autoridad se mantuvo. El proyecto iba con o sin ellos. Ante tal decisión, las empresas no tuvieron más remedio que asociarse al nuevo plan.

Se inició con una ruta de 42 kilómetros por las principales avenidas. Tanto autoridades como transportistas, vieron resultado positivo hasta inaugurar nueve trayectorias. En unos meses, esperan cubrir entre 80 o más kilómetros. Se calcula un millón 800 mil usuarios por día. Las estaciones o “paraderos”, están a una distancia de 650 metros. Cada uno tiene estacionamiento para automóviles y aditamentos especiales para colgar las bicicletas. Para eso también se construyeron ciclo-pistas que desembocan en la terminal. Tienen vigilancia necesaria, sobre todo una intensa revisión de los pasajeros para evitar que transporten armas o explosivos. Por eso en cada estación, resalta un letrero iluminado día y noche. “Enciende la vida…apaga la pólvora”. Aunque en Tijuana, el narcotráfico causa diariamente muchas muertes. Los autobuses arriban a una hora fija. Actualmente, circulan 605 en “horas pico”. Fuera de este tiempo, se reduce la flotilla en casi 400. Con todo esto, los automóviles solamente transportan al 18 por ciento de la población. Esto ha permitido que los recorridos sean más rápidos, comparados con la circulación normal. Esto significa, mínimo, un ahorro de 20 minutos en adelante.

Pero hay algo curioso: todo ha sido posible porque utilizar un auto individualmente, cuesta. Se le carga un 20 por ciento de sobreprecio a la gasolina. Con eso se costea la ruta Transmilenio. Además, se impusieron prohibiciones para circular automóviles lunes y viernes. De las seis a las nueve de la mañana y de las cuatro a las siete de la tarde. Y lo significativo. El costo del transporte, es equivalente a seis pesos mexicanos. Con el mismo boleto, el usuario puede utilizar cualquier ruta pasar a otra.

En Tijuana, la famosa Ruta Troncal provocó desde manifestaciones, hasta atropellos a periodistas, bloqueos y diarias reclamaciones en la prensa. Los hechos han demostrado que el movimiento tuvo más fondo político que verdadera defensa. A los ciudadanos no les incomodó la Ruta Troncal, sino la autoría. Tronó con las enormes “boyas” que se colocaron. El nuevo Ayuntamiento las quitó. Fue puro gasto inútil, pero el proyecto de mejorar el transporte quedó estacionado. Se acabaron las manifestaciones, ya no hay protestas. Cesaron los bloqueos. La ciudad sigue siendo un desorden. Cada día, más vehículos y menos calles o avenidas. Los congestionamientos crecen aumentan los accidentes. Es un desorden. En esto, Tijuana rebasó el tercermundismo. La política y los intereses son superiores a la comodidad ciudadana.

 

Tomado de la colección Dobleplana de Jesús Blancornelas, publicado el 7 de enero de 2005.

Autor(a)

Redacción Zeta
Redacción Zeta
Redacción de www.zetatijuana.com
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