Era tan bella, tan bella
que de su ser resaltaba
lo que a los hombres dejaba
boquiabiertos la doncella.
a mí me quitaba el hipo,
al mirarla lujurioso
por su caminar, deseoso,
de probar algo tan rico,
extra grande, nada chico,
muy lindo y muy deliciosos.
Las mujeres la envidiaban
con destellos de tristeza
y rencor por su belleza
al pasar le demostraban
y unas miradas le echaban
con unos ojos saltones,
cuchicheando borbotones
de palabras lisonjeras,
murmurantes, lastimeras,
azoradas por sus dones.
¡Qué hermosura!, qué detalle
del señor, al otorgarle
tal elegancia y dotarle
un maravillosos talle
además de su figura
porque de haberlo querido
Él mismo habría conseguido
una venus de a de veras
redondeando sus caderas
y moldeando su cintura.
José Miguel Ángel Hernández Villanueva
Tijuana, B.C.