Entre el 1ro. de julio de 2018 y la fecha actual, han transcurrido escasos 33 meses; sin embargo, en ese corto plazo, aparejado al colapso y descrédito institucional nacional generalizado, el modelo personalizado de gobierno, ejercido desde la misma Presidencia de la República, ha fabricado de la nada, figuras públicas, quienes hoy día se proponen a sí mismas como alternativa de liderazgo político al amparo de Morena, un partido que se postuló como la diferencia en el quehacer público, autoproclamándose la esperanza de México.
A mí que no me pregunten por quién voy a votar,
ninguno va a gobernar, son puestos para robar.
Y mi voto no será cómplice de bribones,
funcionarios talegones no cumplen con sus sermones,
y llenaré de borrones mi boleta y sus opciones.
Salgado Macedonio, sin duda alguna, es un rufián. Lo ha sido toda su vida. Pero, ¿qué politicastro burgués no lo es? Son todos ellos lobos con piel de cordero. Unos despreciables granujas.
Desde la elección federal de 2000, pasando por las de 2006, 2012 y 2018, cuando ganó AMLO con Morena, he escuchado y visto en TV que serán las elecciones más grandes de la historia.
Dios nos sigue concediendo continuar este 2021. Sigámoslo, tanto con ánimo como con prudencia, que el bicho chino COVID-19 seguirá meses más con mutaciones; redoblemos guardar distancias y usar bozal (cubrebocas).
Como ustedes saben, los Estados Unidos tienen buenas leyes, las cuales no cumplen como debería de ser; la mayoría de nosotros, sentenciados aquí en el estado de California, nos sentenciaron a vida con posibilidad de salida condicional, la cual se le da al preso ya cuando les cumplió dos o tres veces más de los años que fue sentenciado.
Las 24 horas, los siete días de la semana, el confinamiento por tal pandemia las relaciones de pareja heterosexual algo jamás visto: el convivir por fin hombre y mujer, marido y mujer, como dice la epístola de Melchor Ocampo: hasta que la muerte los separe.
La tierra de mis padres
la llevo en mis pestañas,
en la piel de mis zapatos
y en el sudor de mi frente
que corre por mi rostro
como el agua de la acequia
en temporada de lluvia.