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lunes, julio 21, 2025
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Mil pesos

Llega un señor al bar, como a eso de las 6 de la tarde, se sienta solo en una mesa y pide un coñac con agua. Poco después de que el cantinero le sirve la bebida, se le acerca una chica guapísima, con el pelo largo y unas curvas increíbles, y le pregunta:

– Buenas noches, señor, ¿tiene un minuto?

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– Claro, adelante.

– Esta noche, a un precio promocional de mil pesos, ofrecemos toda nuestra gama de servicios. Es una oportunidad única para relajarse y disfrutar de una noche apasionada.

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– Gracias por la oferta, señorita, pero estoy casado y no quiero poner en riesgo mi matrimonio.

– Pero señor, la oferta de mil pesos solo es válida esta noche, y es una pena no aprovechar una oportunidad así.

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– Estoy casado, tengo dos hijos hermosos; de verdad que no quiero arruinar lo que hemos construido durante años. Entiéndame, por favor.

– Señor, el precio normal es de 20 mil pesos, esto es una promoción exclusiva de esta noche y no se repetirá. Téngalo en cuenta.

– ¡Mire, entienda de una vez que mi mujer y mis hijos son lo primero y no voy a ir contra mis principios, no voy a arriesgar todo eso!

– Bueno, señor. Gracias por su tiempo. Que tenga una buena noche.

Se va la joven fatal, y el señor agarra su copa de coñac ya vacía, la observa con una mirada profunda y sincera, se encoge de hombros y se dice con rabia:

– ¡Maldita sea, qué rabia que no tenga mil pesos!

Autor: Un mexicano al que no le alcanza el sueldo para nada.

 

Un cura y un ninja

Un cura estaba dando misa, cuando, casi al final, ¡zas!, un ninja se mete a la iglesia, agarra un ícono y ¡se escapa! El cura, muy molesto, sale corriendo detrás de él. El ninja corre por el campo, el cura detrás, pero como el ninja era más rápido, le gana al cura al llegar al bosque. El cura se quedó con la boca abierta, ¡le moría la curiosidad de por qué el tipo robaba íconos!, así que contrató a un entrenador para correr y entrenó toda la semana para ponerse en forma.

A la semana siguiente, en la misa, otra vez, casi al final, ¡zas!, el ninja entra, agarra otro ícono y ¡sale corriendo! Ninja por el campo, cura detrás, y justo cuando el cura casi lo alcanza, el ninja salta a un árbol y, de rama en rama, se escapa. El cura, decidido a agarrarlo y saber por qué le robaba los íconos, empezó a entrenar con gimnastas. Entrenó duro toda la semana para estar listo para “cazar” al ninja.

La semana siguiente, otra vez, casi al final de la misa, ¡zas!, el ninja entra, agarra el ícono más cercano y ¡sale corriendo! Ninja por el campo, cura detrás, el ninja salta al árbol y de rama en rama, el cura lo sigue, ¡de rama en rama! A punto de alcanzarlo en el borde del bosque, el ninja salta al río y nada hasta la otra orilla. ¡Mala suerte! El cura no sabe nadar, así que se apuntó a clases de natación. Le carcomía la duda de por qué el ninja robaba los íconos. ¿¿¿Para qué demonios quería íconos un ninja??? Aprendió a nadar rápido, entrenó duro toda la semana y se puso en buena forma. Le molestaba mucho no que el ninja le robara los íconos, sino que no podía alcanzarlo y saber por qué lo hacía. ¡Eran religiones diferentes, al fin y al cabo!

La semana siguiente, otra vez en la misa, casi al final, ¡zas!, el ninja entra y roba un ícono. El cura sale corriendo detrás: Ninja por el campo, cura por el campo; ninja por el bosque, cura por el bosque; ninja salta al río, cura al río. El ninja cruza el río y sale en la otra orilla, justo donde, en vez de playa, había un acantilado alto y empinado. El cura, saliendo del agua, pensó que el ninja estaba atrapado y que finalmente sabría por qué robaba los íconos, ¡pero el ninja empezó a escalar el acantilado con una habilidad increíble y otra vez se escapó! ¿Qué más podía hacer? El cura se apuntó a clases de escalada y para la siguiente misa ya tenía bastante velocidad y experiencia.

Esperó el cura a la siguiente misa, y cuando el ninja robó el ícono, ¡el cura salió corriendo! Ninja por el campo, cura por el campo. Ninja por el bosque, cura por el bosque. Ninja salta al río, cura al río. El ninja empezó a escalar el acantilado, el cura detrás. Y cuando llegaron a la cima de la montaña, ¡vieron nieve! El ninja sacó sus esquís y ¡otra vez se escapó! Claro, el cura, molesto por no poder saber por qué el tipo robaba los íconos, empezó a esquiar, y como ya estaba en buena forma, pronto aprendió a hacer snowboard.

La semana siguiente, en la misa, la misma situación. El ninja roba un ícono. Ninja por el campo, cura por el campo. Ninja por el bosque, cura por el bosque. Ninja salta al río, cura al río. El ninja empieza a escalar el acantilado, el cura detrás. El ninja en esquís, pero ahora el cura saca su snowboard y ¡sale corriendo detrás! Como en el snowboard era más rápido, al final de la bajada, ¡por fin alcanza al ninja!, todo contento por saber por qué le robaba los íconos y para qué demonios los quería. Sin aliento, le pregunta al ninja:

– Bueno, muchacho, dime por favor, ¿por qué robas estos íconos y para qué los quieres?

El ninja, muy humillado, le asegura al cura que le dirá por qué robaba los íconos y para qué los usaba, pero sólo si le jura que no se lo dirá a nadie. El cura jura, y el ninja le cuenta todo. Y así, hasta el día de hoy, el cura ha cumplido su promesa y no le ha contado a nadie por qué el ninja robaba los íconos.

Autor: Un enfadoso.

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