En la búsqueda del poder hay que ser pragmático, tienes que arrancárselo a quien lo detenta, y para eso, en un país con nuestros enconos sociales, con tal disparidad económica, con tal ineficiencia y falta de empatía de quienes gobiernan, con los márgenes escandalosos de impunidad y corrupción, tienes que hablarle al hígado de las personas. AMLO entiende muy bien que, con un discurso basado en la necesaria equidad de género, el obligado respeto irrestricto a los derechos humanos, y la defensa de la diversidad sexual obtienes un resultado como el de Patricia Mercado, o conviertes al PRD en lo que los chuchos lo han convertido: un partido sin atractivo social, que se aprecia demasiado parecido y cercano a quienes la población quiere echar del poder.
La fuerza electoral de la izquierda surge a partir del rompimiento del pacto que le daba sustento al PRI, la razón principal fueron las diferencias entre las corrientes internas respecto del modelo económico. Ese discurso, hoy ciertamente trasnochado de cara a las circunstancias actuales, es, sin embargo, el que le sigue permitiendo ser competitiva electoralmente, y se actualiza discursivamente por la percepción de fracaso del modelo impuesto desde 82, aunque en los hechos, una vez en el gobierno, se gobierne dentro de los límites de lo aceptable internacionalmente, aprovechando la coyuntura que se presente para civilizar.
Esa fórmula funcionó en el PRD mientras Cuauhtémoc, AMLO y Ebrard gobernaron la capital mexicana, por eso el enorme respaldo que la izquierda construyó, acercando votantes de todas las clases sociales.
El PRD hoy está perdido en la nada, y AMLO, cosechando en solitario los votos que hicieron competitiva a la izquierda. Se trata, entiendo, de ganar el poder para poder gobernar distinto y demostrar con hechos que la izquierda puede gobernar mejor, sin rompimiento del orden internacional, sin desestabilizar la economía, pero avanzando como ninguna otra corriente ideológica en el proceso democrático, civilizatorio, y justiciero, en un país injusto.
Cardoso gobernó sin los radicalismos que defendía desde su trinchera académica y política, Lula igual; en Chile fue la unión de la izquierda y derecha democráticas, la que permitió construir civilizando y aprovechando las ventajas del orden económico mundial, pero aquí no hay demócratas suficientes y los protagonistas opositores del enfrentamiento de modelos que se dio en el 88 son los que aún se están disputando el poder. Los jóvenes de treinta para abajo, generacionalmente, están buscando pockemones, el país les vale madre, ellos ya tienen su mundo virtual arreglado.
Las alternativas que los mexicanos tenemos, son: permitir el retorno de la derecha facistoide, conservadora, corrupta e inoperante o; la permanencia de la derecha torpe, frívola y corrupta, incapaz de aterrizar exitosamente ninguna reforma por la ausencia de legitimidad que su cleptomanía le genera.
AMLO, con todos sus defectos, es un hombre bueno, incorruptible, el único con la estamina, el carácter y la capacidad de gobernanza que puede generar los cambios que el país requiere.
Falta que dome a sus ambiciosos que a toda costa quieren impedir la unión de la izquierda, falta que abandone actitudes arrogantes que insultan frecuentemente a sus aliados naturales, pues éstos tienen poder territorial y la estructura que a él le falta. Me parece ridículo que absuelva los pescados de los grandes pecadores, que ofrezca amnistía a los corruptos, pero no sea capaz de ofrecer la mano a quienes lo han acompañado hasta la ignominia y el ridículo en estos 16 años que lleva persiguiendo la presidencia de la Republica, él debe demostrar todavía que está hecho para ser un gran estadista.
Jesús Alejandro Ruiz Uribe fue dirigente del PRD en Baja California, ex diputado local por el mismo partido y actualmente es Rector del Centro Universitario de Tijuana en Sonora. Correo: chuchoruizuribe@gmail.com