Regresando al escrito de Maquiavelo, me resulta sorprendente cómo este libro de más de 500 años es tan vigente. Pareciera que, en esas breves líneas, el filósofo florentino retratara al México del siglo XX y lo que ha transcurrido del XXI.
Databa el año de 2008-2009 cuando un equipo de natación local celebraba el cumpleaños de un pequeño nacido en el entonces D.F., pero cuyo corazón, como el de todo aquel que viene a esta ciudad, gritaba Tijuana.
El INE-gobierno quiere darles autoridad de elegir desde el botellón o penal, dígase El Hongo, La Mesa y demás cárceles (hasta extranjeras). Además, quiere liberar cientos de reos peligrosos, con el riesgo de duplicar los delitos en las calles.
En el escrito se asegura que si no se amparan perderán siete bonos, se reducirá el aguinaldo a 40 días, las pensiones se toparán a 10 UMAS (33 mil pesos aproximadamente), reducirán la prima vacacional y desaparecerá el plan de beneficios o seguro de vida que consta de 65 meses del salario del trabajador fallecido.
“Izquierda” y derecha “olvidando sus divergencias” han unido sus voces plañideras condenando el susodicho “atentado”. Ningún ciudadano juicioso, ningún proletario consciente, mucho menos un verdadero comunista se tragarían ese reaccionario cuento.
En el pasado, existieron gestiones presidenciales similares, como la de Luis Echeverría Álvarez (1970-1976), quien fue dispendioso. Las consecuencias financieras fueron catastróficas. Luego de ese gobierno, padecimos dos sexenios de inestabilidad económica.
Aunque muchas veces sus exponentes evocan a su origen humilde, sus canciones no están desprovistas de burlas e incluso amenazas a los ardidos, a los envidiosos, a los que no comparten la aspiración, además de los enemigos del cártel. Precisamente el término buchón alude casi explícitamente al whisky Buchanan's, otro símbolo de la excentricidad que caracteriza lo tumbado.
Sólo acudimos el 61 por ciento del electorado; ¡vaya!, de la población apta un 39 por ciento sintió tanta repugnancia y asco por los dedazos tan miserables -o sea, que 4 de cada 10 no participaron- y sólo el abstencionismo fue el verdadero triunfador.
Vítores, fanfarrias, parafernalia, desfiles, y sumisión total ante la figura del Presidente era como se celebraba cada 1 de septiembre; eso sí, siempre en el ambiente de algarabía que caracteriza a los mexicanos. La obligación de informar con prontitud y transparencia fue transformada en la fiesta del Presidente.