Por Carlos Álvarez Acevedo.
“La situación mexicana puede ser calificada como atroz”, dice el investigador del CIDE, Andreas Schedler, sobre el número de muertos generados por la narco guerra, más que los contabilizados en sucesos bélicos de este y del siglo pasado. Aparte del Estado fallido, el doctor en Ciencia Política ve una democracia fallida donde los ciudadanos pierden oportunidades, “llevamos 20 años en guerra y 20 años en democracia, y no hemos tenido ninguna elección general que realmente haya tematizado la violencia del crimen organizado. Es un fracaso compartido entre la ciudadanía y la sociedad política”, argumenta
Los mexicanos “se escandalizan mucho” por las víctimas de las guerras civiles en otros países, pero si se comparan esas cifras con las que México ha sufrido en su combate contra la delincuencia criminal organizada, la llamada “narco guerra”, nuestro país lleva más muertos que la mayoría de estos sucesos bélicos, incluyendo todos los del Siglo XX y los del XXI, por lo que la situación mexicana puede ser calificada como “atroz”, dijo en entrevista para ZETA, el profesor e investigador de la División de Estudios Políticos del Centro de Investigación y Docencia Económicas (CIDE), Andreas Schedler.
“Tenemos problemas de organización y participación ciudadana en todos los ámbitos, de la resistencia armada a la resistencia civil, las asociaciones de víctimas, sobre todo. Hay todo un campo de acción ciudadana que está bastante huérfana. Yo digo que aparte del Estado fallido del que siempre hablamos, también tenemos una democracia fallida, en donde los ciudadanos estamos desaprovechando muchas oportunidades”, opinó Schedler.
El profesor es autor del libro “En la niebla de la guerra. Los ciudadanos ante la violencia criminal organizada” (CIDE. 2015), basado en datos de la Encuesta Nacional de Violencia Organizada, texto en el que resalta la “capacidad asombrosa del Estado para negar la violencia”, pero también cómo los ciudadanos toman con “ligereza” las miles y miles de muertes, “sin preguntar, con una gran ingenuidad”.
En su texto, Schedler asegura que “en las últimas dos décadas del Siglo XX, México transitó lenta y pacíficamente hacia la democracia. En la primera década del Siglo XXI, se deslizó vertiginosamente hacia la guerra civil”.
En su libro, el investigador del CIDE señala que ahí donde se pueden ejercer los derechos políticos y las libertades civiles, donde se puede votar entre opciones diversas, es fundamental “militar en partidos y asociaciones civiles, echarse a la calle y levantar la voz”, por lo que se dijo convencido de que los ciudadanos mexicanos “no han levantado suficientemente la voz”.
Además, señaló, los ciudadanos cuentan con varias vías para influir, pero a pesar de ese “rosario de bellas posibilidades”, salvo contra ejemplos virtuosos y vistosos, lo que vivimos es “la normalización y pasividad ciudadana ante la violencia”.
El doctor en Ciencia Política por la Universidad de Viena habló con ZETA de dos “olas” de movilización que han sido “muy importantes” en México, dramáticas y de mucho impacto, pero que luego se “desdibujaron” muy rápido: la primera, las marchas y caravanas encabezadas por el poeta Javier Sicilia en 2011; después, la movilización nacional ocurrida tras el suceso de la desaparición de los 43 normalistas de Ayotzinapa en 2014.
“Estos movimientos han sido importantes, pero han sido tan limitados como muchos otros, porque los movimientos son cíclicos, y si no buscan aliados en las instituciones, tienden a debilitarse, a desmovilizarse y a caer otra vez en la apatía. Es algo que hemos visto. Y uno de los problemas mayores que han sufrido ambas movilizaciones, ha sido su distancia tajante con el mundo de los partidos”, aseguró Andreas Schedler.
“Criticamos mucho a los políticos, y me parece muy bien, muy acertado, pero tampoco hay que dejarlos morir solos. Si mantenemos un discurso anti político, anti partidos, que no queremos tener nada que ver ellos, éstos terminan con mucha libertad, sin un contexto de exigencia, y terminan desentendiéndose del problema”, lamentó.
El profesor del CIDE, cuyos temas recurrentes de investigación son el autoritarismo electoral y la democratización de las elecciones en países en desarrollo, recordó que “llevamos 20 años en guerra y 20 años en democracia, y no hemos tenido ninguna elección general que realmente haya tematizado la violencia del crimen organizado. Es un fracaso compartido entre la ciudadanía y la sociedad política”.
De igual manera, en México ya no estamos en los tiempos de la “dictadura perfecta”, hemos transitado de una “autocracia electoral a una democracia electoral”, expuso Schedler, cuyos artículos han sido publicados en revistas internacionales como el Comparative Political Studies, Perspectives on Politics, Journal of Democracy, European Journal of Political Research, Party Politics, Journal of Political Philosophy y la Political Research Quarterly.
“México ha sido desde la transición del año 2000, una democracia normal en comparación con varias democracias violentas de América Latina, aunque deficiente y decepcionante, pero mi confianza en el núcleo democrático ya está muy dañada. La violencia criminal nos ha llevado a una situación en donde las libertades mismas de la democracia están en juego en muchas partes del país. Los asesinatos de activistas sociales, de reporteros, de candidatos, de representantes de partidos y hasta de curas, impacta en muchos lados de lo que es el centro de la democracia, el espacio público, hasta las elecciones, la vida política partidaria y la sociedad civil”, destacó el también miembro del Sistema Nacional de Investigadores (SNI III).
“Seguimos sosteniéndonos frágilmente sobre mínimos democráticos, pero sí los veo muy dañados, muy amenazados”, y a pesar de ello, no observa en los cárteles un proyecto político, y dice que el fin del crimen organizado “no es tomar el poder”
Según el vicepresidente de la Comisión de Conceptos y Métodos de la Asociación Internacional de Ciencia Política (IPSA, por sus siglas en inglés), aunque estamos en una “democracia en guerra civil” que se diferencia de las clásicas rebeliones de los guerrilleros revolucionarios, que son más idealistas, en su libro relata cuatro insuficiencias del Estado: su debilidad institucional, la colusión de funcionarios con el crimen, el abuso de poder y la “indiferencia hacia las víctimas”, con “un sistema político cuyo régimen cumple con los mínimos democráticos, mientras su Estado no es capaz de contener la organización y el ejercicio de la violencia privada.
“De parte de la ciudadanía no veo un peligro de rebelión contra el Estado y sus gobernantes. Veo más bien tendencias al retraimiento privado, en poner distancia entre la vida privada y la vida pública, a refugiarse en una mezcla de olvido e indiferencia y espanto, de que la violencia no le alcance a uno. Creo que la ciudadanía tiene más la tendencia a nadar de muertito que a organizarse en rebeliones armadas”, consideró el investigador del SNI III.
Uno de los puntos nodales del libro es “la ligereza con la que descontamos miles y miles de vidas, miles y miles de muertes, sin preguntar. Con una gran ingenuidad”, declaró Schedler en otra entrevista reciente. “Los seres humanos no somos capaces de sentir dolor por 100 mil muertos, tenemos emociones de cercanía. Con cifras anónimas no asociamos nada”, finalizó.