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martes, febrero 20, 2024
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Familias

“La mar es la inexorable noche social en que la penalidad arroja a sus condenados. La mar es la inmensa miseria. El alma, naufragando en este abismo, puede convertirse en un cadáver. ¿Quién lo resucitará?”. Esa es la pregunta que Víctor Hugo dejó para la posteridad al escribir “Los miserables”, en medio de un contexto de turbulencia posterior a la Revolución Francesa.

El mismo cuestionamiento se viene inevitablemente a la memoria, al pensar que en el México de hoy, las familias enfrentan el peso de ese abismo que la crisis cada vez más generalizada y pronunciada sacude su endeble estabilidad económica, anímica, en ocasiones moral.


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Vivir entre la inseguridad y la escalada de precios en nuestro país, hace a muchas familias infelices. Sufrir la pérdida de un ser querido por las balas del narcotráfico o el crimen organizado, perderlo por no estar en condiciones de pagar un rescate, o porque el criminal quería la vida que el otro poseía. En este México las oportunidades de desarrollo, de crecimiento, escasean, y ese ambiente es propicio para el llamado de la delincuencia que es otra expresión de la miseria humana.

El gobierno del Presidente Enrique Peña Nieto presume haber creado dos millones de empleos, pero no aclara que son de mano de obra barata, con salarios de hambre. La disyuntiva entre morir de hambre o delinquir por dinero se ha convertido en una premisa no tan difícil de resolver para una gran parte de esta sociedad.

A la infelicidad de las familias producto de la inseguridad, se ha de sumar la tragedia de contar con una moneda devaluada. Los pesos no valen lo que hace poco más de tres años. El 30 de noviembre de 2012, un día antes que Peña tomara posesión, la paridad peso-dólar (ser vecinos de los Estados Unidos es nuestro marco de referencia en muchos sectores, especialmente en el monetario) se encontraba en los 12.92 pesos por dólar. Tres años y siete meses después, el mismo dólar lo adquirimos por un total de 18.90 pesos. Una simple operación aritmética nos remite a una depreciación (al gobierno no le gusta el término devaluación y lo han erradicado de los libros oficiales) de 46.13 por ciento.


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En esas condiciones, a las familias mexicanas los pesos no les alcanzan para mucho. Cada vez tienen un valor menor, y se adquieren menos productos con ellos. La política fiscal ha acabado con muchos pequeños y medianos negocios que no soportaron la carga económica de sostener un sistema digital para entregar cuentas a la Hacienda Pública. Otros cayeron ante el terrorismo fiscal y unos más se fueron a la informalidad al no poder cumplir cabalmente con las obligaciones fiscales, laborales y familiares.

Y si ese escenario no fuese suficiente para tener cientos de miles de familias infelices en México, los incrementos en impuestos, en servicios y productos, están por esta semana dando al traste en la economía familiar. La energía costará más. Las empresas, compañías y comercios deberán asumir el incremento en la tarifa comercial de la energía eléctrica que dio a conocer la Comisión Federal de Electricidad. Pero no es obvio que asumirán el costo. No absorberán el incremento para generar una pérdida, habrán de ajustar los precios, la calidad, los costos, para poder salir adelante con el cargo adicional. En cualquiera de los casos, serán las familias mexicanas quienes padecerán el incremento decretado por el Gobierno Federal.

Al mismo tiempo, otro gasolinazo. Un incremento en el precio de venta del combustible que también afectará a las empresas, los comercios, las compañías y a las personas que han de utilizar un vehículo como modo de transporte o como herramienta de trabajo. Al igual que en el caso de la energía, es previsible que el incremento impactará en los precios de venta de productos y servicios, que se sumarán a los de por sí altos costos en México.

De acuerdo a la Organización para la Cooperación y Desarrollo Económicos (OCDE), México es el tercer país con los alimentos más caros, y esto se debe a la inflación registrada hasta junio, mes cuando los alimentos se encarecieron. Una inflación del 4.3 por ciento, solo superada por Chile (4.7%) y Turquía (6.6%).

El mismo análisis de la OCDE refiere que respecto al precio de gasolinas, mientras en Estados Unidos se abarataron hasta un 9.4 por ciento en junio, en países de Europa y Asia el combustible se abarató diez veces más que en México.

Sentencia el estudio: “Según los cálculos de la OCDE si no se toma en cuenta el precio de los alimentos y los energéticos la inflación promedio de sus asociados durante junio, último mes del que obtuvo cifras comparables de todos, fue de tan sólo 1.8 por ciento. Pero México se ubicó nuevamente en el tercer lugar de la organización multilateral donde los precios en general de todos los productos y servicios se encarecieron más que los otros asociados al ubicarse en 2.6 por ciento a tasa anual, superado otra vez por Chile y Turquía con crecimientos de 4.3 y 9 por ciento”.

Ahí no acaba. Ante los recientes incrementos, los comerciantes avizoran un aumento en los precios. Enrique Solana, presidente de la Confederación de Cámaras Nacionales de Comercio, sugirió hace unos días que el incremento a tarifas eléctricas “podría traducirse en un aumento en los precios de productos de la canasta básica antes que termine agosto”.

Así, el incremento de 56 centavos por litro en la gasolina Magna y el de 44 centavos en la gasolina Premium, como el incremento de entre un 5.2 y 7.5 por ciento en la tarifa eléctrica comercial, impactarán a las familias mexicanas no en sus recibos y en sus consumos de combustible, tanto como en los precios que habrán de pagar por alimentos, bebidas, ropa, servicios, productos.

En México, por supuesto, también hay familias felices, pero lo son por razones distintas, porque encontraron  sano y salvo a su familiar, porque trabajan en el gobierno, porque su negocio es exitoso, porque su riqueza es heredada generación tras generación, porque los hijos tienen la oportunidad de estudiar, porque la bonanza y la salud los favorece. Pero en el mismo México, hay familias que en verdad luchan contra la miseria en el día a día, y su infortunio tiene raíces semejantes: inseguridad, falta de recursos, desempleo. Muerte, hambre. Y lo peor, dicen, está por venir y no pensemos en años, sino en meses.

 

Autor(a)

Adela Navarro Bello
Adela Navarro Bello
Directora general del semanario ZETA, Consejero de Artículo 19 y del CPJ para las Américas, entre otros reconocimientos, tiene el Maria Moors Cabot 2021 de la Universidad de Columbia.
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