Se lo dijeron a María Félix antes de morir. Eso de “…acuérdate de Acapulco” no lo compuso Agustín Lara para dedicársela. Era una de muchas canciones que tenía guardadas el músico-poeta. Catorce años antes de conocer a “La Doña”, otra mujer fue su inspiración. A ella primero le cantó “María Bonita”. Estaban solos. En el último piso de entonces afamado hotel acapulqueño. Gran suite. Le llevaron a Lara especialmente un piano. Lo subieron nueve hombres por la escalera de servicio. Y entrando al aposento Agustín ordenó colocar monumental arreglo de rosas. “…tan grande como un árbol navideño”. Fue necesario utilizar tres florerías. En el centro una mesa lujosa. Botellas de champagne. Caviar iraní. Lonchas de pavo. Quesos franceses. Y una bandeja repleta con granadas abiertas. “Rojísimas, sensuales y tentadoras”.
Entonces “María Bonita” solamente tenía dos estrofas: “Acuérdate de Acapulco/ de aquellas noches/ María Bonita, María del alma/ Acuérdate que en la playa con tus manitas/ las estrellitas las enjuagabas/ Tu cuerpo del mar juguete, nave al garete/ venían las olas, lo columpiaban/ y cuando yo te miraba, lo digo con sentimiento/ mi pensamiento me traicionaba”.
Cuentan que el “ingenio travieso” de Agustín Lara está muy claro allí: Primero: María Félix no tendía “manitas”. Las suyas eran largas y grandes. Menciona “estrellitas” porque así le decían a su amada de entonces. Escribió “juguete” cuando tal se llamaba el cabaret donde ella cantaba. Y “María Bonita” lo inspiró un paseo que por la playa acapulqueña tuvieron. Enamorados. De manita sudada. Todavía sin llegar a la alcoba. Por eso aquello de que al verla “…mi pensamiento me traicionaba”. Significa que se ilusionaba en esos momentos tenerla completamente suya.
La segunda estrofa: “Te dije muchas palabras, de esas bonitas/ con que se arrullan los corazones/ pidiendo que me quisieras, que convirtieras/ en realidades mis ilusiones/ La luna que nos miraba ya hacía un ratito/ se hizo un poquito desentendida/ Y cuando la vi escondida/ me arrodillé pa’besarte y así entregarte/ toda mi vida”.
Cuando cantó “pidiendo que me quisieras” significa: Agustín le suplicó matrimoniarse. Pero ella era casada. Fue cuando insistió “convertir en realidades mis ilusiones” uniéndose. Hay algo simpático. Significativo. Jamás fue en aras de la rima como metió un tosco “pa’besarte”. No. En principio era “para amarte” que cuadra. Pero cuando se la cantó por vez primera, todavía no hacían el amor. Y como era un romance secreto Lara la guardó en lo que llamaba “el arcón de mis recuerdos”. Solamente la tarareaba cuando estaba solo. De lejecitos su eterno ayudante escuchaba y nunca dijo nada. Por lealtad.
Catorce años después Agustín casó con María. Ella quería luna de miel en Mérida. Pero él prefirió Acapulco. Supuestamente para recordar aquel amor imposible. A pesar del tiempo no olvidaba. Pero luego en su matrimonio tronaron disgustos y pleitos. Hasta Lara balaceó a María por celos. Afortunadamente sin tino con todo y tan corta distancia. En medio de todo llegó el primer aniversario de bodas. Terminaba 1946. Agustín decidió contentar a María. Reunió a sus cuates, les propuso subir afinado piano a un camión. Luego pasó por Salvador Uranga, su violinista consentido. Enseguida fue a la casa del tenor Pedro Vargas. A grito de “¡Perico!” salió y también fue encaramado. Practicaron entonces la tercera estrofa compuesta de “María Bonita”. Compuesta a las carreras y para satisfacer a la mujerona. Llegaron hasta la Colonia Polanco del Distrito Federal. Estacionaron el vehículo. Merito debajo de la ventana donde cerca dormía María. Y empezó aquella serenata de lujo “estrenando” la canción “dedicada” a “La Doña”. Nada más de oírla y le perdonó todo a Lara.
La tercera estrofa no tiene hilazón con las dos primeras. Fíjese. No trata sobre “cosas bonitas” de esas “con que se arrullan los corazones”. Tampoco nada parecido a “convertir en realidades mis ilusiones”. Y después de un año casados, en cuestión pasional ya no podía traicionarla con su pensamiento. Pero la tercera estrofa sí acomoda a María Félix: “Amores habrás tenido, muchos amores/ María bonita, María del alma/ pero ninguno tan bueno ni tan honrado/ como el que hiciste que en mí brotara/ Lo traigo lleno de flores como una ofrenda/ para dejarlo bajo tus plantas/ recíbelo emocionada y júrame que no mientes/ porque te sientes/ idolatrada”.
Y sí. Realmente María sentíase diosa para ser idolatrada. Él llevó su amor “para dejarlo bajo tus plantas” al pie de su ventana. Nada tenía que ver con el paseo en la playa. Pero contrario a las dos estrofas se refirió a una María que tuvo amores, muchos amores. No a la que le pidió convertir en realidades sus ilusiones. Realmente a María le compuso dos canciones. “Humo en los ojos” y “Palabras de mujer”. La primera marcando la reconciliación. “…cuando volviste, cuando me viste, antes que a nadie no sé por qué”. Y luego “…niebla de ausencia, que con la magia de tu presencia, se disipó”. Está claro el distanciamiento. La separación y el encuentro.
Esto es apenas parte de un bien hilado libro: “María del Alma”. Biografía novelada de Agustín Lara. Escrita por Pilar Tafor y Daniel Samper Pizano. Editado por Plaza y Janés, 2003. Y como bien lo refieren el par de autores. “Es imposible saber dónde termina la realidad y dónde empieza la leyenda” del músico-poeta. Consideran su libro producto de una tarea muy difícil. Es que aclaran, Agustín soltaba “hermosas mentiras”. Las acomodaba “al personaje que había inventado para sí mismo”.
Es el caso de “Solamente una vez”. Se la dedicó al cantante y artista José Mójica cuando éste decidió salir de la farándula para entrar al convento. O “…yo sé que es imposible que me quieras, que tu amor para mí fue pasajero”. La compuso despechado a Marucha. Una pirujita y trigueña. Era su adoración. Muchos años antes de “María
Bonita”. Pero se le revolvía el estómago cuando él tocando piano en un burdel la veía cambiar sus besos por dinero “…envenenando así mi corazón”. Cantarle a Marucha le salió caro. La mujercita al oírlo tomó una botella de tequila rompiéndola en la barra. Y entonces le partió la cara. En fin. Hay más episodios en libro. Todo un melodrama novelado.
Escrito tomado de la colección “Dobleplana” de Jesús Blancornelas, publicada el 25 de agosto de 2013.