Sumamente interesante resultó la segunda corrida de la temporada 2014 en “La Monumental” de Playas de Tijuana. Rodrigo Santos, alegre y voluntarioso; Alejandro Amaya, “petardo” y majaderías; con el extraordinario “Lobito”, logró sacarse la espina. Mientras que Vicente Bejarano, no se acomodó y nada dijo a los tendidos. Media entrada, los toros de dos ganaderías San Pablo para rejones y seis de Campo Hermoso, divisa morado, blanco y rey. Todos los bureles fueron buenos, destacando quinto y sexto. La apabullante salida de “Lobito” derribó una puerta y brincó dos veces al callejón, con su preciosa pinta y su transmisión; la segunda “pega” de los Forcados, Alejandro Amaya y Octavio García “El Payo”, dejaron ir el triunfo con el acero, y Vicente Bejarano, pasaron de noche. Toro de Rejones. Con “Pavichón”, negro salinero, número 50 y 470 kilos, Rodrigo Santos, vestido de casaca color esmeralda al estilo cordobés, llevó a cabo una labor variada como desigual. Al momento de pinchar bajó la intensidad en los tendidos y todo se diluyó. Una banderilla clavada al estribo, cabriolas y La Santina. Hizo bailar al caballo, un violín cerrado a tablas. El terra-terra y siguió toreando con la cola al astado. Dejó salir a los valerosos Forcados de Mazatlán que se llevaron una gran ovación, lograron la “pega” con éxito al segundo intento. Siguió Santos con una banderilla corta, tomó el rejón de muerte y brindó al empresario Jorge Hank. Un pinchazo, estocada, tres descabellos y un golpe. Una de las virtudes que pueden diferenciar a una figura del rejoneo de un modesto, es la eficacia al usar el rejón de muerte, pieza clave para los triunfos. Al igual que la doma, la calidad de la cuadra, el dominio y variedad de las suertes y el valor, el nivel de exposición con las monturas, además de ocuparse un toro noble y con movilidad. Coleó uniformemente. Clavó dos rejones que hicieron bastante sangre. Los Forcados. Convertidos en un espectáculo de primer orden, aunque peligroso, es meritorio, de ninguna manera irracional o suicida, ya que cada “pega”, tiene una técnica adecuada a las condiciones del toro. El traje de Forcado se compone de unas medias de hilo de color blanco, pantalón corto a la altura de la rodilla de color camel, una cinta de raso roja, camisa blanca de manga larga, corbata roja, chaqueta y un fajín, zapatos y barreta, todo junto se llama Farda. Las parte más importante de la Farda es la chaqueta, que representa al grupo al que se pertenece, una vez que el Forcado se retira, se la deja al Cabo y el Barrete se hereda a un hijo o nieto que desee continuar con la profesión. Cada intento de “pega” se denomina “tentativa”. Hoy los Forcados, existentes, por toda la República Mexicana, son unos valientes hombres que promueven los valores más bellos de la Fiesta, como la amistad, ya que están dispuestos a arriesgar su vida por cualquiera de sus compañeros y, por encima de todo, ponderan el valor al arte. Ellos no cobran y realizan su actividad con gusto y entereza. Su nombre deriva de la horquilla que, a principios de siglo, llevaban los Mozos de Forcado. Primer toro. “Playero”, negro, número 144 y 445 kilos. Vestido de bruma y azabache, Vicente Bejarano lanceó con aseo y la media, salió muy suelto del puyazo. Quitó por chicuelinas. Trasteos muy ceñidos con la izquierda, sin lograr contagiar a la asistencia. Estocada tendida. Segundo toro. “Indiano”, número 153 y 465 kilos, negro, correspondió a Alejandro Amaya, vestido de azul y plata. Lanceó sin reposo. Se lo acabaron en varas con más de tres puyazos. Lidia desordenada sin recibir recado de parte del Juez, Fernando Galán. Amaya se echó al público encima. Rechifla, majaderías y los gritos de “toro-toro”. Tres pinchazos y una entera rinconera. Tercer toro. “Rebosero”, negro, número 138 y 465 kilos. Octavio García “El Payo”, vestido de corinto y oro, saludó con verónicas y la media, empezó su faena por el lado izquierdo en largas tandas de mucho temple y entrega, recibiendo aplausos de la parroquia -bien ha estado-, desdén, molinete y abanicos. Una entera desprendida. Al tercio y vuelta. Cuarto toro. “Piti”, un cárdeno, número 150 y 470 kilos Vicente Bejarano brindó a sus alternantes, se dedicó a torear por el pitón. Por el izquierdo, pases de pecho y manoletinas. Cuatro pinchazos, aviso. Quinto toro. Para honrar su divisa morado, blanco y rey, salió “Lobito”, de Campo Hermoso, número 134 y 470 kilos. Un precioso capuchino, en jabonero sucio, alunarado y botinero. Amaya se sacudió la apatía, disponiéndose a pagar la deuda que mantiene con el público. No pudo torear mejor a un “Lobito” que prácticamente embestía solo y a la menor provocación. Se concentró en el lado izquierdo y realizó una faena bastante aceptable. Molinetes y desplantes rodilla en tierra, dos pinchazos. Estocada desprendida. Sexto toro. “Valeroso”, número 152 y 480 kilos, cárdeno. “El Payo” empezó con chicuelinas y la revolera, verónicas, muletazos de tanteo y el de pecho. Hilvano faena izquierdista, el desdén, dos dosantinas y el circurret; cinco pinchazos, un aviso, otro pinchazo, entera tendida y ovación. Entrevistado durante su entrenamiento, Rodrigo Santos se definió como un torero muy de verdad, de frente, exponiendo, no tomando ventaja. Hace el Toreo que siente y que le emociona, y eso lo trasmite al público. Subrayó que deja que los caballos saquen lo que llevan dentro y los pone a torear en la cara del toro. Realiza todas las suertes; tiene dos caballos de quiebros, pega de lado, pone banderillas cortas, rosas a dos manos, y La Santina (de su creación). Puede realizarlas porque su cuadra se lo permite, nunca saca al ruedo un caballo que no le funcione. El caballo tiene que ser valiente, artista y elástico. “Mariscal” es un caballo favorito, aunque a los restantes los quiere. Se fija mucho en la procedencia del ganado. Le gustan mucho los quiebros, los pares a dos manos y La Santina, aunque hay momentos que al toro ni lo ve, solo espera salir por los aires. La suerte más difícil es el acero, en virtud de que se considera un matador constante, pero de vez en cuando le se va el tranquillo. Mónica Serrano en Tijuana Entre las mujeres que en México se dedican al rejoneo, destaca la presencia de Mónica Serrano, nacida en Ciudad de México el primero de enero de 1982, hija del rejoneador y hoy ganadero Ramón Serrano. Debutó en público en diciembre de 2001, en Temácac, Estado de México. Se presentó en la Plaza México el 14 de agosto de 2005, en compañía de las novilleras Marbella Romero, Hilda Tenorio e Isabel Moreno, con un novillo de Mar de Nubes para rejones y seis de Arroyo Zarco. Mónica no tiene alternativa. El rejoneo se ha ganado un sitio en las grandes ferias, lo que pone de manifiesto la vitalidad de este arte, en el cual puede estar el imán que lleve el público a las plazas. Entre las consideraciones de Serrano, aseveró, el espectáculo taurino que ahora conocemos, es heredero y deudor de aquellas fiestas donde los caballos alanceaban reses. Anteriormente los bureles se lidiaban en puntas y se sorteaba al parejo de los matadores. Se cambió también el vestuario de los rejoneadores, introduciendo el corto campero andaluz. Desde 1943 se ha mantenido encendida la llama del Toreo a caballo, cuando éste pasó por baches, especialmente tristes, en la década de los 50s. Sobre el par de frente de poder a poder, el creador de este lance fue Antonio Luís López, que cuando lo dio a conocer y comenzó a divulgarlo, lo llamaba suerte en dos tiempos. La razón de este nombre es que toro y caballero, se acometen a la vez. Todas las suertes realizadas de frente, aunque muy antiguas son de ejecución muy difícil al exigir que la puesta en escena, se lleve a cabo en medio de una serie de condiciones y requisitos que los hacen ser los lances nobles del Toreo a caballo, reuniendo así la verdadera esencia de este arte. La obligación de clavar de frente o al estribo, ocupa precisión en el embroque, la medición perfecta de los terrenos y un grado de conocimiento requerido del toro y caballo que se monta, junto a la pericia y valor que ha de tener el caballero para calibrar y templar la gran velocidad con que se ejecutan. En verdad son las suertes que descubren al torero. Las banderillas cortas es una suerte típica de adorno y lucimiento que suele llevarse con ese concreto fin de hacerse perdonar, de cometerse algún error en el manejo de los hierros. La mínima longitud del palo resulta imposible clavar en lo alto del morrillo, lo que obliga a tener que acercarse mucho al toro, esto es complicadísimo si se quiere hacer de modo correcto, es decir, aproximarse al astado en rectitud para lograr un embroque ortodoxo y clavar al estribo. arruzina@gmail.com