Una parte central de la novela es el discurso que Dios da en la Plaza de Toros de Madrid, televisado y radiado a todo el mundo, que se encuentra expectante. Dios -sin pelos en la lengua- arremete contra unos y otros: contra las derechas, contra las izquierdas, contra los de abajo; y lo hace incurriendo en ese punto débil de todos los humanos, que cogen su texto (la Biblia) y la manosean a su conveniencia, la interpretan a su antojo, para después organizar guerras, pasar a la gente por la hoguera y cuantos desmanes se organicen por dinero, venta de armas, política, etnias...