Todo mundo sabe que lo que menos tiene el Partido Verde Ecologista de México es –precisamente- el espíritu ecologista. Que el ambiente y el amor a la madre naturaleza es en lo último que los niños verdes piensan. Pero resulta curioso, de todas formas, que en las oficinas del partido en Tijuana, tengan de inmobiliario unas sillas del todo llamativas. Hechas de madera, pero forradas al parecer con la piel de un animal. Sí, ahí donde los pesados ecologistas acomodan sus retaguardias, yace el pellejo de lo que algún día fue un ser vivo. Todo indica que lo excéntrico de sentarse en una vaca muerta, los del PVEM lo encuentran satisfactorio y muy elegante.