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viernes, febrero 16, 2024
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El espectáculo del ex Marine

El juicio del ex Marine, Andrew Tahmooressi, pasó de los Juzgados federales de Tijuana, a una taberna de Solana Beach, California. Sobre el escenario montado frente a la prensa norteamericana, su madre, Jill Tahmooressi, el abogado Fernando Benítez y Phil Dunn, director de la asociación cristiano legal Serving California, hablaron del joven que ingresó a México con tres armas cargadas y listas para disparar. Ese mediodía del martes 5 de agosto, la mujer derramó lágrimas para pedir las oraciones y el dinero de los interesados en apoyar “la lucha por la libertad” de su hijo. Un día antes, el 4 de agosto, el ex combatiente de la guerra en Afganistán, pisó la Corte para asistir a su segunda audiencia. Los oficiales de Comercio Exterior, adscritos a la Aduana de Tijuana, quienes lo detuvieron y realizaron la inspección de su vehículo, el 31 de marzo de 2014, respondieron a las preguntas del juez y de la defensa sobre los hechos de esa noche. También se citó a los dos soldados de la Secretaría de la Defensa Nacional (SEDENA) que reconocieron las armas como una pistola calibre .45 abastecida con diez cartuchos útiles y escondida debajo de una sudadera azul; una escopeta Benelli calibre 12 con cuatro cartuchos útiles; y un rifle de asalto M6 con un cargador con 30 cartuchos calibre .223 útiles. Pero mientras Tahmooressi regresaba a su celda a la prisión de “El Hongo” en Tecate, una veintena de asistentes, entre los que destacaban miembros de las fuerzas armadas estadounidenses, familiares del anfitrión Phil Dunn y público en general, se dieron cita a 160 kilómetros de distancia. El objetivo, anunciar el arranque oficial de la campaña de recaudación de fondos para pagar “gastos legales” derivados del juicio que el ex Marine enfrenta por delitos de portación de armas de uso exclusivo del Ejército, portación de arma de fuego sin licencia y posesión de cartuchos. “Para quienes se sientan conmovidos para contribuir con esta causa, aquí tenemos iPads para realizar donaciones inmediatas”, explicó Phill Dunn, mientras dos de sus asistentes se paseaban con los aparatos. “Hay una gran cantidad de gastos relacionados con (el caso), como asegurarnos que Jill acuda a cada una de las audiencias. Todo es con el objetivo de que (Andrew) salga tan rápido como sea posible”, repetía el fundador de la asociación californiana.   Por medio de mensajes de texto con la frase “FREEANDREW” (Liberen a Andrew) al 313131, cheques, dinero en efectivo y donaciones en el sitio www.AndrewFreedomFund.com, la familia ha logrado recaudar -por lo menos- 5 mil dólares para financiar la defensa del norteamericano. Aunque durante la conferencia de prensa no se ofreció la cifra total recaudada hasta el momento, el asesor legal de los Tahmooressi calculó que los costos legales serán superiores a varias docenas de dólares. “Sus ahorros de vida serán gastados”, lamentó la madre del veterano, sin soltar el pañuelo de sus manos. Si bien, las pruebas periciales realizadas hasta el momento han sobrepasado a los 4 mil dólares, la madre también ha solicitado la devolución del dinero por pruebas psiquiátricas que se le realizarían a su hijo para demostrar que padece del síndrome de estrés post traumático. Delirios, fanatismo y donaciones “Mamá, no voy a sobrevivir esta noche. Te amo, pero hagas lo que hagas no vengas a México, porque te van a asesinar también”, Jill Tahmooressi narra -una vez más- la llamada que recibió de su hijo, a días de haber ingresado a la penitenciaría de Tijuana. “Caí de rodillas y le grité a mi esposo. No recuerdo qué hice después, pero al día siguiente, me llamó y me dijo que había llegado a una parte más segura de la cárcel”, continúa la desesperada madre. Ambas llamadas, realizadas desde el área de teléfonos fijos de la penitenciaría, ilustran el estado mental del ex Marine, quien en todo momento se encontró acompañado y supervisado por guardias penitenciarios, y no en medio de una persecución. Un reporte psicológico del 9 de abril de 2014, al que ZETA tuvo acceso, practicado a Tahmooressi en la penitenciaría de Tijuana, identifica “rasgos de personalidad esquizotípica… refleja inestabilidad emocional debido a que presenta ideas obsesivas como daño a su persona, por lo que repercute en su desenvolvimiento como adaptación a las normas institucionales”. Pero el relato cobró frutos. Una mujer de nombre Stasyi Barth, residente de Murrieta -ciudad californiana donde grupos antinmigrantes bloquearon el acceso de camiones con niños centroamericanos-, tomó la voz ese día para asegurarle que ella, junto a un grupo de ciudadanos, “haremos lo que sea necesario para traer a tu hijo de vuelta a casa”. “Sé que se trata de un proceso democrático y de política, pero como una ciudadana americana tengo que involucrarme. El gobierno mexicano se está saliendo con la suya”, dijo molesta desde su asiento, mientras se ofrecía a acampar durante días en la frontera, al igual que la ayuda de un grupo de sus amigos “capaces de ir hasta allá por él”. Agradecida por el interés por su hijo, Jill le pidió cartas para sus hijos, a quien lee durante dos horas diarias, en las conversaciones telefónicas que sostienen. Después, regresaron las peticiones de donaciones. Privilegios insuficientes Aunque la madre del ex Marine considera que se encuentra “cautivo como un prisionero”, a Andrew Tahmooressi se le permiten privilegios que no a cualquiera. Nuevamente, el juez Octavio Luna Escobedo permitió veinte minutos de reunión entre madre e hijo, cuando concluyó la audiencia del 4 de agosto. Hasta la prisión de “El Hongo”, acude el pastor Benito Juárez, dos veces a la semana para sesiones individuales de dos horas. Andrew tiene derecho a dos llamadas diarias al día, el resto de los internos debe formarse una vez a la semana, con la esperanza de alcanzar unos minutos de conversación telefónica. Aunque la familia agradece “la protección” brindada al reo con una celda especial, también consideran una penitencia “el aislamiento, es muy difícil, pero preferimos eso a que esté con el resto de la población”. Entre las preocupaciones de la madre, está la alimentación de su hijo. El joven, oriundo de Florida, se alimentaba solamente con productos orgánicos, por lo que el birote y el agua de sabor que le ofrecían en la noche, difícilmente lo consideraba cena. Para remediarlo, la mujer se comunicó con un oficial del Departamento de Estado de Estados Unidos, quien se comprometió a ofrecerle una dieta avalada por un nutriólogo. Cada viernes, Andrew puede disfrutar de un área de recreación para él solo. Ahí corre durante periodos largos bajo la vigilancia de los guardias, aun así, “le resulta difícil sentirse motivado, duerme mucho”. Versiones encontradas Lo cierto es que la noche del 31 de marzo, Andrew cruzó la frontera a bordo de un vehículo por cuarta vez en menos de dos meses, pero tanto la defensa como la familia de Tahmooressi, han intentado desviar la atención de estos hechos. A pregunta expresa, Phil Dunn se negó a confirmar si el ex Marine había estado o no en Tijuana con anterioridad. Aunque Javier López, representante legal de los oficiales de la Aduana, ha explicado que la revisión del vehículo de la camioneta F150, se realizó conforme a los protocolos y formatos de la Aduana, Benítez insiste no en probar la inocencia de su cliente, sino en solicitar la invalidación de evidencia por las horas que transcurrieron entre la revisión del vehículo y la presentación de Tahmooressi ante la Procuraduría General de la República. El abogado defensor deja una pregunta al aire: “¿Qué es más importante, castigar un delito grave que fue sorprendido en flagrancia, o cobrar el impuesto de importación omitido por tres armas?”. 


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Autor(a)

Redacción Zeta
Redacción Zeta
Redacción de www.zetatijuana.com
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