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lunes, diciembre 22, 2025
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“La poesía es un lugar de silencio en este mundo ruidoso”: Verónica Zondek

“Yo creo que la poesía es el lugar de las posibilidades, del silencio, del tiempo detenido y de la posibilidad de encontrarse con los otros”, expresó la poeta chilena a ZETA en FIL Guadalajara 2025

 

Silenciosa como su obra, la gran poeta chilena Verónica Zondek llegó discreta a la Feria Internacional del Libro de Guadalajara (FIL) 2025, para inaugurar el ciclo de lectura en el Salón de la Poesía con un recital que queda para la historia de los personajes que se han presentado en ese reciento.

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Editora del volumen “Gabriela Mistral. Poesía reunida. Mi culpa fue la palabra” (LOM Ediciones, 2015), Zondek también participó en la mesa de diálogo “Gabriela Mistral. A 80 años del Premio Nobel” y en Galas de El Placer de la Lectura; además, concedió un par de entrevistas a medios de comunicación, entre ellos a ZETA, en la que habló en torno a los dramas humanos y naturales que refleja en su obra, sobre el paisaje en la gran tradición poética chilena y algunas consideraciones sobre poesía.

Verónica Zondek (Chile, 1953) publicó sus primeros poemarios en la década de los 80: “Entrecielo y entrelínea” (1984) y “La sombra tras el muro” (1985). Aunque reconoció que gran parte de su escritura proviene de la década de los 70.

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— ¿Cómo o de dónde surgen sus primeros poemarios “Entrecielo y entrelínea” (1984) y “La sombra tras el muro” (1985)?

“Esos dos primeros libros juntos, ‘Entrecielo y entrelínea’, son libros que escribí en los 70, pero que, cuando vuelvo a Chile en el 84, publico esos dos libros. Esos son los libros que quise publicar y son autoedición; era lo que se podía hacer en esa época. Así que son libros escritos a fines de los 70 con la experiencia de la dictadura de Pinochet y también con la experiencia de la guerra, porque yo estudié fragmentariamente: primero –porque después volví a Chile en el 72 y mediados del 73– en Jerusalén por la Universidad Hebrea, y luego volví en el 76 a terminar de estudiar. Así que ese libro recoge esas experiencias tan violentas y amenazantes, por un lado; pero, por otro lado, esa cosa tan como de alianza entre la gente que pensaba más o menos igual, de ayuda, de cooperación, de empatía. Luego se va disolviendo; a medida que se van las dictaduras y se instalan los sistemas neoliberales hacia ultranza, como que las personas sólo se preocupan de su éxito, su manera de estar en el mundo y olvidan un poco las colaboraciones, que en esa época era fundamental. Entonces, la escritura yo creo que en esa época recoge los miedos, el horror, los quiebres; los quiebres de la cotidianidad, la humanidad y el pensamiento colectivo”.

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“ESE LENGUAJE COMO TRASVESTIDO”

“Vagido” es el cuarto poemario de Verónica Zondek donde evidencia que ha sido escrito por una mujer, por la temática de la maternidad y por el vocabulario que actualmente está más presente por los diversos feminismos, por ejemplo, al escribir en femenino “la cuerpa mía”.

— ¿Podría hablarnos de esta conciencia feminista suya desde los 80 reflejada en “Vagido”?

“’Vagido’ es el resultado un poco de esa rabia que a uno le da de cómo el mundo carga ciertas experiencias vitales con una especie de romanticismo extraordinario y nunca ve la realidad, las sombras y las luces que tienen esas experiencias en este caso para las mujeres. Yo intenté escribir desde mi experiencia –que tuve varias– de nacimientos de hijos; también conocí la experiencia de otras mujeres, pero también incluye la experiencia de la creación en general, porque yo creo que son experiencias vitales muy fundamentales y que no son sólo bonitas. Cuando alguien te dice: ‘Ah, escribe poesía, qué bonito’. No, no es sólo bonito; tiene por supuesto cosas extraordinarias, iluminadoras, pero tiene también muchas veces mundos que se quiebran, que se rompen, que se abren para dar paso a otra cosa y eso no siempre es bonito. Muchas veces es sangriento, es doloroso, incluye miedos, quise retratar eso”.

“Y para hacerlo sentía que había que romper con el lenguaje común para que un otro o una otra pudiera leer dentro de una cosa muy común y corriente algo nuevo y volver a pensarlo, a sentirlo, a vivenciarlo; por eso está ese lenguaje como trasvestido un poco, pero es una necesidad. O sea, no es por moda ni porque quisiera yo instalar una moda; yo creo que hay gente que lo usó antes, yo creo que Mistral lo usó, no estoy segura, pero tengo esa idea, aunque no la había leído tan detalladamente como la he leído ahora. Pero, en todo caso, respondió una necesidad y no a una cosa así como un capricho, no usaría esa palabra para cualquier cosa y en cualquier situación. Sigo llamando cuerpo al cuerpo, pero yo creo que en esa situación era muy importante poner la sensibilidad y la experiencia femenina a disposición desde la mujer, no desde la idealización de una experiencia vital para todos los seres humanos”.

 

“BOSQUES MUERTOS” Y OTROS “CEMENTERIOS DE VEGETAL”

Verónica Zondek es autora de poemarios como “Entrecielo y entrelínea” (1984), “La sombra tras el muro” (1985), “El hueso de la memoria” (1988), “Vagido” (1990), “Peregrina de mí” (1993), “Entre lagartas” (1999), “El libro de los valles” (2003), “Por gracia de hombre” (2008), “La ciudad que habito” (2012), “Instalaciones de la memoria” (2013), “Nomeolvides: flores para nombrar la ignominia” (2014), “Fuego frío” (2016), “Memento” (2009), “Una pequeña historia” (2018) y “Otro viento cantará” (2022). En 2019, Lumen publicó “Ojo de agua. Antología” y en 2023 Ediciones Libros del Cardo editó “El esplendor de la granada. Poesía reunida 1984-2022” de Verónica Zondek.

En la obra poética de Verónica Zondek es posible encontrar el drama humano y natural, tal como lo atestigua la autora en entrevista. Por ejemplo, se lee por “Fuego frío”: “Porque esqueletos hay / esqueletos de la sangre y esqueletos de la savia. / Esqueletos / esqueletos por doquier / bosques muertos / bosques muertos por doquier”; o en alguna otra parte: “El cerro duerme y duerme el muerto y duermen los cuerpos quemados”.

“‘Fuego frío’ es el drama de la desaparición de los bosques a través de la quema. Ahí el viento es un personaje, el fuego es un personaje, los árboles son otros personajes y está la voz de la narradora que va contando un poco cómo esto sucede. Entonces hay como un ir y venir entre lo que es la naturaleza y los seres humanos como un objeto más de la naturaleza. Y cómo se descontrolan las cosas que están fuera del control del ser humano cuando pasa un cierto límite. Entonces, habla de esas líneas muy delgadas, que nosotros nos tienen ahora en el drama en que estamos, tanto ecológico como de las guerras. La curiosidad es maravillosa y también puede ser un vicio, si uno no sabe dónde parar. Yo creo que por ahí van estos libros, ‘Vagido’ y ‘Fuego frío’, que son muy distintos, pero son dramas humanos y naturales todos como parte de la naturaleza”.

— Podría hablarnos de estas imágenes de “bosques muertos por doquier” y “duermen los cuerpos quemados”. Evidentemente se trata también de un drama y una tragedia de nuestros bosques incendiados no sólo en Chile, sino por el mundo…

“’Fuego frío’ es el resultado de un proyecto que iniciamos con un fotógrafo que se llamaba ‘La raíz del viento’ y que fue una exposición fotográfica con escritura poética y voz, que se hizo en varios museos. Para eso nos ganamos este proyecto y estuvimos recorriendo toda la región de Aysén, que es la penúltima región de Chile. Él tenía que fotografiar y seguir la huella del viento con el ojo, y yo, bueno, con el ojo, la oreja, el lápiz. Y mi impacto fue muchísimo porque hace mucho tiempo atrás, a mediados del Siglo XX, se les pagó a colonos para que ellos pudieran tener ahí animales y ellos prendieron fuego a la selva fría que empieza donde vivo yo, son árboles que yo quiero muchísimo. Encendieron el fuego, se tenía que apagar y no pudieron. El viento descontroló esto y los fuegos ardieron 15 años, fue mucho. Entonces, nevaba en invierno y se apagaban los fuegos. Se derretía la nieve en primavera-verano y salían las llamas, y seguían, avanzaban; y se quemaron hectáreas y hectáreas y hectáreas y hectáreas. Era madera que no se podía usar porque estaba carbonizada y quedó ahí”.

“El año que yo fui, que fue hace varios, el gobierno le pagó a la gente que vivía ahí para que recogiera todo eso y se pudiera usar la tierra para plantar o para poner animales o para poner bosques nuevamente; pagaban por eso. Entonces, la gente de la zona empezó a juntar esto como rumas de tronco. Y tú pasabas, porque teníamos que llegar a ciertos lugares y veías estas ruinas que parecían cuerpos que encontraron en los campos de concentración, que tú veías todos estos cuerpos en esos hoyos, así como calcinados, era una cosa terrible. Me dio una sensación tremenda”.

“Más allá de lo que hice con el viento, que fue la exposición, tomé mucho apunte que me quedó; y entonces escribí ‘Fuego frío’ a partir de esa experiencia muy emocional y también como intelectual, en el sentido que me hizo justamente desarrollar esta idea que ahora encuentro en Mistral y que me gusta muchísimo, de que son seres vivos igual que uno. Uno dice: ‘No como carne, como lechuga’. Pero a la lechuga cuando uno le corta una hoja, pasan cosas parecidas. Estudié muchísimo la comunicación entre los árboles, los hongos, todo eso, y realmente tienen un sistema nervioso, entre comillas, se llama de otra manera, pero se comunican millones de cosas, reaccionan a todo, tienen las mismas reacciones nuestras con los extraños, los dejan desarrollarse hasta un punto, o sea, es un mundo y es un mundo vivo igual que el nuestro. Entonces se me activó todo esto y estuve escribiendo este libro unos cinco o seis años hasta que pude encontrar el lenguaje que diera cuenta de esta angustia que me dio la visita a estos tremendos cementerios de vegetal”.

 

EL PAISAJE CHILENO EN LA POESÍA

En la tradición poética chilena, el paisaje –cordillera, montaña, monte, valle, desierto, mar– juega un papel fundamental, desde la Colonia con “La araucana” del español Alonso de Ercilla, pasando por los Premios Nobel de Literatura Gabriela Mistral y Pablo Neruda, hasta llegar a generaciones más recientes con reconocidos poetas, como Raúl Zurita y, por supuesto, Verónica Zondek.

— ¿Cómo considera que ha sido tratado el paisaje en la tradición poética chilena?

“Yo creo que la que más se relacionó con la naturaleza es Gabriela Mistral, estoy estudiando mucho todo eso. Habría que leer ‘Poema de Chile’ y ver cómo ella posiciona la relación entre lo natural y lo humano como a un mismo nivel, en forma horizontal. En los poetas, por ejemplo, Ercilla, que es el poeta fundacional, Neruda también, Raúl Zurita también, hay una grandiosidad donde el hombre triunfante, el héroe, está como al nivel de esta cosa heroica, extraordinaria, fuerzas que no se pueden dominar, que nos dominan a nosotros; en cambio, hay una manera, creo yo, mucho más interesante para mí de relacionarse con los paisajes de Gabriela Mistral porque hay una cosa más horizontal, amistosa y, por supuesto, de daño y de entrega que tiene que ver más con la tierra y todo lo que contiene: lo natural y también lo mineral y qué sé yo, pero como más bien un diálogo entre los seres que la habitan, que a mí me parece más interesante esa mirada, que la estoy estudiando recién hace como tres, cuatro años”.

“Pero a mí me parece una mirada más amistosa y que posibilita más la supervivencia de todo lo que está sobre esta tierra; hay una feminización de las relaciones entre los elementos vivos y no vivos y su lugar que habitan. Yo creo que hay una evolución en eso que es distinta y que nos hace quizás entender más quiénes son, en vez de estar mirando desde arriba y ver la maravilla, sino sentirnos una maravilla junto a, como esa posibilidad de ser con la y lo otro, un todo. Entonces, se establece el respeto, el cuidado y la amorosidad, más que la admiración”.

Foto: Enrique Mendoza Hernández

 

“SIEMPRE HABLA UN COLECTIVO, PERO SIEMPRE HAY UNA VOZ PROPIA”

— Al principio de esta conversación dijo Usted que “la escritura yo creo que en esa época (en 70, en Chile) recoge los miedos, el horror, los quiebres, los quiebres de la cotidianidad, la humanidad y el pensamiento colectivo”. ¿Quién habla en la obra poética de Verónica Zondek?

“Mira, yo creo que siempre habla un colectivo, porque uno no puede pensar que es la única de nada, creo. Siempre habla un colectivo, pero siempre hay una voz propia que le habla al colectivo. Entonces, yo creo que hay ahí un vocear que sale muy propio, muy personal, pero después están los ojos de todos ésos con los que uno se va comunicando y va observando, mirando, conversando y se arma una voz colectiva”.

“En las minas hay explotaciones salvajes de ciertos minerales que luego los convierten en la riqueza de un país, de Chile, y luego se abandonan porque se inventan reemplazos sintéticos o porque hay algo que sale que es mejor; entonces, las minas son abandonadas y son miles de vidas que estuvieron ahí, mucha explotación, muchos encuentros, descubrimientos y yo creo que toda esta historia es parte del saber común, de todos nosotros: sucede en Chile, pero sucede en México, sucede en Perú, sucede en Argentina, o sea, sucede en todas partes. El colonizaje sucedió en todos nuestros países. Cuando escribo, por ejemplo, ‘La ciudad que habito’ es la historia, es la ciudad con la historia de un individuo, que sería yo, que empieza como a conversar ahí, pero el conocimiento siempre es, yo creo, común y uno no puede sino mirar la realidad y lo que está pasando y todo es político finalmente. No hay experiencia humana que no sea política y que incluya la polis, el conjunto, creo”.

 

“LA POESÍA ES UN LUGAR DE SILENCIO”

Hacia el desenlace de la entrevista con la gran Verónica Zondek, finalmente se le solicitó, por lo menos, una consideración en torno a poesía.

— ¿Qué ha sido para Verónica Zondek la poesía en su trayectoria?

“Bueno, la poesía es un lugar de silencio en este mundo ruidoso que habitamos ahora; es un lugar donde uno puede introducirse y abandonarse y no existe el tiempo en el sentido de que todo se detiene y te encuentras con algo, con alguno o con lo que estás buscando. También es un lugar de investigación. Es un lugar de comunicación, primero contigo; es una conversación privada, personal, que sale y, luego, cuando tú encuentras las palabras que más dicen eso, pasa a ser una conversación con los otros y luego eso se va como agrandando un mundo que antes era personal. Entonces yo creo que es como la traducción, porque yo también soy traductora: yo creo que en la traducción es primero la lectura propia y luego es la lectura que hacen los otros con el mundo que ellos tienen, porque cada uno de nosotros lee con lo que tiene adentro y en la cabeza y en el corazón. Entonces, son maneras de leer y yo creo que una misma 10 años después puede leer de otra manera su propia poesía. Entonces, yo creo que la poesía es el lugar de las posibilidades, del silencio, del tiempo detenido y de la posibilidad de encontrarse con los otros”.

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Autor(a)

Enrique Mendoza
Enrique Mendoza
Enrique Mendoza Hernández estudió Comunicación en la Universidad Autónoma de Baja California (UABC) Campus Tijuana. Premio Estatal de Literatura 2022-2023 en la categoría de Periodismo Cultural, otorgado por la Secretaría de Cultura de Baja California; Premio Nacional de Periodismo Cultural FILEY 2025, otorgado por la Universidad Autónoma de Yucatán (UADY), a través de la Feria Internacional de la Lectura Yucatán, y Manos Libres Periodistas. Ha sido incluido en diversas antologías, entre otras, en “Relatos de frontera y otras costumbres. Crónica joven de Tijuana”, editado por el Consejo Nacional para la Cultura y las Artes (CONACULTA) y el Centro Cultural Tijuana (CECUT) en 2013. Autor del libro “Poetas de frontera. Anécdotas y otros diálogos con poetas tijuanenses nacidos en las décadas de 1940 y 1950”, publicado por la Secretaría de Cultura de Baja California en 2024. Es periodista cultural en Semanario ZETA, en Tijuana
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