Años perdidos

Una tremenda novela acaba de concluir el Ayuntamiento de Mexicali en torno a las instalaciones de Misión San Carlos, inmueble ubicado en los alrededores de la colonia Campestre de la Capital bajacaliforniana, el cual ha sido la base de muchos proyectos que se pierden en la nada, en la ocurrencia y la improvisación que han dirigido los gobiernos morenistas. Y es que la historia parece una comedia, pues en 2021, uno de los primeros proyectos que anunció la gobernadora Marina del Pilar Ávila Olmeda, era la creación de una Dirección contra las Adicciones, que sería dirigida por su amiga, la ex diputada federal Lizeth Noriega, quien -dicho sea de paso- su familia cuenta con centros de rehabilitación que no estaban, al menos en ese tiempo, debidamente registrados. El evento fue uno de los primeros que encabezó Marina Ávila como gobernadora, y representaba un proyecto que visibilizaba y atendía la crisis de consumo en Baja California; todo era muy bonito hasta que no se concretó. Ávila Olmeda anunciaba además que las instalaciones de Misión San Carlos, que eran de orden municipal, pasarían sus facultades al Poder Ejecutivo, sin imaginar que el proceso de extinción y traspaso sería sumamente largo. El Ayuntamiento encabezado desde 2021 por la alcaldesa Norma Alicia Bustamante, tardó muchísimo para desincorporar las instalaciones, y mientras tanto, en Misión San Carlos se dejó de atender una problemática de adicciones. Ni pertenecía al Estado ni el Ayuntamiento ya contaba con él. Pasaron los años sin que avanzara, hasta que, finalmente, en julio del 2025, el Ayuntamiento nuevamente se hizo del control de Misión San Carlos. ¿Para qué? Para construir ahí la Academia de la Policía Municipal, un proyecto que no estaba en el tintero, que no era tema y que causó una pelea abierta entre el entonces director de la Policía Municipal, Pedro Ariel Mendívil, con el anterior secretario de Seguridad Ciudadana, Tizoc Aguilar. Hubo un proceso de desincorporación, una lucha política en materia de seguridad y un abandono gubernamental en materia de combate a las adicciones, para que al final terminara en un centro de capacitación policial, que, dicho sea de paso, carece de recursos para ponerse en marcha. Lo bueno es que hay coordinación.