Cuando a la Santa Sede bajo el pontificado de Juan Pablo II, le fue permitido abrir la Nunciatura Apostólica en Kiev, capital de Ucrania, hacia 1991, la diplomacia vaticana comisionó al sacerdote tijuanense Ramón Castro Castro para echar manos a la obra. Y colaborar con el Nuncio Apostólico. Entre sus servidores contó con la inolvidable señora Marina Petrashova, ucraniana con dominio de nueve idiomas.