“Autos, mota y rocanrol” se ha destacado como una de las películas más llamativas y elaboradas del 2025. A modo de documental ficticio, la historia se inspira en los hechos en torno al Festival de Avándaro, logrando una sensación nostálgica y humorística ante lo que fuera el llamado “Woodstock Mexicano”.
“Justino y el Negro querían organizar unas carreras de coches y un pequeño concierto para hacer el negocio de sus vidas. Pero todo salió mal y terminaron creando el concierto más grande de la historia de México”. Tal premisa surge de las inquietudes de José Manuel Craviotto, quien se inspiró en el mito que escuchaba desde la infancia, y concretando la idea ya de adulto, tras una plática con Javier Nuño, uno de los productores de la película, la presentación del trabajo fotográfico de Graciela Iturbide y un encuentro crucial con Justino Compeán, uno de los protagonistas del evento histórico.
“No planee hacer Avándaro. Javier Núñez me dijo un poco por qué debería hacerla y me presentó a Justino. Y al conocerlo fue cuando encontré esa película y coincidía que tenía que ver con un tema que para mí es importantísimo: la música, el rock en particular, que me apasiona, que tenía que ver con la cultura mexicana. El mexicano en sí, nuestra manera de ser, de actuar, me llevaba a esa posibilidad de hacer algo que siempre me ha atraído, y que creo es el corazón de la película: el desmadre mexicano”, rememoró el director y guionista, cuyas películas lo han encaminado inconscientemente a una filmografía que refleja una mirada aguda sobre México.
“El desmadre mexicano como tal es algo muy particular: no sólo es fiesta; el desmadre es que nos gusta el desmadre, el caos, estar en medio de situaciones que se salen de nuestro control, y en medio de ese desmadre vivir una experiencia colectiva. Nos pasa a todos, yendo con tus amigos a Acapulco, organizando Avándaro u organizando una comida el Día de las Madres. Me interesa mucho ese factor del mexicano”, abundó ante una película cuyo estreno en cines llegará el 11 de septiembre, exactamente 54 años después del desmadre rockero ocurrido en Estado de México, y cuyo caos permitió el juego narrativo, para el que se contó con actuaciones de Juan Pablo de Santiago, Ianis Guerrero, Luis Curiel, Enrique Arrizon, Alex Fernández, y Fran Hevia.
“Originalmente era una película que estaba más en el drama y el thriller. Y al virar al falso documental, la comedia, aunque había sus detalles y pinceladas de comedia negra, por decirlo así, aquí ya emergía como un factor muy importante sobre el cual sería un poco la brújula de la película de en dónde estaba la comedia y cómo nos iba a llevar por esta historia”, explicó Craviotto a este Semanario sobre un largometraje que logró un equilibrio entre ficción y realidad, con un ritmo complejo.
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Filmada en Súper 8mm y 16 mm en tiempo récord (sin contar los tiempos de pre y posproducción), “había que ser muy preciso con lo que hacíamos, pero a la vez improvisar, sentir la naturalidad de un error. Esas son cosas que permearon para que la película fuera aún más divertida y caótica”, añadió, resaltando la labor de sus protagonistas, Emiliano Zurita y Alejandro Speitzer, quienes “entendieron muy bien el concepto. Ha sido un regalo poder contar con ellos. Lo que más me gusta de la película es eso: que al final, llegar a cines con un falso documental es un logro, y, creo que es porque la película plantea un tono y juego audiovisual que no estamos acostumbrados”.
Ante una propuesta tan distinta a las que suelen haber en cartelera, el realizador está consciente que “es mi responsabilidad entonces como director y guionista hacer una película distinta, y por lo menos proponerlo y no quedarme sólo con la queja” de ver siempre las mismas. “A veces caemos en una repetición de clichés y lugares comunes. Incluso me ha tocado a mí estar ahí, en tener que cumplir alguno de estos para buscar algo en la taquilla o en el reconocimiento”, se sinceró, pero también recalcando que “cuando hay una propuesta y cuando hay un riesgo, más allá de que sea del todo logrado o no, y hay intención, y hay alguien que quiere hacer cine y una propuesta, y no lo está haciendo por ganar premios o por ganar dinero, me gusta; y hay muchos ejemplos de cine nacional reciente que digo ‘mira, este tipo de cine me gusta y deseo que siga existiendo más de él’”, sentenció, “muy orgulloso de quizá haber hecho la película más pacheca y rockera de la historia del cine mexicano”.