Alrededor del 60 por ciento del sistema de tuberías del Estado se encuentra obsoleto. Ensenada y Tijuana cargan un rezago histórico; la inversión actual es insuficiente
La obra enterrada no se ve, pero sí se siente cuando ocurre una crisis. La semana pasada, el municipio de Tijuana se cimbró en una de las zonas de mayor concurrencia vial debido a un socavón ocasionado por la explosión de una parte de la red hídrica ubicada en la colonia Los Reyes, en el bulevar Díaz Ordaz, ocasionando una enorme pérdida de agua, además de un trabajo de 36 horas ininterrumpidas por parte de la Comisión Estatal de Servicios Públicos de Tijuana (CESPT), dirigida por Jesús García Castro.
Más de 600 colonias vieron su servicio de agua interrumpido y aún con la obra reparada, el flujo de agua tardó en recuperar la presión regular.
Este es el más reciente ejemplo de las condiciones críticas en las que se encuentra Baja California, donde los ciudadanos no sólo se deben preocupar por la reducción anual de los mil 850 millones de metros cúbicos de agua que se reciben del Río Colorado y que abastecen a prácticamente toda la entidad, sino que además se cuenta con una red de tuberías deficiente e insuficiente para cubrir las necesidades de la cada vez más creciente población, principalmente en la Zona Costa del Estado.
En total, Baja California cuenta con un millón 330 mil 360 cuentas, de las cuales los municipios de Mexicali y Tijuana ocupan poco más del millón de ellas.
La cobertura de agua potable en la entidad es del 97.69 por ciento, teniendo -porcentualmente- el mayor rezago en Ensenada, con el 88 por ciento, lo que deja poco menos del 12 por ciento de la población sin acceso a este recurso.
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Curiosamente, según los mismos datos oficiales, los municipios que menos agua tienen tienden a mejorar sus políticas de reúso de agua, a diferencia de Mexicali y Tijuana, que a finales del 2024 contaban con una reutilización del 37 y del 3 por ciento, respectivamente, a diferencia de Ensenada que tiene un aprovechamiento del 62 por ciento.
Los mismos datos oficiales establecen que existe una cartera vencida histórica de cuatro mil 958 millones 649 mil 011 pesos, los cuales, en caso de recuperarse e invertirse, representarían una recuperación y modernización total de todo el sistema de tuberías de la entidad; que, dicho sea de paso, hay municipios como Mexicali, donde las tuberías todavía son de asbesto, considerado un material cancerígeno y obsoleto. La mayoría de estos casos data de obra subterránea de hace 50 o 60 años, por lo que su vida útil ya concluyó.
Sí bien es cierto que un porcentaje de la población es incumplida en el pago del servicio de agua, existen entes gubernamentales, como la UABC y los ayuntamientos, que incumplen con el consumo de agua, lo que representa varios cientos de miles de millones de pesos no cobrados por los órganos operadores del agua.
La realidad es que no hay dinero, pero tampoco una cobertura eficiente en todos los municipios, pues resultaría increíble exigirle el pago de impuestos a comunidades como la de la 89 de Ensenada, que carecen de servicio de agua potable directo, o de algunas comunidades del Valle de Mexicali que también sufren de esta situación.
El abandono es grande e histórico, el cual proviene de las administraciones panistas, pero que se ha extendido durante los ya cinco años de morenismo en Baja California.
Durante esta administración se arrancó con proyectos para la rehabilitación de plantas de tratamiento como la Nopalera y otros tantos proyectos vinculados al bono verde, pero estos son insuficientes para la cobertura y distribución eficiente del sistema hídrico de Baja California.
Antes de pensar en grandes obras e inversiones que comprometan el recurso público por varios años, o en proyectos magnánimos, los gobiernos, estatal y municipales, deberían analizar que, con una red hídrica deficiente, la distribución del agua seguirá siendo complicada y se perderá hasta el 20 por ciento del recurso hídrico en fugas, como ocurre actualmente en la entidad.
Todos en Baja California estamos expuestos a que, de un momento a otro, mientras circulamos a bordo de un vehículo, una vialidad colapse y precipitemos a un agujero de 5 o 6 metros, derivado por las filtraciones de agua; pero bueno, sigamos pensando en las grandes obras, enterremos nuestros problemas y finjamos que no los tenemos hasta que otro tubo colapse.