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miércoles, octubre 2, 2024
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Torpeza y capricho

Nunca supe de algún secuestro entre los años cincuenta y parte de los setentas. Agustín Bancalari era el reportero de asuntos policíacos. Ni una sola vez nos llegó con esa novedad los primeros años de El Mexicano. Luego jamás pasó por mi escritorio alguna nota de tan perversa acción. Hasta cuando cierta ocasión me sorprendió. Alguna vez lo escribí y vale la pena recordarlo: Ya iba avanzado el calendario de los setentas. Un empresario notable fue secuestrado de forma muy torpe: En su casa de Mexicali. Naturalmente la policía, entonces Judicial, sí se movilizó rápidamente. Algunos agentes entraron a las residencias vecinas para tener en el blanco de sus armas al secuestrador. Y el jefe de la policía le llamó por teléfono. Le convenció: No sacaría un centavo. Tampoco podría escapar y si le hacía algo al secuestrado entrarían todos los policías. Si bien le iba lo detenían. De otra forma sería tiroteado. Total. Sin enojarse ni amenazar el jefe policíaco utilizó un tono suave en la plática. Logró convencerlo. El empresario salió de su casa sin un rasguño y con el buen humor que siempre le ha distinguido. Naturalmente quedó detenido el secuestrador. Se lo llevaron en un auto. Pero no tomaron la ruta a la Procuraduría de Justicia para interrogarlo y encarcelarlo. Enfilaron rumbo a despoblado. Al rato se informó oficialmente: Este delincuente abrió la portezuela del auto y se echó a correr. El policía no tuvo más remedio: Le disparó. Su mala suerte: Fue un tiro mortal. Como fue en despoblado no hubo testigos, la palabra del policía valía más. Pero a mí me quedó la impresión. A propósito le abrieron la portezuela para escapar. Y cuando apenas había dado unas zancadas la bala acabó con su vida. En mi tierra a eso le llamaban la “Ley Fuga”. Recuerdo muy bien cómo sacaban a los delincuentes del penal. En auto los llevaban hasta “Escalerillas”, un pueblo pequeño y cercano a San Luis Potosí. No tenía ni cien habitantes. Se dedicaban a tallar la cantera para adornos hogareños. Hasta allí llegaban los policías. Bajaban al culposo. Le decían “te vamos a dejar libre”. Y al mismo tiempo “sube el cerro y desaparécete. No vuelvas por aquí”. El hombre se la creía. Pero apenas empezaba a trepar entre hierberío y pedruscos cuando, ¡zas!, le disparaban para matarlo. Y como en el caso de Mexicali, los policías reportaban: Lo llevaron a “Escalerillas” para interrogarlo y quiso escaparse. No hubo más remedio: Le dispararon. Ése era el informe oficial. Pero en realidad llevaba mensaje: Así van a morir todos los que anden robando o asesinando. Por eso en los años setenta en Mexicali y después de aquel “intento de fuga” no hubo más secuestros. Los delincuentes entendieron bien la lección.

Empezando los años ochentas Tijuana se cimbró. Un estimado y trabajador empresario fue secuestrado. El Gobernador del Estado era Roberto de la Madrid. Se comunicó rápidamente con su amigo el Presidente de la República, Licenciado José López Portillo. Este señor mandó un grupo de expertos policías en avión especial. Los encabezaba el famoso Miguel Nassar Haro. Nada más llegaron, se enteraron de todo. Todos tomaron diferentes rumbos. Se fueron directo con los malandrines. No tengo duda: Los torturaron. Y fue así como supieron quiénes secuestraron. Dónde estaban y cuántos eran. Llegaron hasta donde estaban. Rodearon el lugar. No hubo llamada de convencimiento como en Mexicali. Simplemente entraron derrumbando la puerta y disparando a los secuestradores. Unos terminaron sin heridas pero detenidos. Otros graves. Recuerdo a uno. Recibió varios balazos de ametralladora en la columna vertebral. Quedó paralítico. Pero eso sí. El resto de tal sexenio a ningún perverso se le ocurrió secuestrar. Igual como en Mexicali, ya sabían cómo les iría. Si no terminaban muertos acabarían inválidos y en la cárcel.

Pero los secuestros se pusieron de moda desde 1995. El Gobernador era don Héctor Terán Terán. Procurador de Justicia, el Lic. José Luis Anaya Bautista. Le tomaron la medida a este inepto o fue advertido y le soltaron un “tú ni te vayas a meter”. Empezaron con uno, dos, tres, logrando grandes rescates. Principalmente de empresarios o personas pudientes. Fue cuando se formó un Grupo Anti Secuestros. Lo capitaneaba el agente Niebla. Todavía anda al lado del Procurador Martínez Luna. Con muchas dificultades el ex Gobernador Ruffo se le acercó a Terán. Le aconsejó hacer un traspaso de partidas en el presupuesto. Destinarle más dinero a la Procuraduría. Pero a don Héctor le metieron en la cabeza: Ruffo quiere mangonearlo. Y no hizo nada. Pero los secuestros fueron en aumento. Y a igual velocidad la torpeza del Procurador. Me supongo a los primeros secuestradores, de Sinaloa. Pero después, cuando se dieron cuenta de la torpeza en la Procuraduría y se dejaron venir más. Luego nayaritas ni se diga. Hasta defeños.

Muchos empresarios sufrieron o fueron muertos. También sus familiares. Pocos fueron rescatados. Alguna vez me di cuenta cómo en el famoso Grupo Anti Secuestros navegaban agentes conectados con los Arellano Félix. Estos jóvenes del cártel no se metían en los plagios. Pero estaban muy al pendiente de ellos. Alejandro González Alcocer suplió a don Héctor Terán Terán y no pudo frenar a los malditos secuestradores. Fue cuando empezó a darse la más notable complicidad entre delincuentes y policías ministeriales. Hicieron equipo. Desvergonzados.

Ya con Eugenio Elorduy como Gobernador el secuestro no tuvo freno. Hasta los policías municipales se metieron al sucio negocio del plagio. Todo mundo sabía de los ministeriales en complicidad y de tanto jenízaro descarado, pero no se hizo nada. Los empresarios protestaron y siempre fueron calmados con reuniones, reunioncitas y reunionzotas. Los secuestradores cambiaron de táctica. En lugar de ir sobre los empresarios empezaron a fijarse en personas de clase media con éxito en sus negocios. Ferreteros, gasolineras, muebleros, de todo. A tal grado ha llegado el secuestro cuando ya cualquier tarugo los comete. Se popularizó tanto hasta el punto de ser simulados por jóvenes pidiendo rescate a sus propios padres. Todo era y es imparable. Con eso vino la oleada de “secuestros exprés”: Llevarse a una persona para quitarle cuanto pudieran. Llevarla a un cajero automático para sacar dinero. Llamar a la familia para pagar una buena cantidad. Pero no fue todo. También hubo los “secuestros virtuales”. Personas llamando por teléfono. Amenazando. Si no llevaba la persona, determinada cantidad a cierto lugar “…ya conocemos a tu esposa y tus hijos y los vamos a matar”. Luego la desgraciada maniobra de los perversos: Secuestrar. Obtener el rescate no sin antes prevenir: “No vayan a llamar a la policía”. Y muchos preferían no hacerlo por temor. Luego otros perdieron la confianza en la autoridad al enterarse de cómo los policías también eran secuestradores. Alejandro Ruiz Arretche cuando era Delegado de La Mesa se dio cuenta: Fue víctima de los polizontes municipales. Hasta cuando se identificó bien lo soltaron. De otra forma, a desembolsar gran cantidad. Ahora y desgraciadamente parece volver la tendencia a secuestrar empresarios. Ya ven. Por el último pedían dos millones de dólares.

Muchas de las víctimas prefirieron irse con su familia a vivir en Estados Unidos. Don José Valdovinos cuando era Presidente de la Cámara de Comercio lo resaltó y exigió justicia para sus asociados. A eso se sumó el capricho de Jorge Hank para no coordinar a su policía con la del Estado. Una estupidez que costó angustia a muchas familias de Tijuana. Pero más cuando sus propios agentes eran quienes estaban metidos en el secuestro. Quedó en claro cómo el llamado grupo de “Reacción Inmediata” del Ayuntamiento era un hervidero de maleantes. Todavía no hay una explicación válida de por qué no intervino como alcalde para frenar todo esto. Y a falta de esa explicación está la coincidencia: Ninguno de sus amigos o allegados nunca fueron molestados por los secuestradores.

Cuando el secuestro llegó al punto crítico entonces si Hank decidió acercarse al Estado. Aceptó firmar un convenio con el Gobernador. Pero de nada ha servido. Fue puro papel y firmas. Los plagios siguen. A veces hasta cinco en un solo día. Y para acabarla siendo hace días víctima un empresario coreano, quien logró una escapatoria de película. Mientras estuvo cautivo los policías no daban pie con bola. Pero eso sí, cuando apareció municipales y estatales no hallaban como adornarse presentándolo a los periodistas. Parecía de unos u otros el rescate pero quedó en claro su incapacidad.

Desde hace más de diez años Tijuana es el escenario de los secuestros. No es posible. Gobiernos del PAN y del PRI vienen y van. Ninguno puede. Tienen entre sus empleados a los culpables y no se dan cuenta. Esto es una muestra clara de su torpeza e incapacidad. Seguramente si Hank y Elorduy no fueran funcionarios, estarían exigiendo al gobierno seguridad. Pero como están en el poder no lo hacen ni ponen remedio. Son incapaces para detener el secuestro. No sirven.

Tomado de la colección Dobleplana de Jesús Blancornelas, publicado el 12 de abril de 2006

Autor(a)

Redacción Zeta
Redacción Zeta
Redacción de www.zetatijuana.com
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