Acreedor del Premio Mayahuel Internacional en la cuadragésima edición del Festival Internacional de Cine en Guadalajara, el realizador español Juan Carlos Bayona aprovechó su visita a México para exponer su pasión por articular el cine a través de un viaje por los miedos, vulnerabilidades, y errores, como un acto de supervivencia
Guadalajara, Jalisco. Hace 25 años, Juan Antonio Bayona pisaba Guadalajara por primera vez. Recién egresado de la Escuela Superior de Cine y Audiovisuales de Cataluña, España, con un cortometraje bajo el brazo. En ese entonces, no se imaginaba que su relación con México crecería exponencialmente, al grado de impulsar su carrera con “El orfanato”, cinta por la cual agradece a Guillermo del Toro y Eugenio Caballero, con quien inició colaboraciones desde “Lo imposible” y una amistad con personalidades mexicanas que lo hacen declararse “hijo bastardo de Guadalajara”.
Un cuarto de siglo después, el director y productor español se ha consolidado mediante su visión particular del cine: un refugio donde enlatar los miedos de la vida, por lo que el cineasta de “Lo imposible”, “Un monstruo viene a verme”, “La sociedad de la nieve”, “Jurassic World: el reino caído” fue reconocido por la 40° edición del Festival Internacional de Cine en Guadalajara con el Homenaje Mayahuel Internacional, por su trayectoria e impacto, homenaje al que siguió la charla magistral “Luz en la oscuridad”, con confesiones puntuales y atemporales sobre su quehacer cinematográfico y su narrativa.
“Creo que la ficción nos ha servido para entender mejor el mundo, para articularlo y expresar nuestras heridas, y vulnerabilidades”, las cuales tanto en historias de terror como en otros géneros, aprovecha para mostrar, porque “cuando uno hace cine de terror es como que, de alguna forma, se pone a controlar eso un poco, y se dice ‘¡corte!’ y lo metes en una lata. Y es como una forma de tenerlo mirado y sostenerlo. El sufrimiento requiere vocabulario”.

Filosofía que adapta a cada película, la cual vive como “un viaje personal, un viaje que se puede trabajar. Tienes que entrar tú y vivir el viaje para poder empezar a jugar realmente, vivirlo, equivocarte. Siempre pienso que hacer una película es un acto de supervivencia porque todo está en contra”, por lo que tanto en su experiencia detrás de cámara como en la docencia, recalca que se aprende de los errores:
“Ahí es donde uno aprende. Siempre he sido una persona que cuando ha cometido un error, ve el lado positivo; para mí sería mucho más terrible no aprender de un error que cometerlo”.
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EL SUFRIMIENTO REQUIERE VOCABULARIO
Si algo destaca de escuchar a “J.A”, como le apodan entre cineastas, es su franqueza para retratar temores y sufrimientos, y de buscar cómo articularlos en una catarsis fílmica que viene mucho de explorar la incertidumbre y el no saber cómo avanzar una producción, hallando entonces una intimidad emocional en el set, inspirándose en su padre para el cierre de “Un monstruo viene a verme” (“Acabar con los dibujos, con lo que había hecho [los personajes] y así no se mostraba nada, pero se daba la idea”), dejando fluir los diálogos en “Lo imposible” (“Entonces Naomi comenzó a tener unos ojos de jitomate (por la emoción y lágrimas y le dijo ‘gracias’. Ahí era Naomi hablando con Tom y era verdad”) o generando tanta sinergia entre los actores como la retratada en “La sociedad de la nieve” (“Tú veías el día que se moría Numa y los actores estaban desolados, porque se iba a un compañero que no lo había visto nunca más, y lo notabas. Y si uno mira el cuadro, cada actor está experimentando, sufriendo el duelo desde un lugar muy particular”).
“El set destroza el guión, el montaje destroza el rodaje. Esa forma de destrozar, de curarnos e ir encontrando la esencia, es lo que decíamos en el corazón de la película, que es lo que ha hecho que se sostenga todo ese proceso tan laborioso, técnico, y largo”, y que Bayona mantiene a sus apenas 50 años de edad.
“Hay una frase que me encanta, que hace referencia a este proceso de reeditar todo lo que has trabajado en el set: son las cosas que tenemos claras, las que no nos permiten mirar más allá. El set es un lugar para mirar más allá, para hacer mejor la película”, recalcó en el marco del encuentro fílmico tapatío, enfatizando que las películas “tienen cabeza y corazón. Un cuerpo sólo con cabeza no funciona, y al revés tampoco. Entonces hay que buscar ese equilibrio. Y muchas veces el corazón es aquello que te hace moverte para hacer la película”.
Sobre el reto de hacer y ver cine en la era actual apuntó son “tiempos complicados, turbulentos, en los que se generan líderes turbulentos. Y la mejor manera de luchar contra eso es la universidad, la cultura, así que, por la empatía, por seguir proyectando luz, por Guadalajara, que viva el cine, que viva México”.