Esta es una película bien hecha, aunque algo incómoda de ver. Lo digo porque el terror prolifera, al igual que el conteo de muertos ensangrentados que se acumulan hasta el final.
Pero bueno, esto es cine de peso perfectamente armado por Jeremy Saulnier, dándole así seguimiento a su primer thriller, “Blue Ruin”.
La cinta cuenta la historia de una banda punk llamada The Ain’t Rights, que luego de tocar en un antro perdido en Oregon se ve envuelta en la furia de un grupo neo-nazi que se inspira en su música, o más bien, que se vuelve incendiaria cuando la banda toca “Nazi Punks F-Off”, de Dead Kennedys.
Claro que uno no tiene que ser conocedor del género para entender el filme, pero tal vez por el entusiasmo de algunos presentes en la sala de cine eso ayude.
De vuelta al largometraje, donde todo el enredo se profundiza cuando los punkeros son testigos de un crimen y por lo tanto Darcy (Patrick Stewart), el skinhead que es dueño del bar donde se realiza la improvisada tocada, ordena a su gente acabar con los muchachos, es ahí donde empieza una auténtica cacería que lo tiene a uno con los nervios de punta, sin saber si las palomitas que se está comiendo le pertenecen a usted o al vecino que tampoco tiene para entonces cabeza para fijarse en semejante atropello.
Así de envolvente, pues, es este trabajo que si acaso rompe la tensión con destellos de humor negro, pero no por mucho tiempo. Digamos que apenas son oportunidades para respirar de nuevo.
Del elenco se puede decir que aunque no muy conocidos, Alia Shawkat, Joe Cole, Anton Yelchin, Imogen Poots, Callum Turner y sobre todo Macon Blair hacen bien lo suyo en una apuesta que, pese a ser un producto ahora sí que “de culto”, tiene mucho que ofrecer desde su carácter underground. Y por eso mismo vale la advertencia: tampoco es un trabajo para aquellos que no disfruten el terror y el “gore”. Conste. *** y media.
Punto final.- Como que la taquilla sigue siendo de “El Capitán América”.
