Esta película tiene cuatro elementos a favor: las excelentes actuaciones de Alicia Vikander, Rachel Weisz y Michael Fassbender, además de una premisa interesante basada en la novela que M.L Stedman publicó hace cuatro años.
La historia es sencilla de explicar: Tom Sherbourne (Fassbender) es un veterano de la Primera Guerra Mundial que trabaja cuidando un faro en las costas remotas de Australia. Su pareja es Isabel (Vikander), a quien conoció y casi al instante se enamoró de ella.
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El joven matrimonio disfruta su soledad en esta zona prácticamente alejada del mundanal ruido, pero tiene un problema: no logran tener un bebé. En eso ven una embarcación con un hombre muerto a bordo y un infante. La decisión es bastante desafortunada para todos los involucrados.
Pasan los años y la niña crece como hija de esta pareja que oculta bien el secreto hasta que se topan con la verdadera madre de la pequeña. Y entonces comienza la lucha entre el querer y el deber, sobre todo cuando él desea contar la verdad y ella se aferra a su maternidad por adopción.
El resto de este largometraje dirigido sin problemas por Derek Cianfrance depende de una espléndida fotografía y de los paisajes naturales que hacen trascender la mayoría de las escenas. En cuanto a la trama claro que hay muchos momentos predecibles y, por supuesto, no hay nada aquí que no hayamos visto antes, incluyendo el trabajo soberbio de quienes encabezan este reparto.
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Finalmente, la carga emocional de esta complicada situación, la guerra de afectos, la lucha entre el bien y el mal son razones que lo llevan a uno a involucrarse con una cinta que a veces pierde credibilidad, pero estas y otras flaquezas en la narración pronto se olvidan cuando uno se concentra en lo que realmente vale la pena aquí: Fassbender y Vikander. No se diga más. ***
Punto final.- Ya llegan las películas que buscarán su lugar en el Óscar.
