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miércoles, octubre 2, 2024
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Concha Buika rindió tributo a la música mexicana

“Las canciones mexicanas son de quienes las escuchan, no de los mexicanos; por tanto, las canciones mexicanas son del mundo”, subrayó María Concepción Balboa Buika, popularmente conocida como Concha Buika, cantante española de 42 años de edad que provocó el lleno total de la Sala de Espectáculos del Centro Cultural Tijuana (CECUT), donde actuó la noche del 11 de octubre. Con la Luna esplendorosa, Buika saltó al escenario con el corazón regocijado para enamorar a todos por igual, quienes vivieron el éxtasis de sus sentidos en una velada que puso a hervir la sangre de un montón de apasionados que vieron reencarnado el ímpetu de Chavela Vargas a través de su canto, la majestuosidad del cancionero de José Alfredo Jiménez, y los tambores de un país que trae coloreado en el alma. De raíces africanas, la nominada al Grammy por el álbum “La Noche más Larga” fue escoltada por dos guitarras, una flamenca y una eléctrica, además de un set de percusiones con el que la mulata española ofreció dosis de música ranchera con toques de flamenco, rindiendo tributo a la música mexicana y creando un momento único e irrepetible con un millar de corazones palpitando. Libre de miedos y con los ojos cerrados, Concha Buika compartió los secretos de 17 historias ataviada en un vestido blanco y negro; 17 episodios culminados con lluvia de aplausos y gritos con harta pasión, entre ellos “Santa Lucía”, de puño y letra del escritor español Roque Narvaja, en el que los gritos de “guapaaa” recobraron la sonrisa de la dueña de la velada, la del alma desgarrada cuando canta. “Oro Santo” ganó su lugar entre atmósferas blancas y moradas, preámbulo de su primer diálogo: “Este tema va dedicado a todos los que nos fuimos de algún lugar para no volver. Mi papá se marchó para no volver. Nunca lo perdoné. Cuando llegué a este lugar sabía que había voces que debían ser perdonadas. Le quiero pedir las gracias a los que se marcharon para no volver, gracias por haber estado”, anotó. Minutos después de las 20:00 horas, los límites de la nostalgia y la pasión se fueron demoliendo con ritmos caribeños, aplausos y dosis de locura: “Solo los locos vocacionales no se permiten jugar con la tristeza. Sé que en algún lugar en la música hay una línea que cuando la cruzamos estamos más allá del idioma, de los secretos, más allá de la línea el dolor nos corrompe, no nos separa”, pronunció Buika. “Siboney” arrancó el aliento entre tonos azules y amarillos, luego los episodios con colores mostazas pintando cuatro cuerpos, los de los instrumentistas, y el de la mulata mexicanizada en su canto, gracias a que su madre le mostró el mariachi y el cancionero de esta nación: “Cuando no quisiste escuchar el susurro de mami, la vida te lo grita, y con ella aprendí la palabra resistencia”, dijo Concha previo a cantar “El Último Trago”. “La resistencia la entiendes una vez que la sueltas, cuando lo haces, sabes su significado. Es una de mis palabras preferidas, me alimenta más mi alma que la comida. La comida sirve para que el reloj siga”, expresó la española, quien aseguró que la razón por la que los flamencos y las negras africanas interpretan canciones rancheras, es porque las canciones mexicanas son del mundo, “y en la música todos somos lo mismo”. Luego de revivir “Las Ciudades”, de José Alfredo Jiménez, la intérprete reflexionó sobre el amor: “Vamos a jugar a que somos novios del amor, porque siempre nos hizo falta tiempo, pudimos habernos besado más”, para luego entonar “Se me Hizo Fácil”, entre brisas rojizas para aderezar con “Amor de mis Amores”, del argentino Ángel Cabral, dando paso a los capítulos morados y mostazas de “Que No Somos Iguales”, del que apuntó: “Este tema lo aprendí con Chavela Vargas, y decía que era una mente cuadrada.  Que a la hora de escoger el amor seamos mentes abiertas. Yo vengo de un país con normas estrictas. Siempre he pensado que el amor entre dos es un secreto entre dos”. Después interpretaría “No Habrá Nadie en el Mundo” y “Miénteme Bien”, este último, con dedicatoria a los hombres. “Todas somos reinas y reyes, pero a veces pienso que todas somos ángeles. Este tema se lo dedico a Ustedes, a los putos, sucios, mentirosos, cabrones… dedicado con amor. Nos gusta que nos mientan, según la hora”, bromeó para enseguida contar la historia de una mujer que golpeaba a su novio. Antes de despedirse entre aplausos y ovaciones, Concha Buika regaló dos piezas, “La Nave del Olvido” de Dino Ramos y popularizada por José José, y “Mi Niña Lola”, compuesta por Andrés Molina Moles, José Torres Garzón y Luis Rivas Gómez, e insertada en su tercera placa discográfica, que la catapultó al éxito. “Ha sido un honor estar en esta ciudad en la que es imposible guardar secretos. Ante todo el amor, nos despedimos con fe, porque la esperanza hace que tengamos que esperar. Agradecidos de corazón que nos hayan recibido con tanto amor, si nos llaman volveremos. Entre nota y nota, hay una negra y otra negra. Entre un segundo y otro no hay nada, es una nada llena de cosas”, expresó la intérprete ibérica para dar por finalizado su recital.

Autor(a)

Redacción Zeta
Redacción Zeta
Redacción de www.zetatijuana.com
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