Sofia Coppola es una directora interesante, lo que se dejó ver con “María Antonieta” y se confirmó, sin lugar a dudas, con “Perdidos en Tokio”. Si es ella quien está detrás de una película, no se le puede negar un voto de confianza.
Qué complejo es llevar la vida y obra del gran Leonard Bernstein a la pantalla grande, y vaya atrevimiento de Bradley Cooper asumir este faraónico proyecto que, finalmente, está más que logrado.
A veces el largometraje requiere un poco de paciencia por la lentitud de su narrativa, pero los buenos momentos fortalecen todo el desarrollo de la trama, aunado a la presencia de Tilda Swinton y el excelso trabajo de cámara de Erik Meserschmidt.
Lo importante no es la historia, sino el extraordinario trabajo de cámaras con el que se genera el poderoso horror que recrea un triple homicidio ocurrido en 1989 en una vieja mansión.
El tema es la masacre de la tribu Osage a manos de blancos en los años veinte en Oklahoma, cuando yacimientos petroleros fueron descubiertos en tierras ancestrales pertenecientes a esta comunidad indígena. El punto de partida es el best-seller de David Grann, y Martin Scorsese se valió de un elencazo y 3 horas 20 minutos en la pantalla grande para contar la historia.
Esto queda demostrado en esta película perfecta para la temporada halloweenesca. La historia parte de la riesgosa aventura de unos jóvenes que utilizan la escultura de una mano que, según se cuenta, perteneció a un satánico que tenía poderes para comunicarse con el más allá
Wes Anderson y Roald Dahl, qué combinación tan afortunada en este estreno de Netflix. Dahl fue un cuentista magistral y Anderson armó una adaptación inimaginable donde la literatura y el teatro se trasladan al cine.
Esta es la historia de Saúl Armendáriz, un luchador mexicano homosexual. En pocas palabras, un exótico de la lucha libre amateur, el antagonista por tradición, menospreciado dentro de un nicho machista de la cultura popular.
Todo comienza en el presente con Hae Sung (Teo Yoo), Nora (Greta Lee) y Arthur (John Magaro). Hay algo evidente entre los dos asiáticos, mientras que el papel de Arthur no parece muy claro. La clave, claro, está en el pasado.
Ahora resulta que se necesita un superhéroe hispano. O al menos así ha sido extraído del Universo de DC cómics para llevar la historia ya no sólo del joven Jaime Reyes, sino de la familia Reyes. Porque, pues, el protagonista va con su cultura.