Corría el mes de junio de 2009. En Tecate, el entonces alcalde panista Donaldo Peñalosa entregó -entre otras cosas- patrullas, uniformes e incentivos a sus policías en Palacio Municipal. Terminando, a todos los uniformados los citaron para un “pase de lista” en las instalaciones de la Dirección de Seguridad Pública. Hasta ahí llegó supuestamente de sorpresa un convoy militar. Ya formados los municipales en línea, los soldados comenzaron a cantar nombres y cada uno dio un paso al frente. Fueron arrestados de inmediato y trasladados a la Ciudad de México en calidad de “presentados”, acusados de nexos con el narcotráfico. Únicamente dos nombres de la lista castrense faltaron por detener: Jorge Camacho, subcomandante, y Juan Carlos Fraijo Lino, su escolta. Ambos fueron buscados en sus domicilios por agentes de confianza del entonces director de la Policía, Erick Lara. No hubo éxito. Se dieron a la fuga y jamás volvieron a pisar sus empleos de años. Las versiones que los rodean son tan de película como cualquier otra aventura de acción. Que uno de ellos se escondió en la cajuela de un carro. Que el otro, escapó a Sonora brincando retenes y engañando militares. Lo que fue cierto es que a los días de la huida, los dos ex policías enviaron a la Dirección su patrulla, uniformes y armas. Pero no se volvió a saber de ellos. Con o sin evidencias de los presuntos delitos, los ex uniformados tuvieron que huir. Ésta pudo quedar como una de tantas historias policiacas, de no ser porque Fraijo Lino reapareció después de años al lado del hoy alcalde electo de Tecate, César Moreno González de Castilla. Durante la campaña le sirvió como chofer y escolta. Desde luego que ahora se les ve con más desconfianza. Un año después, eso sin contar que tanto Moreno como Fraijo aparecen en otra lista, en la de deudores del ayuntamiento de Tecate, el primero por 23 mil pesos cuando fue secretario de Desarrollo Social, y su hoy escolta, por 183 mil 637 pesos. Apenas la semana pasada, en esta columna se publicaban los delitos de secuestro y robo en los que estuvo indiciada la actual escolta de Francisco Castro Trenti, secretario de Seguridad Pública en Rosarito y hermano del ex candidato a gobernador por Baja California. A estos casos podría sumarse el del propio Javier Robles Aguirre, alcalde del quinto municipio, y su guardaespaldas Javier Díaz, quien cuenta con historial delictivo en Estados Unidos de 2003 a 2009, por robo de autos y residencias, además de detenciones por posesión de enervantes. De hecho, después de la publicación donde se señaló a la escolta de Castro, el alcalde, secretario de Seguridad y otros del círculo cercano, se reunieron para tocar el tema. Concluyeron que era una campaña orquestada por Jorge Eduardo Montero Álvarez, ex secretario de Seguridad en el municipio y ex subsecretario de Seguridad en el Estado, en represalia porque Castro lo denunció en Sindicatura de recibir “cuotas de los policías auxiliares”. Según “Tito” y su staff, esa reunión fue secreta. Pero nada en Rosarito es secreto, como tampoco lo es que Robles Aguirre fue el principal operador contra los candidatos del PRI en su ciudad. Varios escucharon la orden directa de Robles para asegurar la derrota de sus compañeros de partido. Y es que para que algo realmente quede en la secrecía, se necesita más talento. Por ejemplo, cuando un acompañante de Rosa María Castañeda Guadiana fue descubierto orinando en la vía pública en 2011, después de un concierto de Espinoza Paz en las Fiestas del Sol en Mexicali, la entonces funcionaria municipal, en estado de ebriedad (según el parte policiaco), agredió verbalmente a los pobres policías municipales. Al tiempo fue destituida como directora del Centro de Desarrollo Humano Integral en la capital, y, hace días, Rosa María tomó posesión como delegada de Caminos y Puentes Federales (cosa que no es noticia). Lo que sí, es que el lunes 29 de julio, la Señorita CAPUFE se montó en el carro oficial que le fue asignado para ir a hacer sus compras al súper. Allí, batallando con una mano en el celular y otra en el carrito, subió al pick-up del Gobierno Federal toda su despensa. Total, la gasolina y el carro son de gobierno. Pero los íntimos secretos… son de los lectores.