Por lo menos sobran cien diputados federales. Para empezar, los partidos están sobre-representados y por eso hay más improvisados que políticos. Por eso abundan los debates inútiles, muchos no saben ni lo que hablan y rayan en el protagonismo, especialmente cuando les ponen una cámara de televisión por enfrente. La Constitución obliga a los señores diputados a tener un quórum de asistencia y por eso deben estar oyendo allí discusiones que o no les importan o no les entienden. Luego votan por obediencia política, y raramente con verdadera convicción.
Por eso es un relajo. Unos se duermen. Otros leen el periódico. Sobran los platicadores. Y seguramente la Cámara de Diputados es el único lugar en el mundo donde se usan tantos celulares. Los utilizan para platicar con otro colega fila de por medio. Llaman por larga distancia a sus familias “haciendo conchita” con la palma de la mano en el aparato según eso para que no se oiga, pero a la hora de la hora todo mundo se da cuenta sin querer queriendo. También atienden por el inalámbrico sus negocios personales, al amigo o recomendado que solicitan ayuda “para ver al señor Secretario” o piden la clásica “metida de hombro”. De todo.
El Senador de la República Amador Rodríguez Lozano, me entregó copia de la versión estenográfica de su intervención en la Cámara Alta, donde propuso eliminar a cien diputados de representación proporcional en las próximas elecciones. Pero a la vez, sugirió modificar la Constitución que solamente obligue asistencia de los diputados cuando se instale el Congreso y en las votaciones. Los demás días, que se pongan a trabajar en las comisiones que les asignaron para que, si no saben, les instruyan qué van a tratar el día que los toque debatir.
Pero también sobran senadores. Según Amador Rodríguez, por lo menos 32 de representación popular. Dice que esta fórmula impuesta desde 1994 a la fecha sólo ha tenido un resultado simple: Mayor cantidad y poca o casi nada de calidad. Desde hace mucho tiempo se ha comentado que los señores senadores solamente sirven para aprobar solicitudes de trabajo en embajadas o consulados, o votar para imponer condecoraciones. Antes casi siempre de allí salían gran parte de los candidatos a gobernador. Ahora va perdiéndose esa tendencia.
Por eso Rodríguez Lozano propone nuevas reglas. Desde ocuparse los senadores en diseñar los gastos estatales con fondos federales, hasta que las comisiones discutan los asuntos en lo particular para llegar al pleno y presentar un voto fundamentado, razonado, lúcido y no andar a última hora con improvisaciones o actitudes impresionistas. El Senador sugirió la reelección de diputados hasta tres veces y de senadores solamente una, justificándolo como un paso para el establecimiento de la verdadera carrera legislativa y para que no se pierda la memoria parlamentaria, permitiendo así la continuidad en el trato de los asuntos nacional. En su proyecto define que los partidos solamente puedan presentar a relección el 50 por ciento de sus candidatos.
Todo esto lo justifica con una razón válida: Si antes hubo necesidad de fórmulas especiales para abrir las puertas del Congreso y el Senado a la oposición, hoy las fuerzas políticas están niveladas y por ello hay la sobrerrepresentación en los partidos. Total, la iniciativa del Senador Rodríguez Lozano fue turnada a estudio desde el 24 de noviembre. Nadie volvió a tocar el tema.
Esto me recuerda una reciente plática con el Licenciado Rodolfo Echeverría Ruiz cuando recordó que en 1965 fue aprobada la reelección de los diputados federales. Reelección que, a su juicio, técnica, oficial y políticamente es válida hasta el momento. Sobrino del ex-Presidente de la República, Luis Echeverría Álvarez, dirigente de las juventudes priistas, colaborador del Licenciado Carlos Alberto Madrazo en el PRI nacional, diputado federal y Embajador de México, me recordó como si fuera ayer ese episodio. Se trató de una votación por unanimidad en la Cámara de Diputados.
Entonces cuatro notables de la política manejaban la legislatura: Don Alfonso Martínez Domínguez a los priistas y, por cierto, único sobreviviente de aquel suceso. Don Adolfo Christlieb Ibarrolla, conducía a los panistas. El inolvidable Licenciado Vicente Lombardo Toledano a los del Popular Socialista y el General Juan Barragán, a la minifracción del Partido Auténtico de la Revolución Mexicana. Lógicamente, Martínez Domínguez tenía el visto bueno del entonces Presidente de la República, Licenciado Gustavo Díaz Ordaz. Con eso y su habilidad de toda la vida, logró el acuerdo cuando entonces sí se hacía política y no como ahora, puritito escándalo y protagonismo.
Sucedió entonces lo increíble: El líder nacional del Partido Revolucionario Institucional, don Carlos Alberto Madrazo, se opuso a la reelección y en el fondo al Presidente. Sus discursos en sentido contrario retumbaron primero en San Luis Potosí, luego en Monterrey, siguieron en Culiacán y remataron en el Distrito Federal días antes de la convención nacional priista.
Punto y aparte, su hijo Roberto, hoy Gobernador de Tabasco, me recordaba hace algunas semanas las hazañas de su padre. Y ésta de ponérsele por enfrente al Presidente es notable. Según las crónicas de Darío Vasconcelos, don Carlos Madrazo dijo a propósito de la reelección: “…ahora sólo es una sola voz la que se escucha –refiriéndose obviamente al Presidente– mientras el pueblo calla porque no tiene medios de expresarse –la prensa entonces no publicaba nada contra el Gobierno– y porque hay gentes venidas no sé de qué selecta galaxia de los espacios siderales –insinuaba a Martínez Domínguez– que sintiéndose superior a todos, dicen con aire de suficiencia que el pueblo no está maduro y no sabe lo que quiere, por eso nosotros sustituimos su voluntad”.
Madrazo dejó por escrito este episodio estremecedor: “Cuando hace dos años tuve que enfrentarme a un grupo desbocado de políticos ambiciosos que querían reelegir indefinidamente a los diputados, para luego seguir por ese peligroso camino, una noche discutía la situación con un alto funcionario del Gobierno –se trataba del Presidente Díaz Ordaz pero Madrazo no quiso aludirlo directamente y por escrito–. Le hablaba de lo impopular de la medida, de los cientos de miles de hombres que dieron su vida peleando por el sufragio efectivo y la no reelección, le hablaba del pueblo mexicano que da todo y sólo pido que no se le traicione, hablaba del pueblo y de pronto escuché estas palabras terribles: ‘Licenciado, ¡el pueblo no existe! La opinión pública la hacemos nosotros con los periódicos’”.
Pero entonces Madrazo no se echó para atrás. Su enfrentamiento ya no era nada más con el jefe de los diputados priistas. También con el Presidente. Díaz Ordaz viendo que aquello no caminaba actuó políticamente. Permitió que los diputados aprobaran la relección. Que el acuerdo fuera turnado a la Cámara de Senadores para su aprobación definitiva. Se le dio lectura y se turnó a la Comisión de Asuntos Legislativos y Puntos Constitucionales. Allí está todavía. Nunca se discutió para su aprobación. Igual que la de Amador en noviembre pasado.
Con sus diferencias: Han pasado 39 años. Rodríguez Lozano tiene por razón natural el apoyo presidencial, pero los diputados y senadores no se han dado por enterados. Si no se discute este asunto, los mexicanos tendremos que seguir pagando el millonario sueldo de 100 diputados que nos sobran y 32 que ni falta nos hacen.
Escrito tomado de la colección “Conversaciones Privadas” y publicado el 28 de diciembre de 2012; propiedad de Jesús Blancornelas.