La ley de Murphy establece que todo lo que puede salir mal, saldrá mal. La ley -no escrita- de Ethan Hunt postula que aún con todo saliendo mal, el trabajo en equipo y la agudeza física y mental servirán para cumplir el objetivo, hazaña titánica que en la octava entrega del personaje interpretado por Tom Cruise vuelve a ponerse a prueba.
Era 1996 cuando “Misión Imposible” llegó a los cines con el objetivo de Cruise de “hacer una película que fuera comercial, pero que lo entusiasmara a realizar”, y sin duda el balance entre entusiasmo y alto impacto en pantalla sigue vigente en la búsqueda del actor, personalmente involucrado en la saga. Así, tres décadas después llega a “Misión Imposible: Sentencia Final” (“The Final Reckoning – Part II”), siguiendo la gran contienda contra La Entidad, IA introducida en la película anterior y que presenta un riesgo apocalíptico con acrobacias de gran magnitud.
A lo largo de casi tres horas ocurre de todo: desde las secuencias de acción que convirtieron al ícono hollywoodense en una leyenda, momentos de suspenso, un elenco bien integrado (donde no podían faltar Ving Rhames, Simon Pegg y Angela Basset) y una trama que sorprende, a la vez que pretende cerrar un ciclo, en el cual se valora el uso de efectos prácticos a pesar de tratarse de la lucha contra los peligros de la IA, así como no dejar cabos sueltos en la historia donde la gran premisa reitera que “nuestras vidas son la suma de nuestras elecciones”.
Si bien la cinta pudo durar menos, con ciertas subtramas innecesarias y una secuencia introductoria que abusó de reiterar el mensaje pretendido en la película en lugar de mostrarlo, el gran acierto reside en jugar con la nostalgia de su universo cinematográfico, por lo que se espera salas llenas a partir del 23 de mayo.