Décimas más, décimas menos, Enrique Peña Nieto llegó a ser Presidente de México con el voto de apenas el 24 por ciento de los ciudadanos con derecho a sufragar. En Baja California, Francisco Vega de La Madrid llegó a gobernador con el favor del 17 por ciento del listado, y un porcentaje similar captó en Tijuana el doctor Jorge Astiazarán para lograr la alcaldía de Tijuana.
Esto significa que solo dos ciudadanos –1.7 o 2.4 de votante si quiere ser preciso– con posibilidad de elegir a su gobernante consideraron que esos que están en la silla del poder, eran las personas ideales para conducir los destinos del país, el estado de Baja California y la ciudad de Tijuana respectivamente .
Tal vez es por eso, porque tienen legitimidad legal, pero no tienen representatividad numérica, piensen que no están obligados a cumplir a todos los ciudadanos. Es posible que especulen que su única responsabilidad sea con esos 2 de cada 10 que los votaron.
Probablemente por eso no les importa la opinión de todos sus gobernados y solo escuchan las propuestas de unos cuantos, que básicamente serían sus amigos –algunos favorecidos de sus gobiernos– y los funcionarios que están sentados a su lado en las reuniones de gobierno y les hablan al oído.
Puede ser una especie de venganza, un reclamo a los gobernados de ustedes fueron y son apáticos conmigo y yo lo soy con ustedes.
De otra manera, resulta difícil entender la indolencia, la despreocupación, el despego que manifiestan respecto a los conflictos sociales que deberían estar atendiendo con eficiencia.
O de qué manera se explica que el 19 de junio, cuando ocurrió la seudo emboscada y el desproporcionado uso de la fuerza en Nochixtlán, Oaxaca, que resultó con una cantidad aún no determinada –ocho es la cifra oficial– de civiles asesinados y más de 100 heridos, la reacción del presidente Peña haya sido solo recordar a su padre y felicitar al corredor de autos, Checo Pérez por conseguir el tercer lugar en la GP de Europa.
Cuál puede ser la justificación válida para que haya reaccionado hasta el día siguiente y de nuevo solo por Twitter para decir que lamentaba las muertes y ordenó investigar. Además reacciona igual a lo que sucede en México que a lo que sucede en Estambul –explosiones en aeropuerto–, donde también lamentó la pérdida de vidas humanas.
Después de Nochixtlán se fue a Cuba el 22 de junio como testigo de los acuerdos de paz entre el gobierno de Colombia y las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), y el 27 a Canadá a la Cumbre de Líderes de América del Norte, ahí dejó a sus funcionarios para que hicieran como pudieran. Allá a 5 mil kilómetros de distancia finalmente el 28 de junio su declaración respecto al tema fue que las leyes no se negocian, que se investigará a fondo, y que “el gobierno” siempre ha estado dispuesto a dialogar.
Salvadas las enormes diferencias del conflicto, en Tijuana apenas el viernes 24 de junio el alcalde Astiazarán tomó una postura similar. En el área este de la ciudad tomaron una escuela, los transportistas se manifestaron en la zona del Río, en la garita de Otay los importadores, pero el munícipe se fue con agenda a San Diego, desde donde tranquilamente ni los vio ni los oyó.
Exactamente lo mismo que en su momento hizo Francisco Vega con los maestros y los retrasos en pagos de sueldos y jubilaciones; los jornaleros explotados en Ensenada; los reclamos en contra de los autos chocolates; o la venta de carros usados entre otros temas.
Parecieran trabajar por la ley del mínimo esfuerzo, sin la menor preocupación a las consecuencias que puede tener el que ellos dejen de hacer, dejen de actuar, sin importarle la opinión de sus gobernados. Y que esto es tendencia generalizada.
Y no se trata de que las autoridades se conviertan en rehenes de otros grupos de poder o de presión, y menos de violentar leyes, pero fueron elector para gobernar para administrar un país, un estado, un municipio, y no pueden hacerlo vía twitter, desde la comodidad de sus oficinas o residencia o desde otros países, y menos fingiendo que no existen.
Porque esa ausencia de gobierno es la que orilla a la gente afectada a considerar que lo correcto es hacer justicia por mano propia.
Si algo evidenciaron las elecciones del 5 de junio fue el hartazgo social respecto a la clase política imperante, así que, señores, llegó el momento de hablar menos y escuchar más, de generar soluciones creativas, de trabajar para absolutamente todos, porque cuando esos conflictos que ustedes califican de pequeños detonan, terminan victimizando a toda la sociedad.