Las trampas en el ajedrez tienen un carácter muy distinto que en la política; el engaño en el ajedrez es hacer una muy buena jugada que el adversario no advierte y se le empuja a caer en una trampa, haciéndole perder la partida; se dan la mano caballerosamente y esperan la revancha.
Solamente el hombre honrado y juicioso, y sobre todo el obrero consciente, no se vende ni sigue tras la cola de reconocidos criminales. Al contrario, los pone en la picota y los combate con fuego ardiente. Las migajas no erradican la esclavitud ni la pobreza.