La incapacidad para combatir la violencia por parte de autoridades bajacalifornianas y sonorenses, provocó que agrupaciones delictivas tuvieran menor preocupación por exhibir su poderío al momento de perpetrar sus crímenes, donde pasaron de asesinatos aislados en zonas despobladas, a comandos armados que acribillaban indiscriminadamente a hombres, mujeres y niños