A más de un año de firmado el publicitado Pacto por México, sus avances no han pasado de cuatro reformas aprobadas, las más importantes con la vieja estrategia del mayoriteo y cambiando dinero por votos, según han denunciado algunos de los legisladores federales. Para recurrir a las viejas prácticas, no necesitaban ni firmas, ni actos públicos ni acarreos, ni circo. A la fecha, ninguno de los tres ejes fundamentales propuesto contempla adelantos, tal vez se esté encaminando el fortalecimiento del Gobierno Federal, pero lo que se prometió fortalecer, fue el Estado Mexicano, y eso no está sucediendo. Tampoco se ha alcanzado la “democratización de la economía y la política, así como la ampliación y aplicación eficaz de los derechos sociales”. En el tema económico, la famosa Cruzada contra el Hambre ni siquiera termina de despegar, así que los resultados siguen lejanos y, en cuanto a la democratización de la economía, lo único que sabemos los bajacalifornianos, es que en lugar de crear estrategias para que los estados del Sur y el Centro de México tengan mejores condiciones de desarrollo como las que el empuje social han generado en el Norte, el gobierno de Enrique Peña Nieto optó por sobre-gravar la economía de los norteños -tratando como iguales a desiguales- para que sus condiciones de vida decaigan tanto como las del resto del país. En cuanto a “la participación de los ciudadanos como actores fundamentales en el diseño, ejecución y evaluación de políticas públicas”, ahí sí la deuda es del 150 por ciento. Nada más cerrado, sectario y excluyente que el mentado Pacto, donde no solo han dejado fuera a la ciudadanía, porque a ninguno de sus integrantes les importaron las opiniones en contra de algunos sectores de la población, a quienes no se han molestado en consultar, por ejemplo, contra la Reforma Energética, además de menospreciada la Constitución y la función legisladora de todos los integrantes del Congreso. Tan básico como que el Presidente Peña Nieto y el secretario de Gobernación, Miguel Osorio Chong, se fabricaron su Club Exclusivo donde el Partido Revolucionario Institucional tiene mayoría, como invitados llamaron a quienes consideraban, podrían traerles votos -solo las principales fuerzas políticas, porque el resto de los partidos y el resto de la sociedad, evidentemente no cuentan-, únicamente los perredistas con su segundo lugar en votaciones y los panistas con el tercero. La táctica operativa fue muy simple, a quien esté de acuerdo con las propuestas del Gobierno de la República, les va bien, a cambio, deben obligar a sus legisladores en el Congreso a respetar los acuerdos con el Presidente, y quienes estén en contra, no ganan nada. Ahora, de nada sirven los berrinches del líder perredista Manuel Zambrano en el tema petrolero, ni las supuestas inconformidades manifiestas por el todavía cabecilla panista Gustavo Madero, con reforma financiera. Hoy, poco le importan a Peña y Osorio las amenazas o advertencias de albiazules y miembros del Sol Azteca, porque las reformas energética y financiera que necesitaban, ya las lograron, por eso ninguno ha salido a defender el Pacto, ni han solicitado públicamente prudencia. El tema aquí es que al parecer, a lo señores del PAN y el PRD, quienes juntos reunieron el 58.1 por ciento de las simpatías de los votantes en la pasada elección federal, nadie les ha avisado que el PRI, con su 38.5% de votos, ya tiene lo que quería y ya no los necesita. Y lo que es peor para los partidos perdedores, públicamente perdieron credibilidad y representatividad social, porque al entregarse, pisotearon la joven democracia mexicana, secuestrando el importante contrapeso de la oposición, y poco a poco van dejando al pueblo sin alternativas. La evidencia de este desencanto está al interior de las mismas instituciones políticas, un botón de muestra es el discurso de Juan Manuel Olivas, precandidato a la dirigencia del PAN nacional, quien estuvo en Tijuana y reclamó que en Acción Nacional se les olvidó que son oposición y que el partido no está al servicio de Peña. Pero de nuevo, de nada sirven las pataletas públicas y las repentinas tomas de conciencia, el Pacto por México ya cumplió con su función, y su permanencia o desaparición, a estas alturas es irrelevante.