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sábado, febrero 17, 2024
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Gobierno depreciado

De acuerdo al Banco de México, cuando el licenciado Enrique Peña Nieto tomó posesión como Presidente de México, el 1 de diciembre de 2012, el tipo de cambio era  de 12.96 pesos por dólar; esta semana, pasados apenas los tres años de gobierno, cada dólar vale 19.05 pesos.

Lo que significa que la moneda mexicana se ha devaluado frente a la de Estados Unidos un 46.97 por ciento, precisamente el porcentaje en que se ha reducido su sueldo y su poder adquisitivo.


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Y así también se deprecia la poca confianza que de por sí tenían los mexicanos en el gabinete peñanietista. Recordemos que solo el 24% del padrón nominal votó por el PRI en la pasada elección presidencial, del 38% de los ciudadanos que salieron a ejercer el sufragio en 2012.

El asunto ahora es que desde el primer trimestre de 2015, representantes de los diferentes sectores, analistas y economistas han manifestado su preocupación por la veloz caída del peso, aun con las repetidas subastas de dólares  por parte del gobierno. Y si Usted, amable Lector, se da el tiempo de revisar la prensa, encontrará que desde entonces las respuestas del secretario de Hacienda, Luis Videgaray, han ido en el sentido de subestimar la devaluación y la pobreza que esta crisis monetaria genera.

El residente VIP de Malinalco -léase Videgaray-  insiste en decir que México está preparado para estos embates producto de la economía globalizada, y hasta presume que la devaluación fortalece el sector manufacturero y el turístico, lo que según su dicho  genera movimiento en la economía porque así se crea empleo. Eso, señor secretario, es una verdad a medias.


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En primer lugar, de acuerdo a cifras del INEGI de 2014 -porque las correspondientes a 2015 se publican en febrero- el sector manufacturero efectivamente es el que mayor porcentaje aporta al Producto Interno Bruto, con 16.4% que, sumado al 2.48% del sector turístico equivale a un 18.88 por ciento.

Según Videgaray, qué importa el sector inmobiliario y su contribución del 11.8%, qué más da que pierda competitividad el sector comercio con su 15.2% del PIB, que se mortifique el sector de la construcción con su 7.3% de aportación, que se fastidie la economía familiar. A quién le importa, mientras haya turistas y maquiladoras que persisten en México porque nos hemos abaratado tanto  los insumos como una mano de obra con sueldos de hambre.

Esta precariedad laboral que la depreciación constante de la moneda nacional acarrea, está eliminando empleos de tres salarios mínimos o más,  para suplirlos con trabajos de uno o dos salarios mínimos. E

Y mientras el titular de Hacienda se aferra a su credo del “no pasa nada”, el gobernador del Banco de México, Agustín Carstens, en entrevista con el Financial Times, advierte que los mexicanos debemos prepararnos para “una crisis potencialmente severa y de consecuencias violentas”, y que por eso mismo se debe pensar en “el uso de políticas monetarias no convencionales para intentar estimular sus estancadas economías”.

Ante tal escenario, esta semana el titular de la SHCP apenas reaccionó para anunciar que el gobierno apoyará a PEMEX por la caída del precio del petróleo, pero del dólar, no pronunció una sola palabra.

En los primeros dos años de gobierno, la administración de Peña Nieto ya produjo 2 millones de pobres.

La devaluación  del peso frente al dólar está encareciendo el valor de las rentas,  se está comiendo las ganancias de los comerciantes, están subiendo los precios y reduciendo el poder adquisitivo de los mexicanos.

Este apoyar las importaciones sacrificando al mercado interno, mientras las autoridades esperan turistas de a dólar, dista de ser las “políticas convencionales” a las que se refiere Carstens, quien definitivamente advierte una turbulencia financiera que el gobierno de Enrique Peña Nieto ignora, como tantos otros temas de carácter urgente en un México que día a día se torna más violento, azaroso y carente de lo básico para una vida digna.

 

 

 

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Autor(a)

Rosario Mosso Castro
Rosario Mosso Castro
Editora de Semanario ZETA.
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