El gran logro de esta secuela bien desarrollada es que no le deja todo a los efectos visuales y sonoros. El verdadero truco está en la historia y nadie mejor que James Wan, de “Saw”, para saber exactamente qué hacer con este caso bien documentado en 1977, donde una familia residente de Enfield, Inglaterra, de pronto descubrió que no estaba sola en la casa que alquilaba.
En el centro de la historia está Janet (Madison Wolfe), una niña de 11 años que al parecer es acosada por el espíritu de Bill Wilkins, un anciano que era dueño de la vivienda donde murió de un derrame cerebral mientras estaba sentado en un sillón de piel.
Ahora, este fantasmagórico ser reclama su posesión y lo hace a través de esta niña, cuya versión de los hechos que la atormentan también podría ser producto de su imaginación, después de sufrir el abandono de su padre y atestiguar los problemas de la mamá para sacar adelante a cuatro hijos.
Esa es la duda que nos mantiene comprometidos con lo que vemos en pantalla, al tiempo en que entran en acción Ed (Patrick Wilson) y Lorraine (Vera Farmiga) Warren en calidad de observadores para, de confirmarse los sucesos sobrenaturales, turnar el caso a la Iglesia Católica.
Para quienes conocieron a los Warren en “El Conjuro” no hay más que explicar, pero aquellos que lleguen a la sala de cine sin muchos antecedentes habrán de sentir la adrenalina desde la primera escena que tiene lugar justo después del multihomicidio en la famosa casona de Amityville, cuando la pareja se ve involucrada en una sesión de espiritismo para tratar de confirmar si Ronald Defeo en verdad cometió el atroz crimen de su familia estando poseído por una fuerza demoníaca.
La experiencia es tan dura para Lorraine que pide a su esposo no involucrarse más en este tipo de sucesos por un buen tiempo, sin embargo, cuando se solicita su presencia en Enfield, el matrimonio no se puede negar.
A su llegada lo que encuentran los Warren es más de lo que pudieron haber imaginado: objetos volando por todos lados, Janet hablando con la voz de un anciano, una madre aterrorizada. Sin embargo, Lorraine nunca logra sentir verdaderamente una presencia.
Pero la tensión está ahí, y, aunque apenas se rompe al ver a la familia tratando de recobrar unos minutos de normalidad, cuando Ed toca la guitarra e imita a Elvis Presley, la sensación de que esto no es una invención ni un plan de los Hodgson para conseguir apoyo gubernamental para mudarse a una casa mejor, como algunos sugieren, es lo que nos mantiene muy ocupados.
De sobresalto en sobresalto la posibilidad de que un espíritu demoníaco se manifieste con claridad es lo que Wan supo explotar a la perfección, y para su fortuna tuvo el elenco perfecto para conseguir el objetivo.
La idea de lo que puede pasar ahora nos mantiene con los nervios de punta, motivados por sombras, ruidos, la aparición de una monja que personifica el horror, entre tantos otros elementos tan bien combinados que hacen de esta secuela una mejor experiencia que la primera entrega, y eso no debió ser nada sencillo de obtener. Es así como obtenemos justo lo que esperamos del género, sin mitigar el deseo por ver en la pantalla grande la próxima terrorífica misión de los Warren. ****
Punto final.- Definitivamente “El Conjuro 2” no cura el insomnio.