Resulta imperante que Enrique Peña Nieto se dirija a los empresarios, a los mexicanos todos, y en cinco puntos tan claros y efectivos como los de Donald Trump, nos diga qué hará, promoverá y proyectará para contener la embestida que viene del norte y establecer condiciones para el desarrollo y crecimiento del mercado interno
INCLUSO ANTES de tomar posesión como presidente de Estados Unidos, Donald Trump ya está impactando en la economía de su país, la mexicana y la internacional. Dos hechos contundentes lo confirman. Primero, la retención de la inversión en la Unión Americana de la empresa Carrier, que tenía proyectada una planta para la manufactura de aires acondicionados en Nuevo León, México, y después la crítica que hizo el empresario del entretenimiento a la compañía Boeing en un comentario en Twitter (“Boeing está construyendo un Air Force One 747 nuevo para los futuros presidentes, pero el costo es muy alto, más de 4000 millones de dólares ¡Cancelar el pedido!”) y que le valió a la avionera la caída de sus acciones, luego de que el presidente de la compañía criticó el modelo de comercio propuesto por el futuro mandatario de la Unión Americana.
Va. Donald Trump tiene ya la voz con peso de quien administrará una de las principales potencias del mundo, y la está haciendo valer. Con cinco breves pero determinantes premisas está cambiando la forma de hacer comercio internacional con miras a proteger la economía de su país, apostándole al proteccionismo y el desarrollo del mercado interno.
Él se ha comprometido no solo a replantear o incluso salir del Tratado de Libre Comercio, también a no figurar en el Tratado Transpacífico de Cooperación Económica (TPP) firmado por 11 países, para impulsar la economía Asía-Pacífico; además, incentivar a las empresas norteamericanas con menos impuestos para que inviertan en su territorio y no en el extranjero; invertir en infraestructura para el desarrollo de negocios, y tasar con un 35 por ciento el arancel para la importación de productos mexicanos, encaminado a afectar de manera negativa a las empresas de Estados Unidos que manufacturan en nuestro país y después importan su producto ya terminado.
Mientras Donald Trump ha hecho públicas estas políticas a seguir una vez que tome posesión, el 20 de enero de 2017, Enrique Peña Nieto, representante del gobierno de la república mexicana, se ha quedado callado. Igual que en el manejo de otros problemas que aquejan al país, como el de la inseguridad producto del narcotráfico y crimen organizado, el presidente de México no ha esbozado una propuesta para prevenir o revertir los daños que la economía nacional pueda registrar una vez llevadas a cabo las estrategias del próximo presidente de Estados Unidos.
El momento no es para ignorar a Trump. No después de ver que con solo dos acciones ha impactado de manera negativa el comercio internacional, en uno de los casos con daños a las finanzas mexicanas. Resulta imperante que Enrique Peña Nieto se dirija a los empresarios, a los mexicanos todos, y en cinco puntos tan claros y efectivos como los del estadounidense, nos diga qué hará, promoverá y proyectará para contener la embestida que viene del norte y establecer condiciones para el desarrollo y crecimiento del mercado interno.
Ante el cada vez más evidente vacío del gobierno mexicano, hay quienes han alzado la voz en un intento por hacer que el presidente y su gabinete comiencen a por lo menos plantear una política pública para el desarrollo de la economía antes de la tempestad financiera que puede arreciar en este país después del 20 de enero.
Efectivamente, primero el empresario mexicano Carlos Slim Helú, quien de entrada consideró que las medidas adoptadas por el presidente electo de Estados Unidos harán un bien a aquella nación, está convirtiéndose en el principal promotor del desarrollo y fortalecimiento del mercado interno mexicano para reactivar la economía; conocedor, explicó cómo antes de la crisis de los 80, México basaba su economía en el mercado interno y registraba crecimientos por encima del seis por ciento anual.
A la par, la república de China, en voz de su embajador en México, Qiu Xiaoqi, ofreció ayuda a México precisamente ante las amenazas de Trump. “Estamos dispuestos a aumentar esfuerzos junto con la parte mexicana para inyectar nueva energía en el desarrollo de estas relaciones en los próximos años y estamos convencidos de que la cooperación va a fortalecer mucho”, dijo después de comprometer a su país a ser un aliado del nuestro.
La presidencia de la república, sin embargo, no ha dicho palabra de aliento para el desarrollo de negocios y la promoción del comercio en México. El gobierno se ha centrado en la más fútil de las propuestas de Trump: la construcción de un muro a lo largo de su frontera con la nuestra, y que deberemos pagar los que vivimos de este lado.
El presidente y su gabinete no entienden que el muro no es el problema. Quienes vivimos en la frontera hemos aprendido a convivir no con uno, sino dos muros. Uno para evitar el paso de personas, otro para impedir el cruce de vehículos.
Finalmente, ahí el objetivo es mediático. De ahí que los muros no han impedido el comercio y las relaciones económicas en las entidades mexicanas con los estados estadounidenses en vecindad. Las transacciones comerciales, las importaciones y exportaciones, los negocios bilaterales, el entendimiento entre autoridades y comunidades empresariales y sociales, no se han detenido por una barrera física, símbolo del repudio sí, pero nada más.
Al unísono se han fortalecido con el respeto de la autonomía de los territorios, las leyes de internación en los países, y los entendimientos y acuerdos económicos para el desarrollo de economías conjuntas.
A estas alturas está demostrado que la crítica de Trump mueve la bolsa de valores, y las negociaciones internas alejan las inversiones de otros países. Lo que los mexicanos necesitamos no es un debate de si el gobierno pagará o no por el odioso muro, sino saber de qué forma el presidente será el impulsor de la economía mexicana. ¿Bajará impuestos para la apertura de empresas? ¿La Comisión Federal de Mejora Regulatoria eliminará algunos de los cientos de miles de normas para la creación, crecimiento y desarrollo de las empresas mexicanas? ¿Establecerá normas para ponderar la utilización de insumos nacionales en las maquiladoras? ¿Incentivará a las transnacionales para que inviertan más y se diversifiquen en nuestro territorio? ¿Eliminará los moches y las comisiones que los empresarios deben dar a funcionarios federales, estatales o municipales para construir compañías? ¿Garantizará la seguridad ante la delincuencia que ahora representa otro gasto cada vez más oneroso para las empresas?
Es urgente que el gobierno de México deje de pensar en establecer medidas simplonas para “proteger” a los mexicanos de una barda y presente políticas públicas que incidan en este país y no en territorio ajeno. A la fecha la única acción contundente de la administración de Peña Nieto ha sido la serie de recomendaciones para los mexicanos que residen en Estados Unidos, y que se limitan a establecer una mayor comunicación entre nuestros connacionales y sus representaciones consulares.
La reacción del gobierno de Enrique Peña Nieto ha sido bastante tímida. Se ha visto, desde aquella visita histórica del candidato neoyorquino a Los Pinos, avasallado por el vecino y sus políticas de tirria, persecución y divisionismo. Mientras, Donald Trump ya logró, con un tuit, que Boeing le rebaje el precio del avión presidencial (por cierto, el gobierno mexicano pagó lo que le pidieron de inicio y más), y que una compañía desdeñe la oferta mexicana para instalarse en este país.
Acaso será que México en este momento tiene al presidente del revés: cuando Enrique Peña Nieto debió ignorar a Trump lo reconoció en Los Pinos —y peligrosamente lo rescató en una contienda donde se perfilaba como el perdedor—, y ahora que urge que actúe al parecer decidió no oírlo ni verlo. Vaya contradicción en un país que pronto comenzará a pagar el precio de tan burdo apocamiento, pues ya no se sabe cómo interpretar lo que le pasa al gobierno federal ahora sí que desde la cabeza.