Lo importante no es la historia, sino el extraordinario trabajo de cámaras con el que se genera el poderoso horror que recrea un triple homicidio ocurrido en 1989 en una vieja mansión.
El tema es la masacre de la tribu Osage a manos de blancos en los años veinte en Oklahoma, cuando yacimientos petroleros fueron descubiertos en tierras ancestrales pertenecientes a esta comunidad indígena. El punto de partida es el best-seller de David Grann, y Martin Scorsese se valió de un elencazo y 3 horas 20 minutos en la pantalla grande para contar la historia.
Esto queda demostrado en esta película perfecta para la temporada halloweenesca. La historia parte de la riesgosa aventura de unos jóvenes que utilizan la escultura de una mano que, según se cuenta, perteneció a un satánico que tenía poderes para comunicarse con el más allá
Wes Anderson y Roald Dahl, qué combinación tan afortunada en este estreno de Netflix. Dahl fue un cuentista magistral y Anderson armó una adaptación inimaginable donde la literatura y el teatro se trasladan al cine.
Esta es la historia de Saúl Armendáriz, un luchador mexicano homosexual. En pocas palabras, un exótico de la lucha libre amateur, el antagonista por tradición, menospreciado dentro de un nicho machista de la cultura popular.
Todo comienza en el presente con Hae Sung (Teo Yoo), Nora (Greta Lee) y Arthur (John Magaro). Hay algo evidente entre los dos asiáticos, mientras que el papel de Arthur no parece muy claro. La clave, claro, está en el pasado.
Ahora resulta que se necesita un superhéroe hispano. O al menos así ha sido extraído del Universo de DC cómics para llevar la historia ya no sólo del joven Jaime Reyes, sino de la familia Reyes. Porque, pues, el protagonista va con su cultura.
Va de nuevo. El primer intento de hacer una historia a partir de la famosa atracción de los parques de Disney no resultó muy acertado, entonces bajo la dirección de Rob Minkoff y con Eddie Murphy en el rol protagónico.
Cillian Murphy tuvo una transformación tanto física como histriónica absolutamente radical y fascinante para interpretar a J. Robert Oppenheimer, el líder del proyecto Manhattan que desarrolló la bomba atómica.
Para que el género le gane a la historia, basta con hacer un thriller y perderse más en la acción que en la narrativa. Esto es justo lo que le ocurrió a Alejandro Monteverde y por partida doble, considerando que además de dirigir este filme, también es corresponsable del guion, en coautoría con Rod Barr.