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sábado, febrero 24, 2024
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 El volado del PRI

Carolina Monroy del Mazo no tiene empacho para confirmar lo que todos saben: que quien toma las decisiones en el Partido Revolucionario Institucional, es el Presidente de la República, Enrique Peña Nieto. Que el dedazo en el PRI no ha fenecido, que aquello de mantener al partido alejado del gobierno es un mito, y que como en la época más rancia del priismo mexicano, ni una hoja de un árbol tricolor se mueve sin que lo ordene el Ejecutivo.

Después de la derrota del PRI en las elecciones del 5 de junio de 2016, y de la baja popularidad que tiene Peña Nieto entre los mexicanos, debido en mucho a la impunidad, la corrupción, la inseguridad, la violencia, la pobreza, la injusticia, la inequidad y el hambre que padecen los ciudadanos de este país, la cuerda del castigo se rompió por el hilo que se creía menos delgado. Manlio Fabio Beltrones Rivera hubo de renunciar. Mientras los miembros del gabinete continuaron intocados, lo mismo los gobernadores acusados de corruptos, y en parte también, culpables de la caída electoral.


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Del festejo por la aprobación de sus reformas estructurales en el año 2013, que se coronó con la portada de la revista TIME, donde el Presidente aparecía grandioso, sonriente, con los brazos cruzados al frente y el titular “Salvando a México”, tres años después de su elección y ante la ausencia de resultados tangibles en los bolsillos y las condiciones de vida de los mexicanos, producto de sus cacareadas reformas, la debacle de Peña se ilustró en la portada de la revista Newsweek (competencia de TIME) en Español, con la imagen de un Peña cabizbajo, dubitativo, apagado, y el titular “El Salvador que no lo fue”.

A escasos dos meses del momento en que debe entregar el informe de su gobierno al Congreso de la Unión, la realidad es que el Presidente de la República no tiene buenas cuentas que ofrecer. Cosa contraria, los problemas que impiden el desarrollo de la sociedad mexicana han arreciado, lo mismo que los conflictos de toda índole se han multiplicado, a la par que las facturas políticas le han sido cobradas a él y a su partido.

El grueso de los mexicanos, los de a pie, la clase laboral, la inmensa mayoría, aquellos que no pertenecen a la clase política, la burocracia, el empresariado o a la estructura gubernamental, no han visto claro en relación a su futuro que cada vez parece más incierto. Los precios de la canasta básica han incrementado, la inflación registra -particularmente en esta frontera- números a la alza, los pesos devaluados ante el dólar a la mínima provocación en los mercados financieros internacionales, alcanzan ya para muy poco. Encima de eso, se ha venido la escalada en el incremento de costos en los servicios.


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Esta semana se anunciaron alzas en la tarifa eléctrica y en la gasolina. Y precisamente de esos dos puntos, el Presidente Enrique Peña Nieto, como tal y como candidato, hizo promesas que no ha podido cumplir, y que por lo tanto, se convirtieron en mentiras. Prometió que no habría más gasolinazos y que las tarifas por consumo de energía eléctrica serían reducidas (leer el trabajo periodístico del reportero Francisco Navarro Fausto en las páginas 19, 20 y 21 de esta edición), y son precisamente las que se han incrementado en las últimas horas.

De todas las reformas de Peña Nieto, dos han sido más polémicas por los efectos nocivos que tienen para el desarrollo económico de los mexicanos. Precisamente la energética, y la fiscal. La primera que en medio de denuncias de corrupción en las empresas de combustible del Estado, se ha abierto a la inversión externa en medio de la depreciación del petróleo, lo cual ha llevado al mandatario y su equipo a incumplir sus promesas y cambiar el discurso. La segunda, nos sumergió en una persecución fiscal que inhibe el crecimiento de las personas económicamente activas en este país, y acorrala a las empresas a desarrollarse -particularmente a la pequeña y la mediana- en un complejo mar de reglamentaciones que la orillan a la informalidad y el incumplimiento.

Estas condiciones de adversidad económica que padecen la mayoría de los mexicanos, son en parte considerable el origen de la animadversión masiva hacia el Presidente Peña. Son el motivo del mal humor social, de la baja en la popularidad presidencial, de la pérdida de votos a la mitad del sexenio, del crecimiento de otras fuerzas sociales o políticas.

Por eso llama mucho la atención que en medio de un proceso de transición en la dirigencia nacional del Partido Revolucionario Institucional, el único que ha levantado la mano para suceder a Beltrones al frente del Comité Ejecutivo Nacional tricolor, sea precisamente una de las mentes detrás de la reforma energética: Enrique Ochoa Reza, hasta ayer jueves 7 de julio, director general de la Comisión Federal de Electricidad.

Con méritos académicos que impresionan, abogado por la UNAM, economista por el ITAM, maestro en Ciencia Política y Filosofía Política, así como doctor en Ciencia Política, los tres por la Universidad de Columbia con sede en Nueva York, Estados Unidos, Ochoa ha sido autor de diversos documentos de análisis, particularmente referentes a la energía y el combustible.

Joven, de 43 años, Ochoa Reza es priista desde 1991. Y fue seis años después, en el gobierno de Ernesto Zedillo Ponce de León, cuando se integró al gobierno. Lo hizo con Luis Téllez cuando éste era secretario de Energía. Al término del último sexenio priista previo a la docena azul, poco se sabe de su labor, hasta que una vez tomada la posesión de Peña del Gobierno de la República, se le ubica como subsecretario de Hidrocarburos, desde donde encabezó al grupo que ideó, redactó e impulsó la Reforma Energética.

Michoacano, en el ámbito partidista su trabajo no ha sido destacado. Asesor en su Estado natal, de la coordinación general del CEN del PRI, delegado en asambleas y consejero político nacional desde 2005. No ha sido gobernador, ni alcalde, ni diputado; no ha sido presidente de partido en municipio alguno.

Siendo el modo priista de salir primero quien será designado por el cargo -así sucedió con Beltrones y con los candidatos a gobernadores en los Estados-, lo más probable es que hoy viernes 8 de julio, cuando salga la convocatoria para elegir al nuevo dirigente nacional del PRI, Enrique Ochoa Reza sea el único que la atienda. Con lo que Peña demostrará que él y nadie más que él, ordena en el Revolucionario Institucional, y que le apuesta a los teóricos, a los tecnócratas, cuando los políticos de carrera le han fallado.

Pero ahora, en este momento, los no resultados de la Reforma Energética, los incrementos en combustible y tarifa eléctrica, son dos de los flagelos sociales en México, y precisamente, en los dos, está la mano de Enrique Ochoa Reza, el tecnócrata que se perfila para dirigir un partido político que se ha quedado, como el Presidente, sin causas sociales. Marginado por la sociedad. Derrotado electoralmente.

¿Le atinará el Presidente, esta vez?

Autor(a)

Adela Navarro Bello
Adela Navarro Bello
Directora general del semanario ZETA, Consejero de Artículo 19 y del CPJ para las Américas, entre otros reconocimientos, tiene el Maria Moors Cabot 2021 de la Universidad de Columbia.
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