El trabajo del sonidista tijuanense Daniel Rojo junto a César González, Alejandro Díaz en el filme “No nos moverán”, de Pierre Saint-Martin Castellanos, no sólo cobra relevancia sonora por su labor minuciosa a lo largo de más de mil horas, hasta concretar la narración sobre los acontecimientos del movimiento estudiantil de 1968 en México, sino por su nominación al Premio Ariel a “Mejor Sonido” que entregará la Academia Mexicana de Artes y Ciencias Cinematográficas (AMACC)
El diseño sonoro es un componente fundamental en cualquier producción cinematográfica. Más allá del acompañamiento musical, la labor detrás de esta profesión le da sentido a la trama y a los elementos visuales, y un aspecto elemental. Es esta profesión intangible la que cobró un peso significativo en “No nos moverán”, película de Pierre Saint-Martin Castellanos que aborda la historia de Socorro, una abogada de 67 años atormentaba por la muerte de su hermano durante la matanza de Tlatelolco, y que décadas después buscará venganza.
Nominada a 15 Premios Ariel, otorgados por la Academia Mexicana de Artes y Ciencias Cinematográficas (AMACC), la ópera prima del realizador mexicano ha resaltado no sólo por la temática, actuaciones o estilo, sino también por el aspecto sonoro, el cual le valió a César González, Alejandro Díaz y al tijuanense Daniel Rojo la nominación a “Mejor sonido”.
“Inicié por la ilusión de trabajar en una película, sobre todo por el origen que tiene. Soy de Tlatelolco y una película filmada ahí era algo que quería hacer. Y el resultado me pone súper feliz. Le pusimos mucho amor a la película”, compartió Alejandro, quien hace historia como el nominado más joven en esta categoría.
Para el trío de sonidistas, el trabajo sucedió una vez concluidas las filmaciones y edición, dedicándose al montaje de sonido y una labor que requirió mil 650 horas de trabajo, entre mil 300 dedicadas a conferir la identidad sonora a distintos elementos, como los desmayos recurrentes de la protagonista, 250 horas de revisiones y retroalimentación con el director, y 100 horas para mezclar sonidos.
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“La postproducción fue un proceso de seis meses, Y sí, fue una película particularmente demandante, pero creo que por lo mismo, a la misma exigencia de la misma película y de Pierre, se logró algo importante, que es una película que finalmente sí tiene una importancia especial el sonido, narrativa y dramáticamente, Hubo mucho prueba y error, hubo mucho intento de lograr lo que se logró y estamos muy orgullosos de ella”, compartió Daniel Rojo, el formado en la licenciatura en Comunicación de la Universidad Autónoma de Baja California, campus Tijuana, para quien el largometraje le dio su tercera nominación, y cuyo mayor reto “definitivamente fue trabajar al personaje de Socorro, cómo ella experimentaba el recuerdo y lo relacionaba con su propia experiencia y con su propia edad y su malestar. Y nos dimos cuenta que menos es más. Y que dramáticamente un evento así de traumático no necesariamente implica representarlo de nuevo. Entonces eso fue uno de los descubrimientos de la tarea titánica de la película”.
“Son muchas etapas. Una persona está editando los diálogos por separado, otra grabando incidentales, mientras alguien más las atmósferas por separado. Y luego todo eso se junta y se verifica con el director en un estudio. Y después todo eso se mezcla. La más bonita siempre es descubrir la película junto con el director porque se vuelve una discusión conceptual, artística: te enseñan a entender la lógica que hay atrás de la película y tú de alguna manera les ayudas a leer su película desde el sonido”, externó César, cuya amistad con Pierre lo llevó a involucrarse desde las primeras versiones del guion.
El diseño sonoro abarca desde los efectos de sonido y ambiente, diálogos, música e incluso los silencios, todos presentes en la película de una hora y 40 minutos, donde también procuraron conservar la voz de los actores en “un proceso casi artesanal; ir limpiando los diálogos, dejando siempre, tratando de respetar un silencio muy profundo” entre los personajes, así como recrear el Movimiento del 68 en lo que denominaron un ejercicio de memoria acústica.

Una labor que las críticas han alabado por generar una obra perceptible aún con los ojos cerrados mientras los sonidistas, en general, dependen de una variable crucial: el tiempo:
“México goza de cabal salud en términos sonoros, en términos de los especialistas de sonido; y hay directores, directoras, producciones en general, que le dan más importancia que otras. Entonces más bien es darle su lugar, se nota cuando hubo un trabajo; y la concepción sonora viene desde la escritura, los recursos que se le pueden dar al sonido a eso, partiendo del tiempo, desde lo conceptual hasta la ejecución”, y donde, reiteran, “es donde lo colaborativo del cine funciona. Tienes un productor que es comprensivo, tienes un director que sí es sonoro, como Pierre, que estaba muy obsesionado con que cada escena tuviera su identidad sonora. Puede ser sutil o puede ser muy espectacular, pero siempre hay algo que el sonido quiere decir. Lo más importante es entender al diseño sonoro como una parte integral del cine”, sentenciaron.