El poeta tijuanense concluyó 2025 con la publicación de “Retratos de familia”, libro en el que conversa con diversas tradiciones poéticas y autores de la historia de la literatura universal
Entre traducciones al italiano y al inglés, además de la publicación de su nuevo libro “Retratos de familia” (Vaso Roto Ediciones, 2025), el poeta tijuanense José Javier Villarreal concluyó un gran año.
Primero, la editorial Edizioni Fili d’Aquilone publicó “Sul campo”, antología que incluye poemas de “Mar del Norte” (1988) y “Campo Alaska” (2012), bajo la selección y traducción del español al italiano por Alessio Brandolini; se trata de la segunda obra llevada al italiano, ya que previamente Raffaelli Editore editó también “Antologia poetica”, bajo la traducción de Emilio Coco.
AL ITALIANO
Ahora que su obra está disponible en italiano, el poeta bajacaliforniano compartió con ZETA sus impresiones de ser llevado al idioma de Dante Alighieri, considerado “el padre de la lengua italiana moderna”:
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“De hecho, ahorita Italia no sé por qué situación me está como jalando, lo cual digo, me siento muy contento. Primero está la traducción ‘Antologia poetica’ que hace Emilio Coco y luego está ‘Sul campo’, que es un tercer libro porque lo que hizo Alessio fue tomar poemas de ‘Mar del Norte’ y de ‘Campo Alaska’ e hizo una fusión, que yo cuando lo leí me impresionó porque lo sentí muy duro; o sea, no la traducción –la traducción es muy bella–, sino los poemas son duros, quizás yo no los hubiera revisado. Es un libro de Alessio en muchos sentidos y, de hecho, la idea es presentarlo el año que entra en Roma porque Emilio me pidió una selección de poemas de Alfonso Reyes que prácticamente ya está cerrándose todo. Entonces, se va a traducir la poesía de Reyes al italiano, por mayo”.
De hecho, cuando se le preguntó qué impresión le da saber que su obra esté traducida al italiano, el poeta tijuanense no escondió lo que llamó “vértigo”: “Pues mira, me encanta, pero me da vértigo. Me da vértigo porque pues sí es como extraño, particular, ver lo que podríamos llamarle internacionalización, que la verdad es algo que lo tienes ahí como una posibilidad; pero en mi caso, un poco timorato, pues no la busqué, sino que se fue dando, entonces doblemente el vértigo porque me emociona mucho el interés que tenga lo que escribo en otras lenguas”.
“MAR DEL NORTE”, EN INGLÉS
En 2025, también apareció la traducción al inglés por Scott Bennett de “Mar del Norte” (Vaso Roto), título que por cierto se presentó recientemente en Nueva York. Cabe recordar que con “Mar del Norte”, José Javier Villarreal obtuvo el Premio Nacional de Poesía Aguascalientes 1987, publicado originalmente en 1988 por la Secretaría de Educación Pública, Joaquín Mortiz y el Instituto Nacional de Bellas Artes (INBA).
Incluso, Villarreal recordó que la primera traducción de su obra fue “Mar del Norte” al francés, como “Mer du Nord” (Mantis Editores, Écrits des Forges, 2008), bajo la traducción del español al francés de la también poeta Françoise Roy.
“La primera traducción fue de ‘Mar del Norte’ al francés. Carlos Cortés me dice que está traduciendo, ya muy avanzado, ‘Mar del Norte’ al portugués, pero de ahora de Portugal, eso yo no me lo esperaba, es una noticia muy buena. Pero digamos que fue al francés, luego al portugués y al italiano, en dos ocasiones, y ahora al inglés”, constató el vate de Tijuana que radica en Monterrey desde 1976.
— ¿Algo que quisieras destacar sobre “Mar del Norte”, que ha sido traducido al francés, portugués, italiano e inglés? Es tu libro más traducido…
“‘Mar del Norte’ es un libro que me marcó mucho. O sea, no dejo de pensar en Baja California, pero creo que yo veía a Tecate como un espacio muy cerrado y no, estaba yo muy errado; era un espacio pequeño, pero muy abierto porque, por ejemplo, una nostalgia que yo tenía –era algo que no había vivido– era cuando tú veías los anuncios en la televisión de Sanborns de la Ciudad de México. La Ciudad de México era así como ‘allá muy lejos’. Pero de lo que yo me daba cuenta es que yo estaba en la orilla del país, pero que tenía dos países. Es decir, que yo podía pasar, volver, venir y que eso fue una riqueza que me fue abriendo, sin darme cuenta. Entonces, para mí ‘Mar del Norte’ es un libro que puso atención en esa geografía sentimental y, bueno, me sigue acompañando”.

“MI DIÁLOGO MÁS INTENSO HA SIDO CON DIFUNTOS”
El libro más reciente de José Javier Villarreal es “Retratos de familia” (Vaso Roto Ediciones, 2025), el cual es presentado como “un tejido de historias, imágenes y huellas que van revelando un pasado que se confunde con un presente percibido sobre una superficie movediza y un cielo pesado a punto de caer”.
En la entrevista para este Semanario, primero aclaró el poeta tijuanense: “‘Retratos de familia’ no es un regreso; no es que estoy regresando ni a un espacio ni a un tiempo, sino que ese espacio, ese tiempo están vivos, son parte de un continente emocional, estético. ‘Retratos de familia’ es un álbum: hay una entrada, luego ya entras a hojear el álbum, se acaba el álbum y viene la fecha; pero luego hay otro poema más, que es el ‘Álbum de familia’ donde está el que está recorriendo los poemas, está viendo las fotografías de rostros eternos donde el único que envejece es el que está viendo las fotografías, que es el que no está en el álbum de familia”.
— Por “Retratos de familia” aparece una diversidad de autores de la literatura universal, como Lorca, Borges, Alberti, Gorostiza, Nelly Sachs, Salvatore Sabella, Juan del Encina, Sándor Márai y muchos más. Platícanos de estos autores a los que recurres en esta nueva entrega.
“Bueno, pues es también como asumir muchas cosas. Asumir que mi familia tiene como vacíos, tiene huecos, como que faltan prótesis; como el poema del Cid, que a la entrada le falta, pero que la suples con la crónica de Reyes y coincide. Bueno, acá también: me di cuenta que Borges, García Lorca y etcétera formaban parte de mi familia, de mi contexto emocional, sentimental. Por ejemplo, está el caso de Sándor Márai, que me sobrecoge mucho porque yo empiezo a leer a Sándor Márai, me gusta mucho, es un autor que leo mucho, y de pronto me entero que se suicida en San Diego. Luego leo los diarios y veo ese viacrucis horrible de San Diego, que en un año se le mueren todos: se le muere la esposa, se le muere el hijo adoptivo, se queda solo y, bueno, decide suicidarse. Entonces, a mí eso me chocaba mucho, porque San Diego era como la ciudad bonita, la ciudad apacible, la ciudad ejemplar, la bahía, el Balboa Park; o sea, era lo bien hecho. Entonces, jamás me imaginé que alguien se fuera a suicidar ahí”.
“Pero luego descubro que hay un alto índice de suicidios en San Diego que no sabía. Yo tenía una tía abuela, hermana de mi abuela, que trabajaba en Relaciones Exteriores de México, oficina en San Diego, y vivía en San Diego con mi tía Emilia en la calle Washington; íbamos a desayunar los domingos al Pancake House que está a una cuadra del Mercy. El Mercy era el hospital, en mi generación, donde los padres tenían esa disyuntiva: o se iban a San Diego para que naciera el niño en el Mercy o al Hospital del Carmen a Tijuana; bueno, yo fui a Tijuana. Pero en el Mercy –que yo lo veía– estaba agonizando Lola, la esposa de Sándor Márai. Todo eso siento como que es mío. En Santee, que está en El Cajón, está el trenecito que va hasta el centro de San Diego; mi padre siempre decía: ‘Yo un día voy a hacer ese viaje’. Nunca lo hizo. En la bahía de San Diego están las cenizas de Sándor Márai, del hijo de Sándor Márai, de Lola y, bueno, que es mi San Diego”.
— ¿Estos escritores son tus influencias o tus autores de cabecera? ¿Les haces homenaje o por qué están en “Retratos de familia?
“Estos autores están en ‘Retratos de familia’ porque también descubro que me he pasado la vida leyendo. O sea, no lo digo con jactancia, lo digo con mucho gusto porque es lo que a mí me apasiona: a mí me gusta leer. Entonces, si yo atiendo al soneto de Quevedo, ‘Desde la Torre’, pues mi diálogo más intenso ha sido con difuntos. Y en los momentos memorables de mi vida, ya sea para bien o para mal, o de gran intensidad, llegan versos, llegan títulos o puedo ver portadas y saber qué estaba viviendo cuando yo compré ese libro. Entonces, me doy cuenta que es historia viva. O sea, no es que yo diga: ‘Bueno, vamos a hacer un telón de fondo cultural’; no, es mi vida, o sea, son mis autores, son mi educación, mi crecimiento, mi placer”.

ENTRE TIJUANA Y SAN DIEGO
Leer a José Javier Villarreal (Tijuana, Baja California, 17 de julio de 1959) es también encontrarse algunos pasajes memorables de la región de Tijuana-San Diego, o Baja California-California. Es autor de poemarios como “Estatua sumergida” (1981), “Mar del Norte” (Premio Bellas Artes de Poesía Aguascalientes 1987; 1988), “Portuaria” (1997), “Bíblica” (1998), “La Santa” (2007), “Campo Alaska” (2012), “Una señal del cielo” (2017), “Un cielo muy azul con pocas nubes” (2019) y “Los secretos engarces” (2021). En 2024, Tilde Editores publicó “Poeta de provincia. Antología poética (1981-2021)”, de José Javier Villarreal.
— ¿Por qué en tu obra, incluido tu libro más reciente “Retratos de familia”, siempre regresas a la región de Tijuana-San Diego?
“Es raro, porque no lo tengo muy elaborado; sé que he vivido prácticamente 50 años en Monterrey, que hay una cultura que podríamos llamar regiomontana con sus características, su manejo del tiempo, su valoración del trabajo que no me son ajenas, es decir, estoy inmiscuido en eso. Pero hay una respiración y un imaginario en Baja California que no me abandona, sino que es parte de mí. Yo he podido estar en Monterrey porque tengo un background bajacaliforniano muy fuerte, porque quiero pensar que tengo –o asumo que tengo– una riqueza cultural, plural, sofisticada, cosmopolita que te da Baja California, que difícilmente te lo da otra región del país. Te dan otras cosas riquísimas, maravillosas –no estoy diciendo que allá es la panacea, no-, pero yo no puedo omitir esa pluralidad, esa riqueza lingüística, esa riqueza de referencias culturales, ese ir y venir de un continente lingüístico a otro”.
— ¿Cómo concibes el paisaje, los escenarios de Baja California y California, como un medio para hablar de algún tema de tu interés?
“Bueno, salí de Baja California porque me fui a hacer la vida, pero siempre establecí puentes; yo regreso, voy y soy muy atento al paisaje, soy muy atento a la contemplación. Por ejemplo, hay un poema que ya no está aquí, que está en otro libro, donde es una rama que se está agitando, entonces te das cuenta que no es que la rama se esté agitando, sino que es una forma de decir adiós que no sabes. Bueno, yo iba de Tecate a Tijuana al aeropuerto para volar a Monterrey, iba con mis padres, con mis hermanos. Íbamos por esa carretera que a mí me fascina, que es la carretera de paga de Tecate a Tijuana. Yo iba de copiloto, veía cómo los arbustos a la orilla de la carretera se movían, hacía viento. Ese movimiento de las ramas, de los arbustos, era una imagen que yo traducía como un adiós, como que alguien se estaba despidiendo de mí; pero en realidad no se estaban despidiendo de mí, yo me estaba despidiendo, pero no sabía. Eso me lo da el paisaje de Baja California”.
Finalmente, el poeta tijuanense aclaró que en su obra el paisaje es idealizado, no una cartografía real: “Ahora, también soy consciente que es un paisaje añorado, es un paisaje idealizado; es un paisaje transitado desde una emoción siempre en acecho. O sea, mi vida cotidiana bajacaliforniana es muy pobre, pero mi vida referencial, emocional, sentimental, es muy rica”.







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