La aventura comienza cuando esta anciana es víctima de un fraude telefónico y toma el toro por los cuernos en busca de los delincuentes. La tarea detectivesca tiene un cómplice de nombre Shaft (Richard Roundtree) y, claro, las mejores escenas con Hechinger; todo basado en una anécdota personal de Margolin y su abuela.
Rose no es nada recatada y su personalidad extrovertida llama la atención de Edith, que quiere hacer una amistad con su nueva vecina. El resultado es una confrontación con la familia y el posterior envío de las vulgares misivas.
Esta película no es un estreno en Netflix, mucho menos en la cartelera, pero trasciende en estos momentos porque se basa en las memorias de J.D. Vance, el joven republicano que aspira a la Vicepresidencia de Estados Unidos, hombro a hombro con Donald Trump.
Escrita por el Baltasar Kormákur y Ólafur Jóhann Ólafsson (autor de la novela en la que se basa este guion), la película del realizador islandés es una bocanada de aire fresco en una cartelera en donde el romance se ha perdido entre historias de superhéroes, el Género H y la acción.
La razón es que entre las 40 masacres que han ocurrido a lo largo de 30 años hay un elemento en común: siempre aparece en la escena del crimen una tarjeta de cumpleaños firmada con el nombre de “Longlegs”.
George Miller es, sin duda, el heroico director y guionista que revivió este clásico de cine de ciencia ficción con “Fury Road” que tuvo de todo: una estupenda historia, bien narrada, con increíbles recursos audiovisuales, incluidas escenas de acción francamente insuperables.
A esta película le fue bien en la pasada edición de los premios Goya, con 15 nominaciones y tres reconocimientos en esta competencia, incluyendo a la dirección novel, el guion y la actriz de reparto Ane Gabarain, y es que lleva bien una historia compleja: la de Aitor, un niño de 8 años de edad que empieza a identificarse como niña, adoptando el nombre de Coco.
Lo que hace distinta a la nueva película de Erica Tremblay es que la historia de estas tres mujeres no descansa ahí, sino que sigue en la medida en que se necesitan respuestas en un país con un sistema de gobierno que continúa manteniendo a los pobladores originales en la marginalidad.
Kelsey Mann le ha seguido bien la pista a Riley (Kensington Tallman), aunque ya pasaron tres años y esta niña sigue siendo excelente porque mantiene el punto de equilibrio entre la Alegría, la Tristeza, la Ira, el Desagrado y el Miedo y así ha ido moldeando su personalidad.
Arkasha Stevenson es responsable de esta precuela a la trilogía setentera-ochentera que contó cómo el anticristo se habría incrustado en la sociedad de aquel entonces.