Recibí un cargamento de tenis cafés que habían sido destinados para el ejército de Uganda y que finalmente fueron adquiridos por mí. Envié a Gabo a vender tenis y uniformamos a todos los que se dejaron con los largos tenis cafés, lo que se volvió una broma constante y una leyenda entre nosotros.
El ferri entre La Paz y Mazatlán era el vehículo más utilizado por los compradores. Con la devaluación, pierdo las tiendas que tenía y me quedo prácticamente en la calle, con una enorme deuda en dólares que poco a poco fui pagando.