El cineasta explica a ZETA: “La iniciativa privada, a través del Artículo 189 (del Impuesto Sobre la Renta), no solamente suple esta forma de evitar el compromiso del Estado, sino que todas estas empresas que ponen el dinero de sus impuestos tienen a su vez plataformas digitales para distribuir las películas: Somos TV, Netflix; todo esto son Avon, Slim, es un círculo perfecto del capitalismo; y además, por supuesto tienen su catálogo de censura”
Cuando era niño, Felipe Cazals vio la película silente “Wings” (William A. Wellman, 1927) y ahí definió su vocación de cineasta que al llevarla a la pantalla grande marcó una época y cambió el rumbo del cine mexicano.
En 1949, Cazals (México, 28 de julio de 1937), estudiaba en la Escuela Militar Latinoamericana en el Parque Nacional “Desierto de los Leones” en la Ciudad de México:
“Recuerdo muy bien porque es una película que he vuelto a ver, vi en 16 milímetros una película muda que se llama ‘Wings’ que ganó los primeros Óscares, y recuerdo que en la Escuela Militar nos hicieron el favor de proyectarnos esa película porque era de militares y de aviones”, confiesa a ZETA Felipe Cazals en el lobby del hotel Hampton Inn de Mérida, a propósito de un homenaje concedido por el III Encuentro Cinematográfico Nacional durante la V Feria Internacional de la Lectura Yucatán (FILEY).
Para fortuna del cine mexicano, después Cazals dejó la milicia e ingresó al Centro Universitario México, donde prefería ver películas antes que entrar a clases; era el principio de la década de los 50:
“Yo no tuve infancia, yo tuve cine; desde muy escuincle me metía en los cines y veía películas, la gran mayoría de ellas que no entendía; yo estaba en mis estudios preparatorianos en el Centro Universitario México, el CUM, era la escuela de los hermanos Maristas, yo no iba a clases, yo iba al Cine Gloria en México, al Cine Morelia o al Cine Moderno; y por un peso 25 centavos veía tres películas y me quedaba a dos funciones, fascinado”, agrega el director de cine vestido de camisa estilo guayabera de manga larga y boina blancos.
Cazals trae a la memoria la película “Hell and high water” de Samuel Fuller, de 1954, traducida como “Proa al infierno”, con la que confirma su descubrimiento de la magia del cine:
“Me fascinaba porque lo que veía no correspondía a la realidad que yo conocía, inclusive muchas de esas películas me resultaban contradictorias, porque era evidente que el entorno donde sucedía la película estaba falsificado, no era real, y sin embargo era creíble, sobre todo con el cine norteamericano; yo me sabía de memoria todos los diálogos de ‘Proa al infierno’ en inglés, sin embargo, me molestaba muchísimo que el submarino fuese visiblemente falso y al mismo tiempo entendía que esa falsedad era parte de la magia del cine”.
Cazals apenas era un adolescente en la década de los 50 cuando los personajes femeninos también lo dejaban “sin aliento”:
“Descubrir a Ava Gardner, Rita Hayworth, todas estas mujeres en pantallas gigantescas me tenían sin aliento, idéntica que todos los que estábamos ahí, eran salas de 800 personas, mil personas; vivíamos al mismo tiempo, todos, la misma corriente eléctrica, por así decir, cuando había un close up de Ava Gardner o cuando Lauren Bacall prendía un cigarro; así que no tuve infancia, tuve cine, inevitablemente el cine alimentó toda mi adolescencia”.
“YO A MIS PELÍCULAS NO LAS VEO PORQUE LAS CAMBIARÍA TODAS”
Luego de estudiar en Insitute d´Hautes Estudes Cinématographiques de París, Felipe Cazals inició su trayectoria cinematográfica realizando en 1965 algunos cortometrajes como “Alfonso Reyes”, “Mariana Alcoforado”, “Que se callen… (León Felipe)” y “Leonora Carrington o El sortilegio irónico”, y en 1968 empezó su extensa y brillante travesía por los largometrajes con “La manzana de la discordia”, hasta llegar a “Ciudadano Buelna” de 2013.
Por supuesto, célebre es su trilogía cinematográfica integrada por “Canoa” (1975) (Oso de Plata a la Mejor Película en el Festival Internacional de Berlín de 1976), “El apando” (1975) y “Las Poquianchis” (1976), cuyos largometrajes fueron proyectados en su versión original durante sus homenajes en el Festival Internacional de Cine de Guadalajara y el Encuentro Cinematográfico Nacional en la FILEY, a diferencia de las versiones “mutiladas” que ofrecía Televisa:
“‘Canoa’ pasó todos los años 80 en Televisa 25 veces al año, mutilada, lo cual los hizo más ricos porque en cada pasada van los anuncios comerciales, que ésos no los mutilan, no los cortan; pero de todos modos hicieron que la película pasara 300 veces, como ‘El apando’ que ha pasado miles de veces, mutilada también; ése es uno de los nexos del público mexicano con su cine, y bueno, al fin y al cabo, cuando te hacen una retrospectiva o un homenaje, está en relación a esa difusión”, refiriere a ZETA Felipe Cazals.
“Quedo agradecido tanto aquí en Mérida como en Guadalajara donde mis amigos, ahora ya no tan jóvenes, como Alfonso Cuarón, vinieron a darnos un abrazo. Estar en medio de nuevas generaciones de cineastas y ser reconocido por ellos es una gran satisfacción, porque es totalmente distinto al reconocimiento del público”.
Una de las preguntas que había que hacer a Cazals era si cuatro décadas después haría algún cambio a sus películas que le valieron la fama mundial:
“Yo a mis películas no las veo porque las cambiaría todas. Entonces, cuando tengo que ver algo en presencia de alguien me incomoda tanto porque mis nietas me dicen: ‘Oye, abuelo, ¿y ahí por qué?’; ¡cállate! Yo estoy convencido de que cada vez lo pude haber hecho mejor, con más olfato, con más dedicación, con más atención, deteniendo un poco la velocidad de mi trabajo y poniendo más reflexión sobre cada aspecto de los mil que componen cada película, de tal manera que nunca quedaré satisfecho porque una vez son unas cosas, otras veces otras y no acabo nunca; mejor no verlas”.
“YA NO HAY INDUSTRIA DE CINE MEXICANO”
El legendario Felipe Cazals es la voz imprescindible que hay que escuchar al momento de hablar de cine mexicano. Y para empezar el tema sobre la industria del cine en el país, sostiene:
“Ya no hay industria de cine mexicano desde hace veinte años. Los cineastas trabajan como pueden, consiguen los recursos con muchísimos sacrificios, pero la industria se perdió.
“Margarita López Portillo (hermana del ex Presidente José López Portillo) se encargó de liquidarla; es que nadie tiene memoria: en la administración de José López Portillo se cerró el Banco Cinematográfico, el Sistema Operador de Teatros, y se acabó la industria. En un país donde es tan difícil crear instituciones, industrias, hay administraciones públicas que se encargan de liquidarlas por caprichos que luego son inexplicables, pero perdimos la industria; y a partir de ese momento se perdió todo el sistema operativo que podría haber defendido a los cineastas para que no se fueran; aquí (en México) todo sucede por sexenios, ése es el problema”.
Cazals explica por qué no hay industria de cine mexicano más allá de la desaparición del Banco Cinematográfico y del Sistema Operador de Teatro:
“Tenemos al Instituto Mexicano de Cinematografía (IMCINE) como representante del fomento cinematográfico a través de dos o tres fideicomisos: FOPROCINE, que es un fideicomiso a fondo perdido para obras que se presupone una calidad interna y un contenido que no necesariamente va a ser recuperable; FIDECINE, que en principio está destinado a películas cuyo contenido a la lectura parezca rentable, es decir, que se va a recuperar su inversión en el cine; y luego tenemos el Artículo 189 (del Impuesto Sobre la Renta), donde los impuestos de las grandes empresas o los grandes consorcios que separan el 10 por ciento de sus impuestos fiscales para invertirlo en cine mexicano. Todo esto junto, en el mejor de los casos, da 20 millones de pesos, o 15, o 12; y una película mexicana tiene por costo hoy 20 millones de pesos. Entonces, de arranque no hay el costo para hacer la película.
“¿Qué suponía la industria? La industria suponía una cantidad de servicios a pagar a posteriori descontado del costo inmediato de la película, y además de esto, la exhibición y distribución a través de Operadora de Teatros, y el Banco Cinematográfico era un circuito completo que controlaba y manejaba la hermana del Presidente López Portillo, desapareció de un plumazo.
“Entonces, hoy el cineasta se tiene que convertir en productor de su propio Proyecto, no solamente con el conflicto grave y pesado de ser quizás el autor del guion, pero seguramente el director de la película; y además, tener que empeñar la casa de la abuela o no pagarle a nadie nada para poderlo hacer en digital, que resulta aparentemente más barato que en el sistema anterior, fotoquímico, pero que tampoco es cierto”.
Cazals arguye también que uno de los males de la cadena del cine mexicano es la parte de los exhibidores de las películas:
“La absoluta verdad de todo es que los exhibidores son el negocio de viudas éste de poner un cajón y un proyector y quedarse con el 50 por ciento de todo; los exhibidores tendrían la obligación, si el gobierno se lo impusiera, de dar premios en efectivo a quienes tienen equis índice de público, o semanas de estreno constante; en fin, incentivos que retroalimentaran esta ausencia de industria, porque IMCINE no puede suplir la industria”.
En todo caso, argumenta por qué plataformas como Netflix o Somos TV no son la panacea, sino parte de la política entreguista del Gobierno Federal a la iniciativa privada:
“IMCINE hasta este momento suple a través de la Secretaría de Hacienda la obligación del gobierno, mucho ojo, es una obligación del gobierno el fomento a la cinematografía, el fomento a la lectura, a las camas del Seguro Social; y ahora, la iniciativa privada, a través del Artículo 189 (del Impuesto Sobre la Renta), no solamente suple esta forma de evitar el compromiso del Estado, sino que todas estas empresas que ponen el dinero de sus impuestos tienen a su vez plataformas digitales para distribuir las películas: Somos TV, Netflix; todo esto son Avon, Slim, es un círculo perfecto del capitalismo; y además, por supuesto tienen su catálogo de censura, no se les da con el Artículo 189 a los cineastas así nomás el dinero, cada consorcio de éstos tiene su comité de selección donde tiene el decálogo clarísimo: no películas de asuntos políticos, no películas de violencia. Este gobierno se lavó las manos y le entregó el cine a los que tienen más dinero, que son a su vez exhibidores de plataformas digitales”.
— El Artículo 189 es también parte de la política entreguista del gobierno de Enrique Peña Nieto, o de cómo el Estado se deshace de sus obligaciones…
“De todo. ¿Qué vamos a hacer ahora que entren las gasolineras extranjeras? ¿Tú crees que las extranjeras van a permitir que les ordeñen sus ductos de alimentación de combustible? No, van a poner policías a vigilarlos, de nuestros impuestos, por supuesto; o sea, vamos a pagar la policía de los extranjeros. Entonces, el cine hace lo que puede, y lo que puede es raquítico, pero no puede ir más allá”.
Se le pregunta qué es lo más urgente para recuperar la industria del cine mexicano:
“Lo más urgente sería una conclusión del Congreso al respecto, dándole su espacio exacto a la cinematografía mexicana, y sentando las bases de un equilibrio indispensable en la exhibición.
“Es perfectamente comprensible y discutible que no vaya el público mexicano a ver películas mexicanas, cuando de 4 mil 300 salas que había, hoy hay mil 200 y son de Cinépolis y de sus socios; y que cuando hay un estreno norteamericano, de los que son avasalladores, sale en mil 100 salas, y luego tiran el DCP (Digital Cinema Package) a la basura, ahora ya no se proyectan películas; eso solo el Congreso si es que puede, cosa que lo dudo, porque seguramente los intereses norteamericanos y mexicanos asociados a ellos han corrompido a los legisladores, no hay otra explicación. Cada que se presenta el problema ante ellos, se convierte en una entelequia”.
Sentencia de una vez Felipe Cazals:
“México pasa por una etapa administrativa, la cual consiste en no fomentar ni crear, sino en vender todo”.
“NO ME VOY A TRAGAR AYOTZINAPA LOS SIGUIENTES TRES AÑOS”
Y en torno a los sexenios de Felipe Calderón y Enrique Peña Nieto, Cazals comparte primero una anécdota bastante ilustrativa sobre el desconocimiento presidencial de sus artistas:
“Recibí de manos del Presidente Felipe Calderón, el Premio Nacional de Artes y Ciencias (2007). Previo a la entrega estábamos en Los Pinos desayunando frente a frente y me dijo cuando se dirigió a mí: ‘Oiga, yo nunca he visto una película suya’, y le dije: ‘Bueno, pero yo consigo unos DVD, no piratas, y se los regalo’; ‘sí, tráigamelos’. Le valía madre”.
Sobre la administración de Enrique Peña Nieto, reafirma también su oposición a la Reforma Energética:
“Del Presidente Peña Nieto, no tengo ninguna simpatía hacia él. Nosotros, los Premios Nacionales, nos hemos pronunciado en un documento cuando se sometió a consideración de algunos sobre la venta del petróleo, oponiéndonos firmemente; no coincido en absolutamente en nada de las decisiones que se toman, no entiendo su política”.
Cazals no duda a la hora de denunciar “la verdad histórica” del gobierno peñista en torno a los 43 estudiantes desaparecidos de Ayotzinapa el 26 de septiembre de 2014:
“No me voy a tragar Ayotzinapa los siguientes tres años; si piensan pasar ‘de panzazo’ con ese compromiso para la siguiente administración, están equivocados; no permitiremos de ninguna manera, y hablo en nombre de muchísimos mexicanos, de muchísimas organizaciones, que esto se quede debajo de la alfombra; es inadmisible. Y sería mejor enfrentar lo que haya que enfrentar, a querer hacerse como que el asunto ya pasó”.
Con una voz pausada pero firme, el mítico Cazals, que en 2017 cumplirá 80 años, concluye sobre sus planes:
“De momento estoy en mis clases, descansando un poco; igual y me da la locura otra vez, pero no lo creo”.